PARA D.
Hay un placer en los bosques sin sendero,
hay un éxtasis en la orilla solitaria…
Recordando cuatro días
Los puentes de Madison.
Seré como un pez ahogándome en las aguas cristalinas de tu mirada. Dolores es el mar que impregna el aroma de las acuáticas aves en un testimonio de azules. Miradas sobre un Mediterráneo que me evoca temores en la sombra, y sana con perpetua ternura las heridas de pasados tempestuosos, en una inmensidad de peces de colores y ojos sin niebla. La claridad azulando cada vocablo y dibujando un mundo donde la sangre sigue coludiéndose con campos de amapolas… posees la púdica pluma clandestina, que nos cuenta relatos de otros años; de guerras y lamentos, de pasiones de adolescencia y sus olores a deseo.
Sonetos de viento en los jazmines, que mecen las horas de ese “retrato” antiguo que encierra misterios de otro tiempo, donde nacen amores con sabor a chimenea. Esos misterios que encierran a veces los silencios hidrópicos de lágrimas que Dolores es capaz de leer en cada mirada. Su trabajo a lo largo de tantos años le ha hecho entender mejor el mundo y sus gentes, es por eso que es capaz de contar un relato en el cielo de Katmandú o tallar besos como cristales de roca sobre la muerte de los ahogados.
“…el luto en mis ojos, como una condena…”
Así, encontramos en este maravilloso poemario “La melodía de las amapolas” la vida misma en su esencia más íntima, ya sea en forma de poema, relato o soneto. Y navegaremos…
“…entre arenas humeantes
de mares que no son míos”
Y descubriremos como juega con nosotros en cada historia y nos hace suyos con ese conocimiento histriónico de la vida, dónde se viste de azul o amarillo dependiendo del color de tu mirada y su brillo, con esa sutileza intrínseca en la que mueve las manos para envolverte con su dulzura infinita. Gozo leyendo cada verso y con cada poema me engarza en un todo, que con deleite, absorbo de forma lenta y paulatina, porque literalmente me siento enganchada a sus palabras de las cuales en imposible desembarazarse, igual que nos sucede cuando nos perdemos en su acuática mirada, por la construcción mágica y oscura de ese abrazo lapizlázuli que acompaña de un susurro continuado cada poema en mi boca de pintora, y contemplo su infinito y soy capaz de dibujarlo en la magia de mis piedras a través de su palabra…
“…de las hierbas sin hormigas
sin verde, sin luz, sin vida…”
Así escribe nuestra protagonista, apretando la carne en nuestro huesos, deshojando un recuerdo, cautivando una mirada tras una celosía infinita, hija de la Alhambra que deja que la razón pierda posición ante la fuerza del sentimiento, en mensajes hondos, con dominios cotidianos por donde el verbo en la esperanza afluye.
“… caminar por senderos pedregosos,
caminar por los montes sin retorno…”
Apasionada de Federico García Lorca, nos describe y evoca la libertad de un niño sonoro y una canción para su alma poeta.
Leyendo a Dolores seguramente nos sentiremos como “ la gota de lluvia que muere en el mar” una más del gran río que fluye por la vida y que formamos todos en la gran y eterna unión de los que sí entendemos el misterio. Y así, “la máscara de la vida, pisoteada” al fin por los que como tú, son libres…
“Les adivino el disfraz solo con mirarlas” nos dice Dolores, pues la experiencia le sonríe y aunque mire de reojo sus canas de plata, seguirá siempre bella ante todos los espejos.
“Si fuera posible
expresar un latido
en un verso”
“Si fuera posible
avivar el olvido,
quemar aquel beso”
No tengo otra cosa que mi desnudez y mi zozobra, ¿quién no tuvo estrellas rotas en el camino? Las mías siempre eran pespuntadas en los campos de amapolas rojas, callando mi dolor donde mueren las esperanzas, los desdenes, las ausencias… pero leerte, querida amiga Dolores es la sorpresa de encontrarme ligada a ti en cada verso de nácar y almizcle, confiar de nuevo en oníricas promesas y descansar en el oasis de tu mirada.
Después de haber andado por el mundo donde crepitan las arañas, escalando por los pensativos cipreses donde todo se vuelve uno y la misma cosa, polvo somos y todo se hermana en la muerte, por eso nuestra querida poeta nos abre los ojos a un cambio, al gozo silente que habita en la absenta, colocando unas gotas de vida en el columbario del olvido y unas hermosas alas a nuestros horizontes y nos descubre que la felicidad siempre se esconde en las amapolas azules…
Marijose Muñoz Rubio
Prólogo “LA MELODÍA DE LAS AMAPOLAS” de Dolores Ibarra
AUDIO DEL PRÓLOGO, (LEÍDO POR SU AUTORA):