El pasado 12 de septiembre, la carretera A4200, que conecta Benamaurel con Baza y la autovía A92, tuvo el primer síntoma de la agonía, del último aliento y suspiro que vive el Altiplano Granadino. Una muerte anunciada durante décadas fruto de la dejadez y abandono que se ha tenido desde la Junta de Andalucía y desde la Diputación Provincial de Granada, no solo de esta vía de comunicación, sino de toda la parte nororiental de la provincia que tiende a desaparecer porque en los últimos siglos esta tierra ha querido ser amputada, mutilada de lo que fuimos, de nuestra manera de ser, vivir y sentir. Porque nos enseñaron a estar callados, a vivir siendo conformistas con lo poco que nos daban y encima les éramos agradecidos. Nos habían educado a ser así. Nos habían educado al miedo. Y el silencio se adueño de cada uno de nosotros. Antes por unos motivos. Ahora por otros.
En este momento, fruto de la desesperación, nos han hecho despertar antes de que con lágrimas de sangre tengamos que cerrar, nosotros o nuestras futuras generaciones, la última casa que siga habitada porque nos dejaron abandonados, porque se había cumplido el pronóstico de esa España vacía, de esa despoblación que se anunciaba para concentrar a todo el mundo alrededor de capitales que serían más fáciles de gobernar y de controlar. Y por primera vez la población alza su voz desde el corazón. Desde el alma. Sin barreras políticas. Sin condiciones. Todos unidos, de diferentes colores e ideologías. Ni más ni menos. Todos por seguir viviendo en su tierra. Por sus hijos. Por sus nietos y bisnietos. Pero, aun alzando la voz siguen ninguneándonos como lo habían hecho. Como nos han tratado desde siempre. Desde el menosprecio. Desde la ignorancia. Desde “los otros”. Normal. Ellos no viven aquí y los que sí sus intenciones quizás sean las de emigrar con aspiraciones a ascender. Quién sabe. Aun así algunos se levantaron con su ciudadanía. Como debía ser.
Y mientras se ponen de acuerdo para construir el puente caído y mientras tanto hacernos un paso alternativo con ayuda del propio Ejército, nos jugamos el pellejo por la carretera GR-908 que no está preparada para la cantidad de tráfico que tiene que soportar diariamente, que al menos se han dignado a limpiarle los arcenes esta última semana aunque sin pensamientos urgentes de su mejora y acondicionamiento de control y señalización, cruzando una travesía, la Avenida Calderón de la Barca, en Benamaurel, en pésimas condiciones que la propia Diputación ni siquiera reconoce su titularidad y que debemos sufrir los benamaurelenses porque un Ayuntamiento no puede arreglarla sin ayudas económicas externas solicitadas durante décadas. Pero además, vivimos suplicando que algún vecino no tenga que ir con carácter urgente al hospital desde alguno de los pueblos afectados. Igual no aguanta la cantidad de kilómetros que ha de realizar.
Por último he de decir que la A4200 tampoco estuvo preparada para soportar el tráfico que tenía ni estaba acondicionada. De ahí considerarse la “carretera de la vergüenza” o la “carretera maldita” por las muertes que ha ocasionado. Pero nunca les importamos. Ni les importaron los fallecidos. Ni les importarán los que puedan o podamos morir por culpa de su abandono y dejadez. No seremos ni somos sus amigos, ni vecinos ni familiares. Por eso debemos seguir unidos y llegar hasta su consecución. Ahora o nunca porque ¡también somos Granada! ¡También somos Andalucía!
Miguel Ángel Martínez Pozo
Doctor en Humanidades y Ciencias Sociales.
BENAMAUREL
Comentarios
2 respuestas a «Miguel Ángel Martínez: «A4200, la carretera de la vergüenza»»
Estoy contigo Miguel Angel, de acuerdo total.
De acuerdo totalmente contigo Miguel Angel.