Granada –como otras muchas ciudades, no lo oculto– está sangrando… Parece como si los celos, el acoso y la muerte patentes en la obra poético-teatral “Bodas de sangre”, de Federico García Lorca, retomasen –por desgracia infinita– las nunca olvidadas sombrías pasiones que nos afectan a los seres humanos.
Tiempo atrás, sobre el escenario del Teatro Isabel la Católica, os recordaba que la medalla de oro que tenía en mis manos era también el reconocimiento al quehacer, bien ejecutado, de muchos “aventajados”, con los que compartí trabajo y experiencias, en pro del desarrollo social e igualitario (…) y, cómo no, el debido a todos los hombres y mujeres que han luchado y luchan por un porvenir mejor, hayan nacido donde hayan nacido, pero que se enorgullecen día a día de nuestra urbe y se empecinan en hacerla más habitable y solidaria, sin distinción de razas, sexo, ideas o religiones.
Y ahora, años después, no puedo sino repetir aquel “canto de esperanza” –esa era mi verdadera intención–, manteniendo, una vez más, que “sólo la fuerza del amor puede vencer cada batalla de esta guerra”.
Insisto, sin miedo alguno a la reiteración, que ha llegado el momento de la reunión, el tiempo de la conciliación, evitando así que sigamos en la indefinición constante de observadores impenitentes, de protestones sin ton ni son; siempre a la espera de que otros resuelvan nuestros problemas.
Nosotros –cada uno de nosotros– podemos y debemos ser “conductores de personas e ideas”, tanto en cuanto entendamos nuestra misión de ser miembros activos de una sociedad comprometida e inmersa en un territorio que abarca todo el mundo conocido, sustentando la unidad para el desarrollo igualitario –“Cuarta Cultura”–: el imprescindible esfuerzo común que, estoy seguro, va más allá de cualquier experiencia anterior, y que evitará que nos consumamos en inútiles discusiones de patio de vecinos que nunca se arreglan a las leyes o a la razón.
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de
Ramón Burgos
Periodista