El 17 de febrero de 2006, escribía en el artículo “Rotondas asesinas”, en ‘La Opinión de Granada’: “Pero otra cosa es, que se convierta en una aventura transitar a diario por la carretera de Granada a Churriana y Las Gabias; bien sea por el Camino de Purchil o por la rotonda de Méndez Núñez. Unos kilómetros más abajo se unen ambas carreteras, de manera que el conductor tiene que girar la cabeza casi 180 grados –para ver a los vehículos que le vienen por detrás–, mientras procura quedarse clavado en la señal del stop. El cruce con el Camino de Purchil –un antiguo camino de vacas–, además de los atascos en horas punta, es bastante peligroso para quienes no lo conocen y lo demuestran los numerosos accidentes, con muertes incluidas, que han ocurrido. No es raro encontrarse a algún motorista tirado en mitad del asfalto…”.
Esto lo arregló el Ayuntamiento de Granada (ese tramo le pertenece), poniendo una sola dirección en el Camino de Camaura (como le llaman ahora) y lo mismo en el Camino de Purchil, pero en sentido contrario, hacia Granada. Hasta hace poco se daba la paradoja de que estaba colocada, en la rotonda de Méndez Núñez, una señal de dirección indicando Camino de Camaura, pero no había ninguna señal que indicara Las Gabias y Churriana. De manera que los forasteros, o quienes no conocían la carretera, no sabían por donde se iba a estos pueblos, lo que da idea de los técnicos de señalización que tenemos. Pero el cruce con el Camino de Purchil no era nada, comparado con la rotonda sobre el río Genil, un kilómetro más adelante.
En el citado artículo, me quejaba de esto: “Aquí el panorama es dantesco, pues no verán una señal de tráfico en condiciones: unas dobladas, otras señalando al cielo o bien arrancadas de cuajo. Ese mismo día había dos paragolpes de turismos en el centro de la rotonda, cual si fueran trofeos de caza, y cuatro tremendos boquetes indicaban los respectivos puntos cardinales. Desparramados por la calzada, se veían cristales rotos y restos de plásticos de todos los colores, pero hechos ya añicos. Los operarios tienen que reponer de continuo las señales, y yo mismo he echado fotos en la ladera del puente, donde estaban apilados abundantes bordillos rotos, paragolpes y hasta un radiador… Ahora está mejor señalizada la rotonda, con luces intermitentes alrededor y con bandas sonoras, pero hasta la depuradora de Emasagra, que se encuentra unos cien metros más abajo, tiene perforadas las tapias de hormigón debido a los impactos de los vehículos. Varios conductores se han precipitado en el rio Genil, como aquel joven, tapado con una sábana y en mitad del lecho del río, esperando a que se dignara el señor forense. A su lado aparecía el vehículo, con las ruedas hacia arriba, mientras que la gente se agolpaba en la baranda del puente para ver el macabro espectáculo (…). Téngase en cuenta que el puente está en alto y, desde lejos, no se divisa la rotonda. De noche, y para quien no conoce el terreno, aquello es una trampa mortal”. La rotonda está hoy mejor señalizada e iluminada, con señales de peligro que te avisan, por lo que hay menos accidentes.
En el mismo artículo, avisaba de otro peligro: “En cuanto a los miles de jóvenes granadinos que se desparraman por las discotecas de la zona, esto es, Churriana, Las Gabias o Armilla, es punto y aparte. De viernes a domingo los accidentes se multiplican, pues algunos emprenden el regreso a Granada, bebidos o ‘emporrados’, por lo que habría que incrementar los escasos controles de alcoholemia de la Guardia Civil. No hay más que recordar el dramático accidente de los tres jóvenes churrianeros, que murieron en el acto a causa de la excesiva velocidad. Ver las huellas de los neumáticos estampados en el asfalto, causaba escalofríos”. El accidente se produjo a la salida de Las Gabias y el coche se empotró contra la tapia de un chalé, debido al exceso de velocidad. Fue un duelo en Churriana y entonces comenzaron a poner controles los fines de semana. En el 2005, unos 6.000 jóvenes venían los sábados a una discoteca de Las Gabias (entonces sin licencia) y, sobre las ocho de la mañana, regresaban a Granada en sus vehículos, en medio de una escandalera. Los frecuentes controles de alcoholemia y las multas hicieron que esos miles de jóvenes se desplazaran a otros pueblos y el problema se resolvió. Hace un par de semanas, a las 9 de la mañana del domingo, había unos veinte jóvenes esperando en la parada de autobús para regresar a Granada.
