Siento verdaderamente que la conclusión
fundamental a la que ha llegado este libro,
esto es, que el hombre desciende de una forma
inferiormente organizada, resulte a muchos
altamente desagradable.
(Charles Darwin, El origen del hombre)
Hace ya bastantes años que conozco al profesor Martínez-Navarro, uno de los mejores y más brillantes paleontólogos españoles cuya gran carrera académica, vasta producción científica y contribución a la misma acreditan sobradamente los adjetivos que califican al sustantivo principal definitorio del sujeto de esta oración, es decir, paleontólogo. Sin embargo, para éste que escribe eso no es lo principal, lo fundamental, lo más importante, lo mollar –como se diría en mi pueblo, Caniles provincia de Granada‒ es que su brillantez en el campo de la excelencia tan sólo es superada por su desmesurada bondad, cuya calidad y altura humana no conoce límites. Es por ello, que antes de llamarlo profesor o doctor prefiero, y para mí es mucho más natural, llamarlo amigo con todas las enormes implicaciones éticas que conlleva ese sustantivo tan importante y que, además de ocupar un destacado lugar en el diccionario de la RAE, debería igualmente ocuparlo en el interior de nuestro corazón.
Recientemente, mi buen amigo, Bienvenido Martínez-Navarro, ha publicado un ensayo de divulgación científica titulado El Sapiens asesino y el ocaso de los Neandertales en la editorial cordobesa Almuzara. Lógicamente, yo no voy a realizar una crítica científica a su contenido ni a las tesis que en el mismo se argumentan con el debido rigor que cuarenta años de carrera académica y producción científica acreditan, y otros tantos de trabajos paleontológicos por multitud de yacimientos en Europa y África certifican. Tampoco voy a realizar una crítica en ese sentido, sencillamente, porque no sabría hacerla puesto que ni mi formación académica ni mis inquietudes intelectuales están preparadas para acometer semejante empresa. Sin embargo, lo que sí me veo con cierta autoridad moral –conferida a mi persona por los años de sincera y verdadera amistad que me unen a Bienvenido‒ para realizar algunas reflexiones en torno a su texto bajo el punto de vista del Pensamiento y la Filosofía puesto que en dichos registros epistemológicos y campos del conocimiento un servidor se suele desenvolver un poco mejor.
Sin lugar a dudas, escribir la fecha del año 1859 sobre este papel, es escribir algo más que una simple data, es conjugar cuatro guarismos que conforman la numeración del año en que Charles Darwin, uno de los más brillantes y principales pensadores universales, cuyas teorías científicas supusieron una auténtica revolución y revelación para explicar el “arkhé” u origen del mundo conocido hasta el momento, publicó El origen de las especies. No nos cabe la menor duda que, a los pocos meses de aparecer la primera edición de su obra en el mercado de libros, se agotó a los pocos días puesto que se convirtió en uno de los mayores “best seller” de su época. Llegó a ser libro de cabecera –adorado por unos, maldecido por otros‒ del público lector universal más ilustrado. Obra traducida a casi todas las lenguas del mundo y que, a día de hoy, es considerada como uno de los mayores clásicos del pensamiento humano decimonónico, cuya esencia sigue en actual vigencia, e influencia es incuestionable para nuestro pensamiento científico y filosófico.
