La soledad, el estar con uno mismo, a solas, es una exquisita forma de conocerse, de liberarse de imposturas sociales, de disfrutar de aquello que nos gusta. Esa soledad, casi siempre es buscada y deseada, nos sirve para tomar fuerzas, pausarnos, distanciarnos del ruido. Saber disfrutar de esta soledad, la que construye, es necesaria y beneficiosa ya que es deseada.
Existe otra, ésta no preavisa, ni es exquisita. No viene a conocerte, se queda en tu casa, sin haber sido invitada y se acomoda. Esa soledad, ese aislamiento, derrumba y mustia a aquel que apresa. Lo merma y mengua, hasta reducirlo al mutismo.
“La soledad es muy hermosa… cuando se tiene alguien a quien decírselo”. Gustavo Adolfo Bécquer
Tienen la misma posibilidad de morir de cáncer, tanto una persona que fuma como una que vive sola, alejada y aislada. Esta es la época de la soledad; nunca nos habíamos sentido tan solos, nunca hemos experimentado el distanciamiento humano como ahora. Las redes sociales han sustituido el calor de la interacción humana. Lejos, unos de otros, intentamos buscarnos, acercarnos, pero no, no funciona; una pantalla no puede sustituir las miles de conexiones neuronales, emocionales, reacciones fisiológicas, el lenguaje no verbal y la maravillosa sincronización de nuestras neuronas espejo, que nos permiten interaccionar de una forma profunda y empática.
Solos, estamos, solos. Unos más que otros; el desempleo es un enemigo no solo del plano económico, socialmente aísla a la persona y la reduce. Las personas mayores, las personas divorciadas, cada más hay más colectivos de personas que se encuentran con una situación vital que las aleja de otras personas.
“El infierno está todo en esta palabra: soledad”. Víctor Hugo.
El ser humano, precisa para su supervivencia de otras personas, solo nos podemos salvar “junto a”, “al lado de”. Sin contacto social morimos. Y como digo, cada vez hay más soledad; nos separa el odio, el rencor, el enjuiciamiento, el recelo, la envida. No somos capaces de construir relaciones sanas; nos envolvemos en la critica y en el interés.
La necesidad que tenemos unos de otros, será la que fomentará nuestro altruismo, nuestra colaboración, la ayuda mutua. Seremos capaces de proteger a los colectivos que corren más peligro de vivir la soledad, seremos capaces de restaurar lo muros que hemos construido entre nosotros. Lo seremos porque como cualquier especie, ante su eminente final, haremos todo lo posible para asegurar nuestra supervivencia.
La soledad mata, es una cortina que no se descorre, un eco que nunca devuelve, es un sordo reloj sin hora. La soledad es una mano que secuestra ojos, oídos, boca. Es esa sequía emocional que erosiona todo lo que toca. Es esa maldita compañía que nos seca la voz.
“En la soledad no se encuentra más que lo que a la soledad se lleva”. Juan Ramón Jiménez
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Psicóloga especializada en Mindfulness y
Terapia de Aceptación y Compromiso