Muerte en la carretera
Fue el 25 de junio de 2005, cuando presencié esta escena, a las 8:05 horas, que describía en el artículo ‘Muerte en la carretera’: “Llegando a la altura de las gasolineras que hay a mitad de camino, los vehículos estaban parados. Es más, la Guardia Civil había cortado la carretera y desviaban el tráfico a través de la estación de servicio de la izquierda. Al poco me fijé que había una ambulancia y, unos metros más allá, una moto tirada en mitad del asfalto. Por curiosidad, paré el coche y me bajé. Una persona, cubierta por una sábana, yacía en el suelo con los brazos abiertos en cruz, como implorando misericordia, mientras que los facultativos recogían sus aparatos, después de un esfuerzo inútil (…). Aquella imagen impresionaba a cualquiera. Cuando paso con el coche, a la altura del cadáver, observo durante unos instantes la cara del joven, que asoma entre la sábana. Es rubio, de no más de diecinueve años, y la sangre le chorrea por el rostro. Prosigo mi viaje hacia el trabajo, mientras pienso que la familia del fallecido todavía no debe de saber nada, pues si hubiera habido algún familiar en la gasolinera aquello sería un duelo. No quiero pensar en la tragedia, cuando la Guardia Civil vaya al domicilio de los padres a explicarles lo ocurrido”.
A las 9:30 de la noche de este primer día del verano, “me entero que es el hijo de unos conocidos y que el joven, de 19 años, tenía una hija de tan sólo unos meses”. Unos años después hablé con el padre y me dijo que, desde la muerte del hijo, no había vuelto a pasar por la carretera y tampoco quiso que le enseñara el artículo. Siempre hay un ramo de flores, atado en el poste de la señal de peligro, al lado de donde ocurrió la muerte. Hay tres ramos de flores más a lo largo de la carretera. Lo que pasó fue que un camión estaba girando a la izquierda, hacia la gasolinera –una maniobra prohibida en ese tramo–, y el joven, que venía detrás, chocó contra el remolque del camión. Este era el tramo más peligroso de la carretera (no hace un mes que han construido una rotonda), pues muchos vehículos que venían a los pueblos giraban a la izquierda, para dirigirse a Churriana, a pesar de que había una raya continua que lo prohibía. En este cruce he visto a más de un motorista tirado en el suelo, sin poder moverse, después de ser atropellado por un turismo.
Conducir por esta carretera era una aventura llena de riesgos, además, tenía dos rayas en medio que estaban casi borradas en el asfalto: la amarilla permitía adelantar en algunos tramos; y la blanca era continua y lo prohibía. Pero pasada la gasolinera, en dirección a Granada, había una señal de fin de prohibición de adelantar. Las mismas señales de tráfico se contradecían, lo que da idea de la desidia de quienes estaban encargados en la Diputación de velar por la seguridad en la carretera, por lo que ha estado todos estos años completamente abandonada a su suerte. La vía tiene también dos radares, que la hacen rentable y, cuando se estropean o tapan el visor con algún objeto, los reparan pronto. Para multar y recaudar sí están atentas las autoridades. Según datos del Comisariado Europeo del Automóvil (CEA) referidos a 2012, la carretera GR-3303 de Las Gabias tiene 4 puntos negros y 18 accidentes.
