Ramón Burgos: «Dicen, yo no lo creo»

 

La frase que me ha inspirado el titular de hoy no es mía, era propia del acerbo de un reconocido periodista y presentador de la única televisión de entonces, Victoriano Fernández Asís, pero me sirve como ninguna otra para dejaros una nueva reflexión: respeto versus expresión libre.

 

Y no me refiero sólo –mejor dicho, no quiero referirme únicamente– al atentado contra el patrimonio de todos y las creencias de una parte de los ciudadanos de Granada, realizado el pasado día 8, por una o varias personas, y que, como único resultado, según mi criterio, consiguió ensombrecer, al menos por un tiempo, un día de libertad y reivindicaciones con sentido común.

La técnica de agredir de forma verbal, por escrito o físicamente a cualquier colectivo a fin de conseguir la contestación paralela y, por tanto, el enfrentamiento deseado, está trasnochada, es inhumana, y, lo que es peor aún, la considero exclusiva de dictadores de la peor calaña.

Por citar un ejemplo, un experto, entre otros muchos, de este tipo de técnicas fue el inspirador y autor principal de la propaganda del partido Nazi, Joseph Goebbels, antes y durante el holocausto de los pueblos judío y gitano.

No pretendo hacer comparaciones –soy de los que piensan que, en muy pocos casos, los aprendices superan al maestro-, pero sí dejar claro que, al menos yo, quiero vivir en una ciudad, en un país, en un universo, donde la concordia vaya más allá de las “posturas” propias de una fotografía periodística.

Por eso, “dicen, yo no lo creo” que el derecho a la libre expresión está por encima de cualquier otro derecho; y dicen, yo si lo creo, que el respeto es el principio imprescindible para una convivencia justa y con futuro.

Así comprenderéis que reafirmándome una vez más en la necesidad perentoria de acometer, con soluciones inmediatas y eficaces, los grandes problemas de nuestra sociedad –el paro, la emigración, la corrupción, la deshumanización, la discriminación, la violencia de cualquier género, la desigualdad legal y jurídica, y, más concretamente, todo aquello que atente contra la dignidad humana–, mantenga que tenemos que esforzarnos en comenzar por resolver, con diálogo y no con agresiones, conspiraciones, ataques o conjuras, lo más cercano, lo que está al alcance de cada uno de nosotros.

 

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