Pedro López Ávila y Miguel González Dengra, en la presentación del poeramio de este último, ‘La recompensa de los puntos suspensivos’ 13/11/2019 FOTO: ANTONIO ARENAS

Presentado el poemario ‘La recompensa de los puntos suspensivos’, de Miguel González Dengra

Una vez más Miguel González Dengra (Almería, 1960) ha dejado aparte su timidez y se ha lanzado a publicar un nuevo poemario, el cuarto tras ‘Diecinueve recuerdos y algunos versos’ (2008), ‘Palabras, elementos, miradas (2010) y ‘De tormentas y calmas’ (2013).

La obra fue presentada en la sala de conferencias del Cuarto Real de Santo Domingo ::A. ARENAS

En la presentación de ‘La recompensa de los puntos suspensivos’ (Ed. Alhulia), celebrada en la noche del miércoles un Cuarto Real prácticamente lleno, le acompañó el poeta y crítico literario, Pedro López Ávila que desmenuzó las distintas partes en las que se divide el poemario, «una propuesta poética que se encuentra estructurada y perfectamente cohesionada en torno a siete bloques temáticos que llevan por título: ‘Título suspensivos’, ‘Comillas’, ‘Dos puntos’, ‘Paréntesis’, ‘Punto y coma’, ‘Exclamación’ y ‘Punto y aparte’». Para López Ávila estamos ante un poemario «escrito fuera de las prisas del tiempo actual, escrito en la ancha latitud de una vida, lentamente, lejos de la estrategias del mercado, más allá de tendencias o de compromisos sociales». También señala que es «un libro intimista, pero es necesario decir que no hay intimismo que se elabore con experiencias excluyentes, como tampoco hay sentimientos colectivos que no cristalicen en el latido unificado del ser humano individual».

Miguel González Dengra dedica ejemplares de su poemario ::A. ARENAS

Por su parte, González Dengra dedicó su tiempo a la lectura de al menos un par de poemas de cada una de las partes con alguna breves explicaciones. Previamente comentó que su pudor le hizo demorar 20 años la publicación de su primer poemario y que los poemas que ahora ven la luz han sido escritos entre 2011 y 2019. En ellos da a conocer sus circunstancias y también cuenta vivencias personales y profesionales. La mayoría de los poemas carecen de título, a excepción de la cuarta parte, ‘Paréntesis’. Igualmente manifestó su gusto por el silencio y por la experimentación estilística al componer poemas nominales, sin verbos. Para terminar su lectura de poemas lo hizo con el último del libro, un soneto dedicado a su mujer Conchita, que está perdiendo la visión y que comienza: «Aunque solo lograra no perder/ el milagro sin fin de tu mirada,/ tan profunda, tan cierta, tan amada,/ aguardando su nuevo amanecer». 

Pedro López Ávila desmenuzó las siete partes en las que se divide el poemario de González Dengra :: A. ARENAS

LA RECOMPENSA DE LOS PUNTOS SUSPENSIVOS

por PEDRO LÓPEZ ÁVILA

Las normas que se establecen con los signos de puntuación para ordenar ideas, para estructurar un texto o para ordenar y jerarquizar nuestras ideas, quizá, parece decirnos el autor de este poemario, Miguel González Dengra, sean las mismas que se producen en el proceso vital del ser humano. Existe una intima relación entre la imagen gráfica de los signos de puntuación del lenguaje con los momentos del paso y del peso de nuestras vidas mientras transitamos por el mundo, hasta que llegamos al descalabro fatal o punto final.

Por esto nada más abrir el libro ante el que nos encontramos, la recompensa de los puntos suspensivos, ya nos advierte el autor, en su primer poema y en sus dos primeros versos:
No penséis ahora en el punto final.
Considerad ahora mejor los puntos suspensivos.

Esta propuesta poética se encuentra estructurada y perfectamente cohesionada en torno siete bloques temáticos:
-Puntos suspensivos.
-Comillas.
-Dos puntos.
-Paréntesis.
-Punto y coma.
-Exclamación.
-Punto y aparte.

En el primer apartado, puntos suspensivos, ya intuimos como la poética de Miguel está estrechamente ligada a su biografía en la que trata de valorar y de recordar cada etapa de su vida, cual si fuera una suave sucesión de puntos suspensivos, porque todo sigue, porque todo fluye, como fluye la realidad misma, aun cuando mantiene vivo en el recuerdo sereno y amable a los seres que ya no están y a los que tanto ha querido.

