Quien se adentre en esta exposición se encontrará con unas imágenes que hacen referencia a través del lenguaje infantil al mundo de la memoria más primitiva, el de la infancia. Para su autor algunas obras hacen incursión en unos recuerdos que, a veces son dolorosos y otras forman parte de un recuerdo íntimo y entrañable, pero que “en definitiva son los recuerdos que nos hacen ser lo que somos, cómo actuamos, lo que decimos, el cómo vemos la realidad y cómo nos comportamos, tiene que ver con lo que hemos vivido y que ha quedado grabado en nuestra mente a través de las distintas etapas de nuestro crecimiento”. Señala que aunque no es psicólogo ni psicoanalista con el paso de los años se va dando cuenta de que “hacia donde voy tiene mucho que ver de dónde vengo”.
Así, por ejemplo, “Memoria de la pizarra” es el acrílico y óleo sobre tabla que ha servido para cartel de la muestra en el que se puede observar una niña en período escolar sentada en un pupitre marrón, con un fondo del color de la pizarra verde sobre la que aparecen unos trazos infantiles. En frente la personal visión de la foto tradicional que se hacía a los escolares con un libro abierto señal de buen estudiante y un mapa de geografía política con las antiguas regiones españolas. Y en un rincón ‘La casa azul’ también de la iconografía infantil con la que pretende transmitir cosas que han quedado grabadas como el maltrato y la violencia doméstica. “Se trata de una casa con trazos infantiles en la que aparece una chimenea incendiada. A través del cristal de una ventana oscura se puede ver una mujer que grita para lo que he utilizado el arquetipo de Munch”, explica Morego.
En otros cuadros aborda las típicas fiestas de cumpleaños o la ilusión del regalo de Reyes que “vivíamos con una explosión de júbilo en la mañana del 6 de enero cuando se salía a la calle a jugar con el balón o la bicicleta,…” añade este pintor que en la búsqueda de su lenguaje personal ha atravesado varias distintas etapas. Así si en la década de los 80 trabajó con el grupo La Miga en el movimiento pictórico que se vino a llamar arte arábigo andalusí, de estética cercana al arte islámico, en los 90 con este mismo colectivo, especialmente con Jesús Carlos Cardenete y Rodríguez Flores abordaron otro tipo de trabajos en búsqueda de unos espacios vacíos, diáfanos y abiertos. A partir del 2000 con el cambio de milenio fue cuando comenzó unos primeros ensayos utilizando los dibujos, signos y símbolos procedentes del lenguaje infantil anterior a los 6 o 7 años, antes de que se pierda la ingenuidad propia de esa edad. “Lo fui incorporando a algunas pinturas y vi el lenguaje visual y la fuerza que tenían esos símbolos sacados del contexto escolar. También que se podían decir cosas a través de la supuesta inocencia infantil que de que de otra forma podrían resultar hirientes y ser mucho más dolorosas”, aclara.
Arte para reflexionar
Así mismo resalta que una de sus preocupaciones ha sido siempre que en los cuadros hubiera un mensaje, un asunto, que transmitiera algo al espectador que no sólo fuera el aspecto decorativo del cuadro el que predominara en la obra. “Siempre un asunto que hiciera reflexionar al espectador sobre algún aspecto”, puntualiza. También cómo hacia el año 2005 se produjo un cambio en su vida personal, la proximidad de los 50 años y conocer a unas personas le hizo que comenzara a ver la vida y su ora de otra manera. “Un reflejo de este cambio fue lanzarme a esta etapa en la que me siento por ahora más cómodo. También he encontrado un lenguaje muy personal, reconocible como mío que me da fuerza para seguir trabajando”, añade.
Religión
Mientras nos cuenta todo esto llegamos a otra de las salas donde se exponen los cuadros de mayores dimensiones lo que da pie a explicarnos que según los espectadores es uno de los aciertos de la exposición ya que al agrandarlo a casi dos metros descontextualizar el dibujo infantil y lo convierte en una verdadera explosión de color, formas y mensajes. En algunos de los cuadros los recuerdos están vinculados con la religión. Este es el caso del titulado ‘Castigo de Dios’ que muestra el arca de Noé del que nos comenta que “la religión nos marcó de pequeños nuestras vidas. He recuperado el pasaje bíblico del castigo divino. Para documentarme he visto muchos ejemplos de autores que han abordado este asunto en el que nadie había reparado en la fauna acuática que yo he recuperado intentando ser original tanto la microscópica como la macroscópica”. En la sala contigua, dentro de vitrina se muestra su versión muy personal de San Sebastián, con el que ha pretendido brindar un sentido homenaje al malogrado artista granadino, Javier Castro, que en sus últimos años trató con insistencia este tema.
En otros casos el recuerdo está vinculado a espacios de ocio desaparecidos como el cine de Bellavista ante el que una espectadora reconoció haberse emocionado y soltar alguna lágrima, pues vivía justo encima de este cine de verano albaicinero destruido para construir una vivienda familiar. “Para el que por entonces vivía en este barrio fue un espacio lúdico, pero también un cenáculo de familias, de amistades y de parejas”, señala. Entre otros cuadros pintados el pasado año, -22 de los 25 son creaciones de 2013-, aparece un llamativo quiosco de prensa que en realidad es un homenaje a los chupachups, esos caramelos con palito que atrae a los pequeño y del que pintor le llamaba la atención el espacio tan reducido en el que pasan tantas horas los quiosqueros. Aprovechamos para preguntarle el precio de sus cuadros a lo que responde que es “el habitual en un pintor que no tiene una firma de renombre. Estamos hablando entre los 300 y los 1.800 euros, aunque en esta exposición no están a la venta por tratarse de un espacio público”. Así mismo, este artista plástico que cuenta en su haber con cerca de 70 exposiciones, entre colectivas e individuales, explica que cuenta con página web ( www.morego.es).
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