Para estar mal, de mal humor, sin ganas de hablar. Date permiso para reflexionar, para procurar lo mejor para ti.
No reprimas ni una sola lágrima, abraza tu tristeza. Defiéndete del daño ajeno, con bellas palabras.
Date permiso para conocerte y quererte mucho, sé lo primero, eres lo prioritario. No hagas aquello que no desees solo por agradar.
El amor hacia uno mismo, una sana relación interna, puede hacerse realidad un día, ese entiendes que todo valió la pena, que aquello por lo que tanto sufriste, te hizo ser quien eres y cuando ves, con absoluta claridad, que aquello que pensaste era un error, fue el mejor acierto de tu vida.
Al entenderte y comprenderte, la culpa no tiene cabida, empiezas a hablarte con dulzura, te sonríes, sabes de ti, de la grandeza que eres.
Puede que un día te encuentres perdido, te olvidaste tanto de ti que no sabes dónde estás; la vida te devuelve una realidad, a modo de fotografía, que no reconoces. No te ves en ella.
Quizá no sea tan tarde, vuelca aquello que no quieres, que no es para ti, encuentra tu sentido vital, ese que sí te pertenece. Camina despacio, hasta que te sientas cómodo en la tierra que pisas, sabrás que es tu sitio porque ya no pretendes llegar.
Cuesta esto, un poco, creemos que nunca estamos preparados, que hay que llegar más lejos, que tenemos que llenarnos de éxitos: profesionales, económicos y que sin ellos no somos nada. Nos hacen creer que somos unos inválidos peones que solo sirven para consumir y que como todo, la felicidad también se compra, y además, que está de rebajas.
Date permiso para darte permiso, para tener tiempo para ti antes que para nadie. La vida sabrá así que estás preparado para amar, entonces, todo estará bien, todo será perfecto.
Amarse, sí, en tiempos de cólera.
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Psicóloga especializada en Mindfulness y
Terapia de Aceptación y Compromiso