Por esto nuestro autor trata de zanjar las disputas con el pasado y de encontrar, a partir de un presente fugaz, para el mismo y para los demás, la alegría de la existencia y el modo de sostener nuestras vidas en medio de la tempestad que nos acecha: en paz, sentado en la vereda, / colmado de plenitud y motivos, / ansioso de ganas y entrega, / inmerso en la recompensa de los puntos suspensivos – nos dirá -.

Quizá, para Miguel, la única forma que nos pueda recompensar en la supervivencia sea; «vida», alegría», «esfuerzo» y «mucho sosiego», pues parece resistirse al paso del tiempo y a no liquidar toda esperanza como parecen invitar los tiempos actuales. González Dengra adquiere la insolente determinación de reafirmarse en todo «lo que le queda por vivir y que espera», «lo que aún no ha llegado», «en paz», «colmado de plenitud y motivos» e inmersos en la recompensa de los puntos suspensivos». Dicho con otra palabras, con las nuestras, En la esperanza, quizá injustificada, que aún mantiene en el futuro.

Público asistente al acto ::A.ARENAS

En esta labor de autoafirmación del poeta, a través de los signos de puntuación ortográfica, en el apartado de comillas, nuestro poeta se coloca delante de un presente activo con el objetivo de hurgar en el vivir agudizado de su propia conciencia, «sin dobleces», y frente a un mundo de fugaces abalorios que «deben esquivarse», nos muestra, con una claridad que se agradece, sus preferencias para dedicar su tiempo en «los ratos calmos» a quienes lo rodean, cuando la vida se adensa en los sentimientos de los seres más cercanos; y nos dice, en fin, como ejercita su experiencia en la búsqueda de la palabra, en el yunque de la idea o del concepto para expresar lo que siente, para adquirir vida en el poema y forma aquilatada en su verbo. Así nos dirá:

¡Qué difícil encontrar un solo término
que resuma tanto significado
como quiero expresar en este momento!

Versos que nos recuerdan a Juan Ramón en su poema de Eternidades
¡Inteligencia!, dame
el nombre exacto de las cosas!
… Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente.

Pero para ello González Dengra, necesita el silencio, quizá la soledad, «apartarse del tráfago diario que le impide hacerlo», para poder mantener su mirada atenta y cautivada al discurrir de la existencia. Por esto las palabras ha de buscarlas en el manantial de la ideas y, entonces, cuando las halla, construye una realidad por y desde el silencio. Y así nos dirá: «el silencio me pregunta por la familia o el tiempo».

El tiempo, imprescindible en cualquier poeta pensativo, se hace visible en Miguel a través de sus versos, cuando recurre al pasado, alojado en el recuerdo, cuando transita por una infancia o niñez de espacios remotos en el cerebro/de sabores y olores de otro momento/de placer intenso de los salazones/ y una inmensa alegría en mi cuerpo. Los niños o la niñas que tanto en Machado como en Juan Ramón o en Unamuno forman una suerte de coro que representan o simbolizan la sabiduría eterna.

Pero también el tiempo hace acto de presencia, sobre todo, en el recorrido que hace de la vida que le tocó vivir. Hay en nuestro autor un reconocimiento, con ecos emotivos, a su familia, que parecen refundar un orden de un mundo más puro y más libre, muy alejado por supuesto, a esta época de destemplanzas. En el poema, Regalos de la vida, nos dirá. que «la familia ha sido clara como el agua y fuerte como el viento de poniente en un atardecer azul».

Pedro López Ávila y Miguel González Dengra, en la presentación del poemario de este último, ‘La recompensa de los puntos suspensivos‘ :: A.  ARENAS

En la tercera parte del libro, Dos puntos, el yo lírico por el que transitan estos poemas constituyen un elemento fundamental en la emoción del poeta frente a la naturaleza: ante «la mañana azul en que el gozo se reinicia», en «la luz de invierno malagueño», frente a «la majestuosa Alhambra», «por cerros y montañas» de las tierras altas del Duero o por «el barranco de las Ánimas, entre Güejar y San Juan». Los colores, que no veía en su infancia, se despliegan ahora como un elemento fundamental junto a la luz, dentro de la belleza natural del paisaje que enciende su estado de ánimo, y así nos muestra «el azul intenso de la mañana malagueña», a «Granada dorada y Bermeja en larde gris de otoño», o «la luz taimada en la pared blanca frente a la Alhambra».
Sin embargo, en el paisaje también aparece proyectado su dolor como «una nube negra», ante la persona amada: la naturaleza, siempre sabia,/ compartía también conmigo/ la tristeza de tus palabras, nos dirá el poeta.

