No nos cabe ninguna duda de que la pérdida de confianza en los demás, en las personas cercanas y lejanas, en los conocidos y desconocidos y, sobre todo, en los políticos, es cada día mayor y más preocupante.
En paralelo a ello, crece igualmente el número de escépticos y desconfiados; por muy frecuente y vulgar que nos pueda parecer la expresión “yo ya no me fio de nadie”, esta implica una decadencia moral y social de extenso calado. Atrapados por la globalización y la tecnología disruptiva y con la colaboración de los partidos políticos, estamos muy cerca de la peor meta del neocapitalismo liberal y progresista que nos invade: el egoísmo ciego, el individualismo –no la individualidad- en estado puro, la desconexión total de los demás, la soledad más absoluta, la destrucción de la familia, la desaparición de la vida social, los intereses por encima de todo, etc. son algunas de sus peculiaridades. Aunque no seamos muy conscientes de ello, la falta de confianza en los demás y en aspectos fundamentales de la vida, destruye la esencia misma de toda sociedad, que es la fraternidad y la convivencia pacífica de todos sus miembros.
Otra de las explicaciones de dicha situación, se encuentra en el reduccionismo cultural, intelectual y moral, fomentado por determinados políticos, principalmente independentistas. La debilidad y falsedad de sus discursos y la manipulación de sus acciones, nos están conduciendo a la desconfianza, al enfrentamiento, al engaño y al fanatismo. La implantación del pensamiento único, la imposición de sus ideas a través del control gubernamental de los medios de comunicación e incluso de la educación, la corrupción incontrolada, la prevaricación, etc. son otros más de la multitud de ejemplos, que contemplamos con indignación y sonrojo. Pero todo ello, es reflejo de la situación mundial, producto de la luchas soterradas o abiertas entre globalistas y nacionalistas, sin olvidar las dictaduras decadentes y los fundamentalismo incoherentes. Aquí aparece el baile de ideologías políticas, que nos engaña a todos. La izquierda es globalista, nacionalista, dictatorial o fundamentalista. El feminismo qué defiende y a quién ataca. Los movimientos migratorios quién los controla. Rusia protege a Cuba y Venezuela o a la extrema derecha europea. China es el país más comunista o el más capitalista del mundo. Si desvelamos los secretos y descubrimos las verdades, chocamos con la realidad: las grandes multinacionales y las élites corporativas del poder económico, que sólo buscan sus intereses.
El ritmo frenético de vida que llevamos, no nos permite reparar en estas cuestiones, ni en otras más importantes que pueden condicionar nuestro devenir personal. Tampoco tenemos tiempo para pensar, analizar y tomar decisiones fundadas sobre nuestros políticos y sus programas. Si a ello añadimos el marketing, la publicidad y los mensajes subliminares y engañosos que continuamente recibimos, llegaremos también a la confusión completa; a no distinguir el bien del mal, la verdad de la mentira, lo auténtico de lo falso, etc. Por todo lo expuesto, la ciudadanía y particularmente los educadores y profesores, hemos de ser conocedores y conscientes de ello y potenciar una vida más humanizada, una sociedad mejor educada, unas relaciones sociales basadas en la amistad y en los valores auténticos y no en intereses amañados, porque: sin confianza, sin seguridad, sin afecto, sin libertad y sin respeto, no hay educación posible; no sólo en el centro educativo, sino también en el entorno familiar y social.
El paradigma de la confianza es un valor fundamental, que nos afecta a todos. Instalarse en la desconfianza, equivale a vivir aislados – que no quiere decir solos – a no gozar de unas relaciones auténticas, aunque sea sólo de compañerismo o amistad, a renunciar el placer de compartir la fe, las ideas, los espacios, tiempos, etc. con gente que te respeta, te entiende o te ama. Si queremos que los demás confíen en nosotros, tendremos que confiar primero en ellos. Del tipo de confianza que recibimos, depende también nuestra autoestima; de ahí que a los educadores, terapeutas, trabajadores sociales, etc. se les requiera capacidad de comprensión, comunicación y ánimo para subir la autoestima de sus discípulos o pacientes. El mejor método de lograr la confianza es hacer las cosas siempre bien y de forma amable, tanto en el ámbito personal, como en el profesional o de negocio, pero sin falsedades, ni trampas de ningún tipo. Conseguir esta fortaleza exterior, requiere de una vida interior fuerte, que también tenemos que aliviar.
Finalmente en referencia a los dirigentes políticos, hemos de reconocer que la decepción y la desconfianza están generalizadas. Ellos se han ofrecido libremente para resolver nuestros problemas y no crear otros. Por tanto, tienen la obligación de dar la cara, explicar los hechos tal y como son o han sido, con claridad y sinceridad, encontrar soluciones imaginativas y factibles, proponer programas viables, y demostrar su voluntad de servicio a los ciudadanos de Granada, de Andalucía y de España. No necesitamos magos, ni superdotados, ni iluminados, pero sí personas competentes, honradas y preparadas para realizar su cometido. Ahora, en las próximas elecciones, tienen la oportunidad de rectificar y ganar nuestra confianza, pero me temo que no lo van a hacer. Si el futuro de España vuelve a depender de las conversaciones entre Carmen Calvo y Pablo Echenique, nos dedicaremos todos a la comedia.
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Catedrático y escritor