Por supuesto, no vamos a seguir hablando aquí de las excelencias y los, arduos e innumerables, debates que esta obra suscitó, así como las revolucionarias e innovadoras conclusiones a las que se llegaron en dichas discusiones científicas (Harris, 2009: 41). Conclusiones éstas que llegaron a poner en jaque la teoría creacionista defendida por la Iglesia, “que no resulta aceptable como ciencia porque no ha superado tales comprobaciones y además resulta contradicha por una enorme cantidad de datos” (Harris, 2009: 40), y, ante la evidencia científica, obligando a la misma a una reinterpretación del libro del Génesis, tras una profunda exégesis del mismo, concluyendo los susodichos exégetas que este primer libro bíblico fue escrito en sentido metafórico y no literal como hasta ese momento la doctrina oficial cristiana y el magisterio eclesiástico habían venido defendiendo, y de esa forma metafórica había que interpretarlo:
“Al principio creó Dios el cielo y la tierra. (…) Y dijo Dios: ‒Produzca la tierra vegetación: plantas con semillas y árboles frutales que den en la tierra frutos con semillas de su especie. (…) Y dijo Dios: ‒Rebosen las aguas de seres vivos (…) Y dijo Dios: ‒Produzca la tierra seres vives por especies (…) Entonces dijo Dios: ‒Hagamos a los hombres a nuestra imagen, según nuestra semejanza (…) Y creó Dios a los hombres a su imagen; a imagen de Dios los creó; varón y hembra los creó.” (Gn 1,1.11.20.24.26.27)
Como ya hemos dicho anteriormente, “la Biblia no es un libro de información científica. (…) Lo importante en estos relatos no es la narración del hecho, sino las enseñanzas religiosas que nos quieren transmitir. La Biblia no tiene autoridad científica para decir “cómo” apareció el universo, pero sí tiene autoridad moral para decirnos “por qué y para qué” existen el mundo y la vida. Ésta es la enseñanza que debemos buscar en sus relatos.” (Cortés et al, 2007: 37) Nos dice Bienvenido al respecto: “las creencias religiosas escritas en la Biblia sobre el diluvio universal y la aparición de nuestra especie, y las demás, entran en una discusión científica y filosófica que se ha mantenido álgida hasta nuestros días.” (Martínez-Navarro, 2020: 45)
Y para muestra de lo que estamos diciendo, pondremos algunos ejemplos, sobre el debate creacionismo y evolucionismo, o lo que es lo mismo, Creación vs. Evolución, que, asombrosamente y a pesar de la evidencia científica, ha llegado hasta nuestros días.
En cierto sector de la población norteamericana donde el puritanismo, propio de protestantes luteranos, mormones, evangélicos…, presenta un hondo calado social, es el mayor propagandista de la teoría creacionista (acientífica). Es más, en un capítulo de la popular y genial serie de dibujos animados norteamericana, “The Simpsons”, parodian este debate con la magistral e hilarante forma a la que tienen acostumbrados a todos sus fieles seguidores entre los que, confieso, me encuentro. Siguiendo las más que acertadas palabras del maestro de maestros: “la visión de cómo eran los neandertales ha pasado por muy diversas interpretaciones, que han estado especialmente ligadas a las concepciones filosóficas dominantes en cada momento, influidas por un antropocentrismo religioso que, hasta bien superado el siglo XX, no ha permitido comenzar a tener una interpretación objetiva, o próxima a la realidad, que muestra el registro fósil.” (Martínez-Navarro, 2020: 45)
Otro ejemplo más que podemos poner es la aparición del ensayo de Bienvenido Martínez-Navarro, ese sí, objeto y sujeto a su vez de esta reseña. Nos encontramos, en los estantes de las mejores librerías españolas, un libro cuyas ilustraciones de portada y su título, más aún, llaman poderosamente la atención del curioso visitante, del caminante que se hace su camino al andar por las calles que transitan el corazón de la ciudad, en busca de su destino, como lo hace aquel galeón que navega a contracorriente de la isla al continente. Como hemos venido explicando con anterioridad, las reflexiones, que en este ensayo plasma Bienvenido, son fruto de cuarenta años de trabajo –toda una vida profesional y académica‒ con las que mi apreciado amigo ha sentado cátedra, creando toda una escuela científica dentro del área de conocimiento de la Paleontología, y, a su vez, podemos atrevernos a decir, sin riesgo de yerro ni exageración de la realidad, que es heredera ésta de la más pura tradición darwiniana y método científico.
