Quienes en estos días visiten la sala Apperley del Centro Artístico no se van a encontrar una exposición pictórica, tampoco de esculturas.
Por aquello de las fechas en la que los Reyes Magos acaparan la ilusión de los más pequeños, han considerado lo más apropiado exponer 18 marionetas históricas, que se mostrarán hasta el 11 de enero. Entre hadas, reyes, princesas, lobos, dragones y otros personajes, una placa fechada en septiembre pasado explica que «Estos títeres de cachiporra, chacolines o cristobicas, llevaron la ilusión y la alegría durante casi cuatro décadas, a los niños de Granada y provincia, por sus creadores D. Pedro Gómez Montero y Dª Mari Paz Prieto Tomás. Con nuestro agradecimiento a D. Francisco de Paula Muñoz y Muñoz». El montaje del teatrillo, no exento de dificultades y horas de trabajo fue llevado a cabo por Francis Noguerol con la valiosa colaboración de Manolo Alarcón y su esposa Lola Camús, que buscó la manera para que los guiñoles pudieran sostenerse de pie y además ha aportado y cosido las telas para cubrir la mesa.
En su presentación a los asistentes, entre los que se encontraba algunos niños y niñas, intervinieron la presidenta del Centro Artístico y el donante de la colección. La primera explicó que con el nombre de chacolines o cristobicas son el nombre con el que fueron conocidos estos títeres de guante en Granada que en otros lugares eran denominados guiñoles o marionetas. A continuación agradeció la donación tanto del escenario como de los muñecos que el Centro Artístico que lo acoge «como un recuerdo a esas personas que fueron representando por todos los pueblos haciendo las delicias de los más pequeños.
«En Granada la representación de los cristobicas se hacía en el Corpus en la plaza Bibrambla, tradición que se ha perdido y que me gustaría recuperar por lo menos con una sesión. Todo lo que esté en mi mano para recuperar esta tradición, el Centro Artístico lo va a hacer». Por su parte, Francisco Muñoz, rapsoda, actor y donante de las marionetas explicó el origen del nombre de cristobicas y chacolines. Del primero indicó que arranca de cuando García Lorca recuperó la tradición de los títeres de cachiporra entre los que tenía «un personaje protagonista que se llamaba don Cristóbal al que le arreaban castañazos por todas partes».
Marionetas que desaparecieron y pasado tiempo, a finales de los 50, un titiritero vizcaíno Talio (Natalio Rodríguez, padre del famoso ventrílocuo José Luis Moreno y maestro de Mari Carmen Villaseñor, conocida como artísticamente como Mari Carmen y sus muñecos), tenía durante el invierno su sede permanente en un teatrillo de guiñol instalado en el parque del Retiro de Madrid y aprovechaba los veranos para traer sus espectáculos por Andalucía. Entre sus muñecos tenía un protagonista de nombre Chacolí,«según unos en recuerdo del vino de su tierra y por extensión al resto de muñecos se les llamaba chacolines. Las últimas cuatro o cinco décadas del siglo pasado fue cuando Pedro Gómez Montero representaba en la plaza Bibrambla y la gente decía vamos a ver los chacolines». Chacolines que han llegado a nuestros días bastante bien conservados a pesar de los años que tienen.
En el año 1961, el escritor, poeta y periodista Rafael Gómez Montero, a la sazón director de La Voz de Granada, de la cual era colaborador Francisco Muñoz, con el que llegó a tener una gran amistad se le ocurrió «una idea monstruosa» como fue la de estrenar los títeres de cachiporra en Fuente Vaqueros, tierra de García Lorca, iban a colaborar Alfonso Paso, también Salvador Dalí, en el programa; el granadino Antonio Moscoso en la elaboración de los trajes; con fondo musical de Manolo Cano, y el pianista García Carrillo, sobrino y alumno de Manuel de Falla y Benjamín Palencia iba a hacer el cartel, todo ello bajo la dirección de Rafael Gómez Montero. La representación se iba a llevar a cabo con un gran guiñol de su hermano Pedro Gómez Montero, discípulo de Ángel Echenique creador del teatro guiñol en TVE y Radio Intercontinental de Madrid. Sin embargo,el 19 de enero de 1962 la Sociedad de Autores envía una carta en la que se le decía que «por la presente lamento informar a usted que por los herederos de García Lorca ha quedado desautorizada toda representación, radiación o grabación de la tragicomedia títeres de cachiporra».
Francisco Muñoz recuerda que Rafael era el hombre de las ideas y su hermano Pedro era quien las materializaba, tal y como hizo también con la revista Calle Elvira. Igualmente que su mujer Mari Paz comenzó a colaborar con él para hacer los vestidos de los muñecos llegando a barajar la idea para que no se perdiera la tradición, junto con el concejal Castillo Higueras, de llevar los muñecos para que aprendieran su manipulación los alumnos de la Escuela de Arte. Al fallecer Pedro, al poco tiempo también enfermó su viuda que antes de marcharse a Ávila con su hermana, llamó a Francisco Muñoz para decirle que Pedro le había pedido le entregara esos muñecos «pues sabría qué hacer con ellos».
Muñecos que han estado cuatro o cinco años en su casa a los que su esposa lavó los vestiditos y planchó y que ahora llegan donados al Centro Artístico para quedarse pues esta «institución es notario de la cultura de Granada» y con el deseo de «que no pasen al ostracismo pues de alguna forma quiero que quede constancia del esfuerzo de esta pareja por llevarlos a todos los pueblecitos de la provincia durante más de cuatro décadas para arrancar las risas de los pequeños y las alegrías de los mayores».
El acto finalizó con la proyección de un pequeño vídeo en el que se explicaba el origen de la palabra guiñol utilizando imágenes de los cristobicas. La donación e historia de estos históricos chacolines de Pedro Gómez Montero y Mari Paz Prieto Tomás fue recogida por Iván Cantoria en un artículo publicado en el número 9 del Boletín del Centro Artístico, presentado al público en el Salón de Actos del Ayuntamiento de Granada, el pasado 7 de noviembre.