En el siguiente apartado (la cuarta parte del poemario) a través del paréntesis, González Dengra, parece que trata de encerrar situaciones personalísimas desde el impulso vital que anida en este poemario, pero es también un repliegue a lo privado en que crea una narrativa cotidiana, Sin embargo, la poesía sobrevive porque se impone la coherencia de las emociones que su lenguaje invoca. En este apartado parece dirigirse a los seres más cercanos que le rodean, familiar o profesionalmente y aquí el poeta cambia su tono y nos muestra también los espacios de un tú lírico al que quiere iluminar con planteamientos de su propia experiencia y con irisaciones didácticas.

El público aplaude la intervención del presentador y el autor ::A. ARENAS

En el quinto apartado, punto y coma, nuestro autor continúa ensimismado en el yo lírico desde la nostalgia, el recuerdo o el sueño. Nos abre las puertas a la condición solitaria de sus vivencias: «de tanto luchar, me cansó la vida, me quitó los deseos, me olvidé de la apacible amanecida, viví sin fuerza, y solo he podido hacer apenas un diminuto mapa de recuerdos como si despertara de un sueño». Pero claro, también es cierto, que en ese tono intimista, al hablar de sí mismo para los demás, es también de los demás de quien habla para sí mismo: a veces al mirar los signos de tu cara / he encontrado ascuas de sonrisas.
No queremos decir con todo esto que nuestro autor intente reconstruir el yo frente al espejo, ni mucho menos, quizá sea más bien, que González Dengra, haya hecho una recolección, no siempre complaciente, de fragmentos diseminados de su propia existencia. Borges lo dejó advertido: A veces en las tardes una cara / nos mira desde el fondo del espejo; / El arte debe ser como ese espejo / que nos revela nuestra propia cara.

Muchas personas quisieron llevarse un ejemplar dedicado ::A. ARENAS

Nada mejor que la exclamación ( la sexta parte de este libro) para mostrarnos la tensión de la que se alimenta este poemario. La poesía debe también mostrar los espacios de la tragedia humana, cuando nuestras vidas se van desgranando en su secuencia temporal. Reconoce como «en el álbum silente de sus recuerdos», ve en ella «el paso de los años»; que con el paso del tiempo los ojos se van apagando y reducen su tamaño, pero que no obstante, sienten, ven y lo miran, Porque los ojos no son solo órganos de percepción sensorial; para Miguel, transcienden y simbolizan la apertura hacia el conocimiento, son el espejo de la vida, del sentimiento, de la espiritualidad. El poeta terminará diciendo: «Entre tú y yo, años de miradas fijas y continuas».

En el último apartado de este poemario, el séptimo, Punto y aparte, el poeta vuelve a reafirmarse en sus orígenes desde su infancia a la actualidad, para continuar ofreciéndonos sus silencios que ocultan la contundente notoriedad de sus pasiones. Estos silencios que en el fondo son los silencios de todos, sobrenadan por sus datos personales, «aguardando un nuevo amanecer».
Resumiendo:

El poemario ante en el que hoy nos encontramos no es un libro en donde habiten fórmulas acuñadas, escrito fuera de las prisas del tiempo actual, escrito en la ancha latitud de una vida, lentamente, lejos de la estrategias del mercado, más allá de tendencias o de compromisos sociales. No es un libro confiado a una melodía o a una rítmica que nos exalte, leemos aquí a un poeta de nuestro tiempo para descubrir algo sobre sus personales deslindes, pero muy pronto nos percatamos de que es quizá mayor lo que descubrimos de nosotros mismos. La recompensa de los puntos suspensivos es un libro intimista, pero es necesario decir que no hay intimismo que se elabore con experiencias excluyentes, como tampoco hay sentimientos colectivos que no cristalicen en el latido unificado del ser humano individual. Yo deseo, por tanto, a este libro y a su autor un gran éxito, al mismo tiempo, que le auguro las mejores lectoras y los mejores lectores.

PEDRO LÓPEZ ÁVILA
Poeta y crítico literario
13/11/2019

Pedro López Ávila y Miguel González Dengra, compañeros de profesión y poetas ::A. ARENAS
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