Últimamente detecto –a modo de tufo o emanación gaseosa- una ola de falsedades, o medias verdades mal intencionadas, lanzadas contra determinadas personas que, por su trabajo o rol social, están siempre expuestas en el “candelero público”.
Esta técnica, que no dudo en calificar como monstruosa, me doy cuenta que habitualmente está siendo utilizada, de forma verbal o escrita, por personajillos sin vida propia. Y, aunque difícilmente puede ser definida judicialmente como “difamación”, conlleva en la mayoría de los casos una pena que recae más sobre los aludidos que sobre los inductores o mensajeros (sean del género que sean).
Aunque no se den cuenta –lo que ya es mucho suponer– los personajillos citados atentan contra el honor y buen nombre de los demás por el mero hecho de utilizar perversamente una mala interpretación de determinadas situaciones o, lo que es peor, de imaginar y difundir lo que sólo es producto de banales teorías muy próximas a la envidia o al odio.
Hay muchas formas de desarrollar este tipo de maldad y, por tanto, de posicionarse en el “selecto club de la alcahuetería”: se puede chismorrear, murmurar, comadrear, fisgonear, olisquear, etc.
Y, en casi todos los casos que conozco de los antedichos “artistones” que usan y abusan de los citados oficios , el rencor y el “gallofeo” están presentes en cada minuto de su pobre existencia.
Con el tiempo –y quizá sería urgente abordarlo– los profesionales de la sanidad tendrían que considerar la definición de una nueva enfermedad o plaga que ya afecta a diversos ámbitos de nuestra sociedad, determinando cómo se puede abordar satisfactoriamente su curación. ¿Con vacunas o con antibióticos? La realidad es que no lo sé. Lo único que puedo aportar por ahora, desde mi punto de vista, y como antecedentes seguros, es que la línea de investigación debería desarrollarse por los marcadores de la educación recibida y los sentimientos adquiridos a lo largo del desarrollo de los enfermos detectados.
Entretanto, y no únicamente como salvaguarda del contagio, sino también como ayuda y consuelo de los enfermos, los demás tenemos que comprometernos en poner en juicio cabal todos aquellos casos que conozcamos.
Ramón Burgos
Periodista