Independientemente de tu forma de ser u opinar, condición sexual, social o económica, todo ser humano debe luchar por unos objetivos.
Si hablamos del término como sinónimo de destino o meta, hemos de ser conscientes acerca de la necesidad de lucha (evitando el conformismo improductivo, así como el daño que podemos generar a otras personas).
Lejos de egoísmos que no conducen a nada, soberbia como pecado capital presente en muchos de nosotros (quienes conviven haciendo la zancadilla a nuestros prójimos) u otros vicios definitorios, dediquemos los esfuerzos a ser autosuficientes (quienes trabajamos como enseñantes hemos de despertar la vocación en el alumnado).
Las generaciones futuras han de tener clara su inclinación hacia determinado estado, carrera o profesión
Así, las generaciones futuras han de tener clara su inclinación hacia determinado estado, carrera o profesión. En este sentido, y, siempre, desde mi humilde punto de vista, considero un grave error guiar a quienes se encuentran perdidos (no tienen claro cómo proceder).
Si nos atenemos al origen del término vocación, hemos de recurrir al latín (madre del castellano). «Vocatio» se entendía como la llamada de Dios para realizar alguna tarea o simplemente para predicar su palabra (aplicada a los religiosos).
Compromiso y responsabilidad deben ser palabras con contenido (no vacías) en el día a día del alumnado.
A todos/as quienes lean estas líneas, les diría que tengan la motivación necesaria para ser felices en aquello que decidan hacer. La perseverancia es otra palabra que no debemos abandonar.
En definitiva, el éxito reside en no tirar jamás la toalla, tener y mantener una serie de objetivos (realizables y nunca utópicos, si el esfuerzo es una seña de nuestra identidad), porque así y solo así, podrás cumplir todo cuanto te propongas en la vida.
Que mis deseos no caigan en saco roto.
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Profesor de ESO