La dedicación de Antonio Machado al teatro fue siempre unida a la de su hermano Manuel. Sin embargo, no es fácil distinguir que partes escribía uno u otro. Dicho de otra manera: la colaboración de los dos hermanos, no fue tan perfecta como la de los hermanos Álvarez Quintero, y para la crítica no es fácil distinguir la huella que dejan de sí mismos en la obra teatral uno y otro. Lo que sí parece claro, es que Antonio, en su concepción literaria del arte dramático, sí que mostraba bastante interés por el diálogo y el monólogo y Manuel entendía que «si el teatro no es poético no es nada, pero teatro poético no lírica aplicada al teatro». Lo que parece evidente es que un teatro desprovisto de la tensión que tenía Antonio nos hubiera conducido, irremisiblemente a un teatro de la palabra o de belleza literaria exclusivamente.
Entendemos, no obstante, y no sería de extrañar, que si la dramaturgia de los Machados no hubiera estado unida a la figura humana y literaria del autor de Campos de Castilla, buena parte de los comentaristas pasarían de largo en el estudio crítico de las aportaciones que hicieron las siete obras que realizaron conjuntamente los dos hermanos Cinco fueron en verso, una, en prosa y en verso y, otra, en prosa. Claro que considerando que la mayor parte de las obras teatrales de los Machados están escritas en verso (el llamado teatro poético de principios de siglo), debemos entender que nos encontramos delante de un teatro entroncado, en general, a una ideología marcadamente tradicionalista y costumbrista, con una clara voluntad, en muchos casos, de exaltar los altos momentos de nuestra historia.
Así, en 1926 publicarán «Desdichas de la fortuna o Julianillo Valcárcel’. La obra recrea la historia del hijo bastardo del Conde Duque de Olivares; en 1927 publican Juan de Mañara, un famoso personaje sevillano del S. XVII que pasó de seductor disoluto a riguroso asceta. Otras obras son de tema moderno como Las adelfas (1928). Presentan los desvelos y tormentos que invaden a la Duquesa de Tormes; ciertos rastros es posible vislumbrar en esta dos obra en la que encontramos algunos fragmentos en prosa de Juan de Mairena, rasgo frecuente y quizá relacionado con el afán de desdoblarse Antonio en sus apócrifos. Sin embargo, la obra más considerada por la crítica será ‘La Lola se va a los puertos, (1929), trata de una bella «cantaora», encarnación del alma popular andaluza que desprecia a los señoritos que la cortejan y otorga su amor a Heredia, un guitarrista que simboliza al pueblo. La prima Fernanda, estrenada en 1931 es una comedia de intención política que nos descubre la vacuidad de la gente del mundo del dinero y en la que el político profesional está dispuesto a todo por mantener el poder. Está escrita en clave de comedia y ambientada en la alta burguesía, su estreno supuso un profundo fracaso en la época.
En prosa y en verso fue escrita ‘La duquesa de Benamejí’, (1932), es una tragedia en prosa y en verso que puede considerarse como una obra ambientada en una temática totalmente romántica. ‘El hombre que murió en la guerra’, la única y última obra creada por los dos hermanos, escrita en prosa y estrenada en 1941, una vez fallecido Antonio, fue estrenada en el Teatro Español de Madrid en 1941 con pequeñas supresiones textuales, impuestas ya por la censura franquista; es una obra antibelicista y muy lejana ideológicamente a los vencedores de la guerra, pero que fue posible llevarla a escena gracias al prestigio de Manuel en la nueva España franquista.
Resumiendo, la dramaturgia de los Machados, constituyen una curiosa pervivencia del teatro modernista y ofrece más interés por sus autores que por sus cualidades escénicas, y habrá que esperar la llegada del genio de García Lorca para dar nuevas dimensiones a este teatro poético con una obra como ‘Mariana Pineda‘. Por tanto, dos hombres de altura en la poesía nunca alcanzaron su estatura literaria en su incursión estética teatral, a pesar de sus teorías y de que antes de escribir sus creaciones originales, ambos habían trabajado en la adaptación de clásicos extranjeros, como ‘El Hernani‘ de Víctor Hugo, o españoles como ‘El condenado por desconfiado‘ de Tirso de Molina.
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