No obstante el titular –lo que sé implica de por sí una toma de posición–, entiendo que pudieseis decirme que no hay una única razón para vivir, sino que existen varias y de muy diversa índole.
A pesar de ello, quiero hoy circunscribirme a nuestra nueva situación socio-política-local, sobrevenida tras el último evento electoral, como discernimiento del intelecto que, de antemano, considero justamente democrática. Y todo ello por si coincidís en que es tema prioritario –razón– para muchos de nosotros.
Sí, hemos elegido, pero con ello no ha acabado nuestra tarea. El haber votado no es ni siquiera excusa válida para retirarse de la “batalla” y lanzar a los cuatro vientos nuestra satisfacción por el deber cumplido.
Entiendo que somos –debemos de ser– “militantes” y, como tales, tenemos el compromiso de encarar los retos que cada día se nos plantean, con la voz y la acción de la verdad social más plena de una comunidad que puede y debe hacerse oír alto y claro, con acuerdos unánimes y no con banalidades partidistas. ¡Que los “acentos particulares” no son casi nunca buenos consejeros! ¡Que son otros los problemas que nos afectan con carácter inmediato y otras las promesas reiteradamente incumplidas!
¿O es que creemos que el mejor modo de dar este testimonio es el enfrentamiento dirigido a conseguir reconocimientos efímeros?
¿Perseveramos en que el derecho a la libre expresión está por encima de cualquier otro derecho?
¿Alimentamos que el respeto mutuo no es imprescindible para una coexistencia justa y con futuro?
Si es así, ¡qué mal servicio estamos haciendo a la deseada e imprescindible convivencia y qué mal servicio nos estamos haciendo en tiempo y forma!
Aprendamos del pasado para evitar cometer los mismos errores y evolucionemos –los conatos de revoluciones no son el camino– hacia el futuro que deseamos lejos de la incertidumbre: razón de vida.
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de
Ramón Burgos
Periodista