Fuego abrasador, con el deseo de ser recibidos por un puerto amigo, cansancio, incomprensión, desorientados sin ánimo de mirar el reloj, anhelos rotos por el capricho de políticos sin escrúpulos.
El deseo de nuevos acontecimientos torna a imposible. Desde Europa, unos y otros se lanzan dardos, sin poner el foco en lo verdaderamente importante: un centenar de vidas humanas navegando a la deriva.
Migrantes sin valor para esos que promueven un ideario que creía roto desde los últimos dictadores europeos
– ¡Da igual! – exclama un chico nigeriano a bordo del barco-.
– ¡ Verás que sí! ¡Debes tener esperanza! – le responde otro-.
Desde Italia, el rechazo de un ministro vestido por un puñado de complejos que nos muestran su verdadera cara, hace crecer la alerta. Bloqueo y tensión se suceden, con el extremismo xenófobo imperando en el país transalpino.
– ¿Quién es este peligro con mayúsculas? – exclama uno de los patrones de la embarcación-.
Varios países parecen dispuestos al reparto de los migrantes transportados, si bien el infame silencio invita a la reflexión.
Europa dista mucho de lo que debiera ser. No puede permitirse a un soberbio demagogo con nulos valores, campar a sus anchas.
La solución no es el cierre de fronteras, vulnerando los derechos humanos.
Queridos lectores, algunos hacen declaraciones tan vergonzosas como : “¡Qué se los lleve a Hollywood!”. Esta afirmación la hizo el ministro de Interior italiano, en referencia a un reputado actor que se dignó a subir a NUESTRO BARCO (el de todos los que nos solidarizamos con los más débiles). Ese hombre que enseñó su rostro más amable y comprensivo con quienes sufren, descargando víveres para quienes permanecen a bordo, fue linchado “verbalmente” por este politiquillo de tres al cuarto (algunos muestran su verdadera “miseria mental” cada vez que hablan).
Italia tiene un problema, un ser que pudiera emparentarse con ese dictador de corto bigote que asolaba el continente y hacía temblar a quienes no pensaban como él. Mientras los gobernantes callan ante el atropello de este ser INNOMBRABLE, el daño es irreparable, con el destino jugando sus cartas (como si de una partida de caprichosos dados se tratara).
Que las palabras de este cronista no caigan en saco roto.
Que no me despierten, hasta que la ficción se haga realidad.
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Profesor de ESO