La inmensa mayoría de los escolares, han estado impacientes por volver a clase, a pesar de las incertidumbres de este inicio de curso. Con toda seguridad, la prioridad que tenían en sus mentes, era el reencuentro y el abrazo con sus compañeros y compañeras. Sin desdeñar que este fuera también el deseo, del profesorado y familias, es probable que el orden de las prioridades para ellos hayan sido otras.
Tras el confinamiento de la Escuela en el pasado curso, ha habido muchos análisis y debates, sobre las respuestas que ha dado la institución escolar durante la pandemia. La escuela reaccionó como pudo y supo, ante una emergencia tan grave e inesperada. Las tecnologías han permitido mantener vínculos suficientes, para posibilitar ciertas enseñanzas. La equidad sin embargo, no ha sido la misma para todos y todas.
Es sabido, que aunque estén estrechamente relacionadas, educar y enseñar no son la misma cosa. Siempre que de educa se enseña, pero no siempre que se enseña se educa.
Nadie puede discutir la importancia de los aprendizajes escolares de las distintas disciplinas, como elementos fundamentales de la instrucción personal y social. Sin embargo la Escuela debe tener otra función, que tiene que ver con la formación social, moral, y emocional de las personas.
La historia de la escolarización, nos ha mostrado como la función de instruir de la Escuela, ha sido claramente la más importante, desde que empezó su generalización hasta nuestros días. Desde hace algunas décadas sin embargo, los avances en psicología, pedagogía y neuroeducación, vienen proclamando la importancia de las emociones y los afectos, como mimbres imprescindibles para tejer un conjunto de valores. Dicha importancia no solo es necesaria para conseguir una educación integral en las personas, sino que hoy sabemos, que sin emociones los procesos de aprendizaje, son menos relevantes y son más limitados.
Me gusta decir, que la Educación debería ser útil para la vida de las personas, pero también que les ayude a ser felices.
La Escuela debe ser útil eligiendo en cada etapa educativa, aquellos contenidos que permitan a cada persona, reconocer e integrarse en su mundo, dándole la capacidad de análisis y crítica sobre los problemas que le rodean. La manera de hacer posible ese primer objetivo, es una cuestión importante y tiene que ver con el cómo construimos el conocimiento. Es decir el modelo pedagógico que utilicemos.
Apostamos por procesos de aprendizaje, que siempre que se pueda, partan de los intereses del alumnado, que busquen la globalización de los saberes, que posibiliten la construcción autónoma del aprendizaje y que promuevan la creatividad, la investigación, las emociones y los afectos.
La búsqueda de la felicidad debe ser el otro gran fin de la Educación. Todos y todas necesitamos ser queridas, valoradas y la Escuela debe ser un lugar fundamental donde esto suceda. Para lograr este fin, los docentes tenemos que amar nuestro trabajo, que al mismo tiempo es amar a las personas que educamos. Si no es así, es posible que instruyamos, pero no educaremos. Es por eso que se dice, que Educar es amar.
Nuestras clases deben tejer redes, donde las emociones y los afectos puedan expresarse y una vez que lo hagan, sean tenidas en cuenta y cuidadas. Hay muchas maneras de crear esas redes. La primera debería ser el respeto a cada persona como ser singular y único. Nosotros los docentes, debemos de ser los primeros en actuar coherentemente en nuestra práctica. A partir de ahí, debemos ser los garantes de que ese respeto a la diversidad se lleve a cabo en las clases.
Nuestras clases deben ser espacios donde, en cualquier momento, se puedan manifestar todas las emociones y sentimientos con libertad. De una manera más ordenada, las asambleas son instrumentos muy útiles y necesarios.
Cuanto más flexible y globalizada sea nuestra organización escolar, más fácil se producirán momentos para la comunicación oral, escrita o estética libre, como formas de expresión de los sentimientos y las emociones. Sabemos con toda certeza que existen, lo que tenemos que crear, son las condiciones adecuadas para que puedan ser expresadas. La Escuela en ese momento, además de ser útil instruyendo, se convierte en un lugar donde lo emocional es esencial. Es posible que para bastantes niños y niñas, no solo sea un lugar más donde eso sucede, sino el lugar más importante.
En este inicio de curso se han dado instrucciones, que para muchas y muchos han sido, tardías e insuficientes. Esas instrucciones son sobre todo de índole sanitario, distancias de seguridad, clases ventiladas, mascarillas, lavado de manos y grupos estables de convivencia, también llamados “burbujas”. La comunidad educativa echa en falta y exige, aumentos importantes de profesorado, que permitan bajar las ratios de los grupos, para que sea de verdad posible, el mantenimiento de la distancia de seguridad dentro del aula. Estas medidas son necesarias, pero no son suficientes.
Para los que defendemos una Escuela educadora, que cuide de las emociones y los afectos, echamos en falta que no se hayan dado ningunas instrucciones pedagógicas, que faciliten lo más posible, esta presencialidad de los afectos. No creo que sea un olvido, sino que simplemente, no se creen necesarias , ya que lo que se pretende es dar respuestas a esta “nueva normalidad escolar”.
Durante los momentos más trágicos de la pandemia, todos nos preguntamos o comentamos con los demás, si saldríamos mejores personas de esta enorme crisis. Hoy tenemos ya algunas respuestas, que para mí, no son demasiado alentadoras. Con la institución escolar puede pasar lo mismo. Tenemos la oportunidad de cuestionarnos si el modelo de enseñanza que tenemos, debería cambiar de manera importante, o solo conformarnos con recuperar la nueva/vieja normalidad escolar.
Plantear este dilema, tal vez pueda parecer innecesario o utópico. Pienso que es necesario y que es posible. No se trata solo de mejorar los dispositivos digitales de los centros y la calidad de las redes, sino de analizar si los currículos que imparte la Escuela, son los más útiles, si las maneras de enseñar son las más apropiadas, si los libros de texto deben tener un papel tan relevante, si las maneras de evaluar deben seguir siendo las mismas, si las emociones y los afectos están suficientemente valorados, en una Escuela que debe dar una formación integral e inclusiva con la diversidad.
A modo de resumen. La presencialidad en la Educación es imprescindible. Las emociones y los afectos son expresiones esenciales de los seres humanos y por ello la Escuela tiene que posibilitar que afloren y debe mimarlos para que crezcan. Para que esto se consiga, no son lo mismo un tipo de enseñanzas u otras.
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licenciado en Historia, ha sido maestro e Inspector de Educación.
Escribe artículos, realiza vídeos y es autor de libros sobre temas de Educación,
entre los que destacaría “La Investigación del Medio en la Escuela”.