La capacidad, que Bienvenido posee, para poner en relación sus reflexiones personales con la argumentación discusiva científica, constituye el hilo conductor que hilvana el discurso de este ensayo; y los paralelismos que es capaz de establecer con las distintas corrientes filosóficas y la coyuntura sociopolítica actual y pasada referente a determinados momentos puntuales de nuestra Historia y Prehistoria. Por ejemplo, como de casi todos es conocido, uno de los principios lamarkianos, en los que se basaría la teoría de la evolución, es la adaptación de la especie al medio (Arsuaga & Martínez, 2009: 38; Tork, 2000: 56), es decir, aplicando este principio a nuestra especie que se va adaptando “en función de la latitud, altitud y climatología donde vive o ha vivido cada una de las poblaciones que la integran (…) para definir las características que diferencian a los distintos grupos humanos, mal llamados tradicionalmente razas, que ha producido en muchas ocasiones rechazo de unas poblaciones a otras, supra valorando las diferencias entre ellas y provocando el racismo y la xenofobia, en la creencia en que unas son más importantes, más inteligentes, más guapos, más cercanos al ser supremo, etc. (…) El genocidio nazi contra los judíos, gitanos y otras etnias humanas, o más recientemente el genocidio de los tutsis por parte de los hutus en Ruanda.” (Martínez-Navarro, 2020: 63) Una impresionante reflexión que nos parece fundamental para aportar un eslabón más a la casuística que ha desencadenado por una parte de la población humana el genocidio de otra (holocausto) por cuestiones étnicas, religiosas, sociales, políticas o económicas. Podemos llegar a la conclusión que “los humanos no sabemos vivir fuera de nuestro grupo. Es una ventaja evolutiva por la que hemos pagado un precio muy alto en guerras y matanzas.” (Del Molino, 2016: 15)
No obstante, en la misma tónica dominante, y con el mismo leitmotiv discursivo, Bienvenido nos invita a reflexionar sobre cuestiones muy trascendentales para la actual supervivencia de nuestra especie “Homo Sapiens es, probablemente, la mayor plaga que haya sufrido la Tierra en su historia desde su consolidación como planeta. Es difícil imaginar una forma viva más dañina con el medio desde que existe vida en el globo terráqueo.” (Martínez-Navarro, 2020: 70)
Otra de las más que acertadas reflexiones, que nos regala el autor, es que “nosotros pertenecemos a una sociedad que, salvo los más ancianos del lugar, no hemos conocido la violencia a gran escala en nuestro territorio y eso nos hace pensar que este estado de paz es lo normal, lo que ha sucedido de manera habitual” (Martínez-Navarro, 2020: 138-139). Una reflexión ésta en la que se nos invita a pensar en que, desde el principio de los tiempos, homínidos, neandertales y homo sapiens tuvieron que pelear por el acceso a la comida y, cuando se produjo su sedentarización con el correspondiente abandono del nomadismo y, consecuentemente, la aparición de la agricultura y la ganadería, tuvieron que luchar por el control del territorio como si se tratase de las peleas entre leones que vemos en los documentales de National Geographic.
Nuestro antropocentrismo siempre nos ha llevado a considerar que somos la causa por la que se origina la vida, el centro del universo y que todo gira alrededor de nosotros. Por supuesto, nada más alejado de la realidad, de la evidencia científica y de la propia historia de nuestro planeta que se remonta a unos cuantos miles de millones de años. Nunca deberíamos de olvidar que “durante toda la prehistoria los humanos hemos sido una especie más, sí, singular, pero eso, una especie más.” (Martínez-Navarro, 2020: 146)
La penúltima reflexión, que vamos a comentar, es la importancia que el cambio climático y su impacto han tenido y está teniendo sobre el planeta y todas las especies animales y vegetales que habitan en él. Nos dice el autor al respecto: “el cambio climático en si no es noticia, ni necesariamente debe ser una catástrofe para nuestra especie o para cualquier otra (…) Afortunadamente, la preocupación por este tema, que todo el mundo relaciona con la conservación del medio ambiente, se ha convertido en un problema social que está ya influyendo directamente en las decisiones políticas a todos los niveles (…) por lo que se ha creado la concienciación de que debemos ser respetuosos con el planeta, pues es la casa/nave que debemos cuidar para poder vivir las actuales y futuras generaciones.” (Martínez-Navarro, 2020: 204)
