Desde tierna edad yo supe que maestra había de ser, mi padre pronto mostró que ese era su parecer.
– «Hija mía, ser maestra es para ti lo ideal, no te impedirá casarte y bien podrás procrear.
Tendrás tu vida segura, hermosa función social, y yo moriré tranquilo de dejarte “colocá”.
Así un día y otro día, y cada semana y mes me fue inculcando la idea que al fin pudo suceder.
Con cuatro versos termino la introducción paternal, debido agradecimiento con un tan feliz final.
Y bien, para ser maestra tuve que ir a la Normal, aún recuerdo el primer día, ¡cómo lo voy a olvidar!
Entre tanto nerviosismo, inquieta y algo turbá, al subir la escalinata, capté un hecho singular: el olor que los jazmines, desprendían al pasar, dejaron en mi una huella que jamás podré olvidar; desde entonces ese aroma me recuerda a la Normal.
Comenzaba el mes de octubre, lo corriente era estudiar… pero los nervios venían del cambio y la novedad. Había dejado mi pueblo p’a venir a la ciudad, y todo nuevo sería, me tendría que acostumbrar.
Compañeros agolpados, El despiste, general, pero había en todos los rostros una alegría sin par: dulce ilusión juvenil de una vida comenzar.
Nos formaron en tres grupos y al ser la Escuela Normal muchas normas se nos dieron que tuvimos que acatar: pasar lista to’s los días, los dos sexos sin mezclar, apuntes, libros, exámenes… mucho y mucho que estudiar.
!Pero éramos felices! ¡Qué importaba lo fatal! Cada día lo vivíamos de una forma mu especial.
Compañeros había muchos, qué suerte tan singular de entre ellos escogimos los amigos de verdad.
Dos muchachas muy hermosas, Con altura y bien formás recién llegadas estaban del Brasil para estudiar.
Las hermanas Conchi y Visi de gran popularidad, dos exóticas bellezas que impactaban al pasar.
Modernas y sin complejos, con sus faldas ajustás, rotundas curvas lucían haciéndose de notar.
Yo enseguida conocí a una compañera más mi querida Inmaculada, toda brío y sinceridad.
De apellido Álvarez Ruiz, calle Imprenta en la ciudad, pluma en mano y bien dispuesta a los apuntes copiar.
Qué buenos ratos pasamos paseando la Normal, risas y confidencias, de los amores hablar.
Espero, querida amiga, que goces al recordar las imborrables vivencias de aquellos años años sin par.
Sin embargo la tristeza empaña mi bienestar cuando viene a mi memoria la amiga Loli Millán.
Tan vitalista y alegre, le gustaba disfrutar, Pero eso no le impedía aplicarse y estudiar.
Juntas las tres paseábamos sin parecer agotás Gran Vía arriba, Gran Vía abajo, Plaza Nueva, Trinidad, hablando de nuestras cosas, llenas de felicidad.
Loli se fue muy prontico de una cruel enfermedad, hoy todos la recordamos de una manera especial. Multitud de compañeras podría nombrar sin parar:
las Higuera, las Villena, Casanova y las Durán, aunque citarlas a todas ardua tarea será; falta de tiempo y de espacio sin duda lo impedirán.
A todas recuerdo bien, si me pongo a cavilar, y también me gustaría en sus memorias estar.
¡Qué alegría, están presentes y nos vamos a abrazar!
Por desgracia también faltan y aquí deberían de estar otras muchas que se fueron: ¡nos dan ganas de llorar!
Y una mención a los chicos, jóvenes de calidad, que alegraban nuestras vidas haciéndonos suspirar.
Eran tiempos represivos, no nos dejaban ligar, pero nosotras y ellos conseguíamos entablar relaciones amistosas, más o menos duraderas, miraditas cariñosas en pasillos y escaleras.
Este romancillo avanza me tendréis que perdonar los ripios y desaciertos a que haya dado lugar.
Ahora traigo a la memoria a personas que hay que honrar: a los buenos profesores de nuestra Escuela Normal.
¡Cuánto y bien nos enseñaron a pensar e imaginar! Nos hicieron responsables, buscadores de verdad, motivando en cada uno a los alumnos amar.
No es ahora tarea fácil poder a todos nombrar. Los hemos reverenciado y estimado de verdad, sé que puedo hablar por todos sin temor en esto a errar, y decir sin duda alguna, que supimos apreciar sus valiosas enseñanzas y ejemplo de calidad.
Del insigne colectivo me voy a permitir citar a las dos Maríaluisas que con nosotros están, a quienes agradecemos que su vida dedicaran a este tan noble afán.
De María Luisa Calvo será justo recalcar la belleza y elegancia que lucía al caminar.
‘Embobaos’ nos tenía por entero al personal Con el do re mi fa sol nos puso a t’os a cantar.
Bastante pedagogía, para poder enseñar la profe María Luisa nos transmitió sin parar.
Y ya traigo a la memoria, que en la de todos están los nombres de profesores del Cuadro de la Normal, que con debido respeto tengo que poder rimar: Donatila, don Faruck, don Ignacio y muchos más…
Si la rima se resiste, imposible los citar. En nosotros motivaron el quehacer vocacional, aquí les correspondemos queriéndolos recordar.
Ya tengo que ir terminando este romance informal, sencillo pero sentido, que quiere conmemorar aquellos años sesenta que en el corazón están.
Como un pequeño homenaje sin a nadie exceptuar, me despido con cariño… ¡Me tendréis que perdonar!
María Isabel Valverde Pasadas Leído en Granada, el 5 de octubre de 2013