Hay que decir que, hace poco más de un mes, la Diputación ha asfaltado toda la carretera y ha construido una rotonda entre las gasolineras, en el tramo más peligroso, y está construyendo otra varios kilómetros más abajo. Pero han puesto dos rayas continuas a lo largo de la carretera, a pesar de que hay tramos rectos donde se podría adelantar (como siempre se ha hecho), de manera que si das con un conductor lento tienes que echar merienda, aunque también hay gente que se desespera y adelanta. Hasta hace poco, ha tenido bastantes carteles de anuncios en las márgenes (uno estaba situado en una curva, a la salida de la rotonda por lo que impedía la visibilidad de la carretera), cuando la publicidad está prohibida desde hace varios años en las carreteras españolas. Pues todavía quedan varios carteles publicitarios.
Copio esta noticia de la página web de la Diputación, del pasado día 13: “La vicepresidenta primera de la Diputación, Luisa García Chamorro, ha explicado que esta ‘circunvalación que va a desembocar en Las Gabias’ se había convertido en un ‘punto negro’, en que la Diputación llevaba ‘más de quince años sin actuar en esta carretera’, habiendo sido el actual equipo de Gobierno el que atendió las demandas de los vecinos que desde hace siete años estaban ‘reivindicando la rotonda’ con un proyecto que, sin embargo, estaba ‘bloqueado’ a pesar de que hacía siete años que se aprobó. Para Antonio Narváez, teniente de alcalde de Churriana de la Vega, a la importancia de la rotonda, ha sumado los elementos de ‘mejora de la carretera con refuerzo del firme’ que adolecía de un ‘apantallamiento que podía provocar accidentes graves’. Y ha recordado que ‘en este punto han ocurrido algunos accidentes que hubiéramos querido que no hubieran ocurrido”. Se refieren a la rotonda que hay entre las gasolineras y creo que sobran los comentarios.
Fue precisamente el juez de paz de Iznalloz, José Luis Hernández-Carrillo, el que denunció en 1992 la mala señalización de un tramo de la N-323 (Granada-Jaén), en el que en los últimos años habían muerto más de 200 personas en accidentes de tráfico. En un tramo podían adelantar los vehículos en ambas direcciones y, cuando los conductores se daban cuenta, era demasiado tarde y el choque era mortal. Pasados los años, se celebró un juicio en Granada pero las víctimas no fueron indemnizadas, cosa demasiado frecuente en España. A la carretera de Granada-Las Gabias le ha faltado la denuncia de ese juez de paz para saber lo que realmente ha pasado. El resultado fue que construyeron una carretera tercermundista y muy peligrosa, de manera que ya tiene su historia negra por los numerosos accidentes y fallecidos, que nunca sabremos porque siempre ocultaron deliberadamente las cifras. Pero ante la irresponsabilidad de la Diputación (por la falta de señalización, de arcenes y de rotondas, con desvíos muy peligrosos a Churriana, en definitiva, falta de inversión y de previsión), habría que preguntarse: ¿cuántos ciudadanos tienen que morir y cuántos accidentes tienen que ocurrir, para que arreglen en condiciones una carretera? Lo que han hecho ahora, ¿no se podía haber hecho unos años antes y se habrían evitado muchas muertes de vecinos de estas localidades? No se puede abrir una carretera, para descongestionar el tráfico, y dejarla abandonada a su suerte. Pero hay que recordar un dato escalofriante, que no he leído en ningún sitio: la inmensa mayoría de los accidentes fueron de jóvenes, durante los fines de semana. A los padres solo les quedó llorar su pérdida.
Y un último apunte. Desde hace varios años la Policía Municipal cortó la calle del Profesor Luis Molina, de 8 a 15 horas, salvo los días festivos. El motivo que adujeron fue que era para evitar accidentes de tráfico porque aquí se encuentran dos institutos de enseñanza secundaria. Resulta que los institutos cierran tres meses durante el verano, en las vacaciones de Semana Santa y Navidad, y tampoco hay clases los sábados, pero la calle sigue cortada durante estos períodos. El caso es que en la calle aparcan los vehículos de la policía, mientras que los turismos que vienen de la parte sur (Churriana, Las Gabias, Cúllar Vega, Purchil) tienen que desviarse y entrar por la calle Arabial, y sufrir toda clase de retenciones. Creo que la Policía Municipal está para solucionar y descongestionar los problemas del tráfico que padece Granada, y no para adueñarse de una calle en perjuicio de los conductores.
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