La última reflexión, que está en nuestra intención comentar dentro de este texto, es la misma que aporta el autor en el epílogo reflexivo de la recapitulación final de este presente ensayo, y ésta consiste en la actual pandemia que estamos viviendo en el año 2020. Una pandemia mundial que ha provocado y está provocando demasiadas bajas –una, ya es demasiado; y cada una constituye en sí misma una pérdida irreparable que provoca una situación dramática‒ pero el ser humano ha salido de otras anteriores, mucho peores y letales por una casuística que ahora no viene al caso desgranar, como por ejemplo fue la mal llamada “gripe española”, que asoló el planeta entre 1918 y 1920, causando ésta la muerte de más de 50.000.000 de seres humanos. Por eso, suscribimos y compartimos al 100% la reflexión final con que Bienvenido concluye su ya célebre ensayo, que en sí mismo podemos ya considerar como una obra maestra de este subgénero narrativo en el panorama literario español de este atípico 2020: “La humanidad seguirá enfrentándose a grandes retos y amenazas en el futuro, pero nuestras capacidades y, sobre todo, nuestra resiliencia, son muy grandes y lo hemos demostrado a lo largo de toda nuestra evolución. Por ello, estoy convencido de que saldremos adelante, salvaremos el planeta de la destrucción total y, gracias a ello, nos salvaremos nosotros.” (Martínez-Navarro, 2020: 226)
Por último, queremos hacer una breve reflexión acerca del lenguaje utilizado, que nos recuerda al brillante uso del castellano que realizaba don Miguel de Unamuno en sus obras, y el tono divulgativo, que hace accesible al público en general, este ensayo. No pecamos de exagerados si comparamos –puesto que podemos compararlo y lo comparamos‒ el carácter divulgativo de este ensayo con algunos otros célebres ya donde el conocimiento ha sido puesto al alcance del “común”. Se nos vienen a la mente, por ejemplo, títulos como La teoría de todo del célebre físico-teórico Stephen Hawking (†2018), La vida de las abejas, La vida de las termes y La vida de las hormigas de Maurice Maeterlinck, El mundo visto a los ochenta años. Impresiones de un arterioesclerótico de Santiago Ramón y Cajal, La España vacía. Viaje por un país que nunca fue de Sergio del Molino o Jesús de Nazaret de Joseph Ratzinger (Benedicto XVI); libros estos que constituyen grandes ensayos, que ha contribuido de una exponencial manera, a la divulgación de la Ciencia, la Filosofía o la Teología.
Pues en esta misma línea debemos enmarcar ya el Sapiens asesino y el ocaso de los Neandertales de Bienvenido Martínez-Navarro. Podemos aprender mucho de este sabio, ojalá que con la lectura del mismo nos contagiemos algo de dicha sabiduría, sapiencia y erudición. Dijo Cicerón: “Al pueblo, pan y circo”. Pues siento no estar de acuerdo con el filósofo y orador Romano, me gusta más las palabras que, en cierta ocasión, pronunció un sabio anónimo: “Al pueblo, libertad y libros”.
Bibliografía:
Arsuaga, J. L. & Martínez, I. (2009) La Especie elegida. La larga marcha de la evolución humana. Madrid: Temas de hoy.
Cortés, J., Cortés, M. Á. & Forcada, S (2007) Religión Católica. Mardrid: Ed. SM.
Darwin, C. (2010) El origen de las especies. Madrid: Ed. Edaf.
Del Molino, S. (2016) La España vacía. Viaje por un país que nunca fue. Madrid: Turner.
Harris, M. (2009) Introducción a la antropología general. Madrid: Alianza Editorial.
Martínez-Navarro, B. (2020) El Sapiens asesino y el ocaso de los Neandertales. Córdoba: Almuzara.
Tort, P. (2000) “Darwin y la laicización sobre el discurso del hombre”, Asclepio, 52, pp. 51-83.
Ver otros artículos de:
Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino
Comentarios
3 respuestas a «Juan A. Díaz: «A propósito del ensayo ‘El sapiens asesino y el ocaso de los neandertales’ de Bienvenido Martínez-Navarro»»
No he leído, aún, el libro que tanto pondera, señor José Antonio. Sin embargo, el argumentario que utiliza usted en su defensa es tan brillante y tan bien escrito que, sin duda y como suele decirse «si usted lo recomienda, tiene que ser realmente bueno».
Gracias por su prosa, por su inteligencia, por su capacidad de síntesis y, sobre todo, gracias por regalárnoslo así, tan «graciosamente».
Muchísimas gracias Isidro por tus generosas y bondadosas palabras hacia mi reseña. Y, también, muchísimas gracias por compartir conmigo el amor por la «Andalucía Vacía» y rural. Un abrazo enorme.
Muchísimas gracias Isidro. Es toda una auténtica satisfacción, que alguien que comparte conmigo el amor por la «Andalucía Vacía» y el mundo rural, aprecie mis palabras con tanta generosidad como lo ha hecho usted. Millones de gracias y reciba un abrazo enorme desde la hoya de Baza.