Fijaros que incluso los Magos necesitaron de la luz para llegar felizmente a destino: “Porque vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle” (Mt 2,2).
Después de varios años de lejanía, mis “paseos” por la ciudad me han llevado a la Zona Norte. Dos noches que, os lo aseguro, han marcado un antes y un después en mis sentimientos y en la forma de entender –dejando a un lado la intelectualidad de salón– las realidades cotidianas que arropan a los derechos humanos.
Tiempo atrás, fue un alcalde quien me mostró con exactitud una situación irracional y cuya solución era inaplazable… Ahora, ha sido un hombre de Dios quien ha venido a remover mi espíritu; y no sólo con su voz, sino también dejándome escuchar la palabra sabia de los habitantes de aquel “apartado”, muchos de los cuales no quieren (ni pueden) abandonarlo.
Entre otras muchas cosas, he reforzado mi empecinamiento sobre la necesidad de cambiar algunos “epígrafes” en los presupuestos municipales: farolas –que iluminen de verdad–, asfalto –que permita caminar sin tropiezos–, limpieza –que mantenga a diario la salubridad–, seguridad –que evite las injusticias–, etc.; todos esos “pequeños elementos” de los que otros barrios disfrutan de forma natural… Pues soy de los convencidos que la convivencia necesita, con carácter primigenio, un entorno adecuado donde poder desarrollarse y alcanzar su nivel óptimo de eficacia.
La distribución adecuada de los recursos, sean muchos o pocos, siempre debe venir en razón a las necesidades reales de la ciudadanía; nunca como contraprestación a un número de votos o como pago a las adhesiones inquebrantables.
Sí, hay que luchar contra los “cortes de luz”, pero también hay que plantarse contra los “recortes” interesados en la coexistencia. ¡Que la Equidad es principio de la Justicia –ambas con mayúscula–!
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de
Ramón Burgos
Periodista