Virtudes Montoro: «Septiembre: al borde de la incertidumbre»

Abres la ventana un día uno, por venir al caso, descubres que, a diferencia de otros paisajes conocidos, este sí que es distinto: por primera no sabes qué va a pasar.
De nada sirve todos los planes, objetivos, propósitos que sueles marcarte cada septiembre (volver al gimnasio con más ganas que Sansón, sacarte el B2 en un mes, perder cinco kilos en dos semanas, etc.). Ahora sabes a ciencia cierta que no puedes ni planteártelo.

Ante estas inciertas y borrosas vistas que se nos presentan tras el vitral; ¿qué hacemos?

La incertidumbre se ceba con cada uno de nosotros, nos queda aceptarla, con valentía y arrojo.

Nuestra realidad ha cambiado, no se trata sólo que vayamos obligatoriamente con un bozal azul por las calles, (que por otro lado es lo mejor que nos ha podido pasar) para frenar, de alguna manera, esta pandemia sanitaria que es mucho más que eso, es social, cultural, económica, psicológica, etc.

¿Qué va a pasar a nivel académico, a nivel económico? ¿Volveré a cerrar mi empresa (se preguntarán algunos), perderé mi trabajo? Qué hago con mis hijos, ¿los llevo al colegio? ¿Es seguro volver a mi trabajo?

¡Ay!, lejos queda ese estrés postraumático, portada de septiembres pasados, esa vuelta al cole normalizada que era llevada con resignación, sobre todo económica, por los padres y que era motivo de celebración de editoriales y grandes almacenes. Ahora nuestros ojos se abren como platos: “La Vuelta al Cole bajo la guadaña”, podría ser un título digno de la película de terror que describe lo que estamos viviendo.

Y así nos hallamos, sin saber qué hacer ante este futuro incierto. Nunca lo hemos sabido, pero nos creímos a salvo al pensar que lo teníamos todo controlado, que nuestra vida, con sus monotonías, era un refugio seguro, que cada cosa estaba en su sitio y que cíclicamente se repetirían los predecibles inicios y finales programados.

La única verdad es que somos náufragos equilibristas que pasan por la vida de puntillas, rozando a cada instante, el filo de la guadaña

Da miedo pensarlo, sí, mucho, es muy difícil transformar este pánico en motor de transformación personal, pero no imposible.

Os propongo cómo podemos saltar, sin red, disfrutando de cada salto, este devenir vital:

    • Acepta el miedo, habita en ti, es un importante indicativo de que algo está cambiando y que debemos transformar nuestra percepción de la realidad. Si te alías con tu miedo, si no huyes ni corres, aprendes a afrontar nuevas situaciones con claridad. Invita a tu miedo a un café, a pasear. Acomoda el rugir que te provoca en tus entrañas, se acabará yendo, dejándote mucha sabiduría.
    • Tu cerebro te engaña, ves el futuro lleno de tragedias, oscuras e insolubles, pero por fortuna, la realidad nunca es tan catastrófica como te la imaginas. Las cosas no van a ser tan negras, debes estar seguros de ello, créetelo.
    • Vuelve la vista atrás y mira cuántas cosas has solventado, cuántas situaciones complicadas y difíciles has saltado. Eres un sobreviviente nato, cree en tu fuerza, ten la certeza de cuán inmensa es.
    • Saberte solo y perdido hará que te encuentres, que sepas qué hacer, qué personas buscar y qué caminos elegir y recorrer.
    • Ama, ama y ama la vida y sus vaivenes, confía en ella. Ten la convicción que todo lo que te pasa es bueno, que cada tragedia supone un paso que te da la oportunidad de ser una persona más completa, más sana, mejor. Cuesta mucho entender esto, pero vale la pena planteárselo. “Todo está bien como está”.

No sabemos lo que se nos viene encima, pero el sol seguirá su curso, las caprichosas nubes nos mirarán desde su altura, anonadas, la tierra seguirá su danza circular, la luna seguirá acechándola. El universo seguirá su expansión, las hormigas seguirán trabajando unidas, observándonos y pensando: ¿Qué buscan estos humanos solos y despistados?

Y un día nos iremos, desnudos y solos, ese será el acontecimiento más importante de nuestra vida, marcará si vivimos acorde a nuestro propósito, desde la responsabilidad que nos otorgó la libertad dada. En ese momento, en la última exhalación, solo querremos saber cuánto hemos amado y si amamos bien.

Estamos a tiempo de hacer las cosas bien, de arrimar el hombro y ayudarnos en este ciclo frágil y desconocido. Quizá esto es lo único que debemos saber ahora; ¿cómo ayudar al otro para ayudarme así, a mí?

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Virtudes Montoro López

Psicóloga especializada en Mindfulness y
Terapia de Aceptación y Compromiso

 

Redacción

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