Llega septiembre y la apertura de las escuelas sigue sin aclararse. La pandemia que provocó su cierre continua activa y las medidas anunciadas desde la mayoría de las comunidades autónomas no ofrecen seguridad de que sea posible un inicio de curso de forma presencial.
En general, no se han aumentado los recursos ni se ha potenciado la coordinación entre las diversas administraciones que inciden en la vida escolar, y en varios territorios se ha derivado en los equipos directivos toda la responsabilidad sin ofrecerles apoyo ni asesoramiento.
Denunciamos que al hablar de cómo organizar provisionalmente el inicio de curso, estamos desviando la atención y olvidando que lo que realmente necesitamos es repensar una alternativa para, al menos, todo un curso.
En marzo, ante la novedad y la incertidumbre, el derecho a la salud, entendiendo salud como ausencia y prevención de enfermedades, fue el elemento clave que acarreó el cierre de escuelas.
El derecho a la salud debe ser compatible con el derecho a la educación, entendida ésta como resultante de unas vivencias de aprendizaje colectivo y no meramente una mera transmisión y adquisición de contenidos académicos. Para la infancia y adolescencia, la escuela, con todo lo que aporta de relación, de aprendizaje ente iguales, de contacto presencial, de movimiento y juego, de compensación de situaciones de desigualdad, etc., es un elemento fundamental de su bienestar. Y sin ella, no podemos hablar de cuidar la salud de gran parte de las criaturas y de sus familias.
En estos meses han surgido bastantes informes de diversas asociaciones y organismos (desde Save the Children hasta la ONU) que ponen su mirada en los perjuicios y daños que han supuesto las escuelas cerradas para un amplio porcentaje de población infantil que no disponen de un entorno y unos medios suficientes para una vida digna.
Llama la atención y sorprende, que mientras en los parques, plazas o playas los niños y niñas juegan y se relacionan, se plantee que eso no es posible en las escuelas. Por otra parte, la economía hace que los adultos se reincorporen al puesto de trabajo, se utilicen los transportes públicos y se permita la apertura de centros de consumo. Y al mismo tiempo, ante el riesgo de contagios, se ponga en duda la reapertura de los centros.
Una escuela cerrada agranda las diferencias y ahonda la pobreza. La falta de recursos en tecnologías o de apoyo personal, hace que la desigualdad todavía se acentúe más en el alumnado con discapacidades, y en el más desfavorecido. La desigualdad produce mayor desigualdad.
Entendemos que la vuelta a las aulas es importante y necesaria. Es algo que no admite discusión y debe considerarse como un servicio esencial. Y por tanto es cuestión de estudiar de forma decidida el cómo y con qué recursos hacerlo. No puede ser que esta vuelta suponga un retroceso en los derechos de la infancia o un reforzamiento de la escuela tradicional y autoritaria, que condene al alumnado a la inmovilidad, a la ausencia de relaciones y a un hacer repetitivo y pasivo.
A lo largo de nuestra práctica como Escuela Moderna, hemos defendido que otra pedagogía es posible. La educación y el aprendizaje son el resultado de una convivencia democrática y participativa, donde los intereses y propuestas del alumnado toman protagonismo, donde el intercambio y la investigación del entorno, son elementos fundamentales y necesarios de la vida del aula.
En estos momentos creemos que la pedagogía Freinet ayuda y favorece la vuelta a una escuela de convivencia, basada en el cuidado mutuo y en el aprendizaje cooperativo, abriendo el currículo a la realidad vivida y cuestionando el modelo social, económico y medioambiental que nos ha llevado hasta aquí.
Es preciso, desde el principio, favorecer la participación e implicación de la comunidad educativa y administraciones locales promoviendo reuniones conjuntas, foros entre docentes, familias, sindicatos, alumnado y demás agentes educativos para el intercambio, la autogestión de los centros y la adaptación a cada realidad.
Reclamamos que se considere la educación como la actividad prioritaria e imprescindible que es. Reivindicamos que la salud sea algo más que tratar de protegerse del contagio de Covid.
Es evidente que esto requiere tomar decisiones, invertir y aumentar recursos, de forma decidida. A lo largo de estos meses desde nuestra página web (www.mcep.es), desde sindicatos, asociaciones, ONGs se han venido planteando y detallando algunas de las medidas necesarias para facilitar una mejores condiciones en esa vuelta: desde proporcionar el necesario material sanitario y de higiene; el imprescindible aumento de las plantillas de profesorado para reducir los grupos y cubrir las bajas y eventualidades desde el primer día; la ampliación de personal de limpieza y el facilitar una permanente conexión con personal sanitario; hasta la reestructuración de espacios comunes para diseñar aulas alternativas, patios con ambientes propicios para el aprendizaje y la convivencia; pasando por dar autonomía a los centros para flexibilizar horarios y estructurar el currículum de forma más adaptada a las necesidades, más integral y globalizada o por ámbitos de conocimientos.
Responder a ellas es el papel que deben asumir las Administraciones. Algunas ya lo están haciendo, otras siguen minusvalorando lo que tiene la enseñanza de servicio público, sin asumir responsabilidades y desviando la atención.
Reclamamos que igual que se están dedicando recursos y estableciendo normativas para facilitar la continuidad de la vida social y económica, también se tomen todas las medidas necesarias para ofrecer a nuestros niños y niñas las mejores condiciones de aprendizaje y socialización, en entornos lo más saludables y seguros posibles. Ninguna sociedad puede permitirse un año sin escuelas.
Teresa Flores, portavoz en Granada del
MOVIMIENTO COOPERATIVO DE ESCUELA POPULAR (M.C.E.P.)
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