Granada continúa paralizada en esta especie de maldición anunciada, sitiada y con unas expectativas muy poco alentadoras de cara a un futuro, que se nos presenta, cada día más incierto.
Nuestra vida prosigue llena de dudas, lenta y convulsivamente, nos despertamos sin saber qué ocurrirá y, aun así, seguimos con nuestra cotidianidad, nuestras esperanzas, nuestras alegrías y nuestras miserias.
La ciudad adormecida esconde historias detrás del COVID, historias de personas que mueren, de personas que están solas, que sufren agonías, depresiones, y para las que lo que pase fuera, no es tan grave como lo que están pasando o viviendo.
¿Cómo hacemos para no olvidar a los olvidados? ¿Sabremos después de todo esto, cuántas personas se suicidaron? ¿Cuántas personas no pudieron ser atendidas por los servicios sanitarios y murieron esperando? ¿Será noticia las empresas que quebraron? ¿Las historias de tantas familias que se quedaron sin nada, solo porque un día lo apostaron todo y fueron tan valientes para crear una empresa?
¿Cómo somos capaces, como sociedad, de ignorar todo esto, de no tomar de forma urgente, medidas, apoyos, recursos? ¿Cómo somos capaces de quedarnos pasivos ante tanto sufrimiento, de no hacer nada?
¿Quién tiene la culpa? ¿Los políticos, los medios de comunicación, los chinos?
Lo cierto es que nadie tiene la culpa, ni siquiera los políticos. Es muy fácil buscar culpables, pero me temo que somos así, la naturaleza del ser humano, a veces constructiva, en la mayoría de los casos es destructiva, narcisista, morbosa, egoísta, manipuladora, codiciosa y capaz de no hacer nada ante el sufrimiento de sus congéneres.
Pero, ¿por qué somos así? Una investigación llevada a cabo por el psicólogo Ingo Zettler ha identificado el origen común de la maldad humana y lo han llamado el “factor oscuro de la personalidad” o “Factor D”. Según esta investigación, el “Factor D” es la tendencia general a maximizar el interés individual sin tener en cuenta, de manera malintencionada, el daño que ese comportamiento puede tener sobre los demás, ni la inutilidad de su comportamiento.
Todos los rasgos oscuros de la personalidad se explican por esta tendencia psicológica a poner los intereses personales por encima de cualquier otro interés, ya sea de otra persona o comunidad, según esta investigación.
Pero también, los humanos tenemos algo que nos es único, nuestra capacidad de aprendizaje; de imaginar otros futuros: tenemos la capacidad para desaprender y la herramienta necesaria: la inteligencia.
¿Sabremos utilizarla, reponernos de tantos fracasos sociales y no volver a repetir los mismos errores?
“Muchas veces he pensado si el mal no está puesto en el Universo como un tema de trabajo y un incentivo a nuestra curiosidad”. Santiago Ramón y Cajal
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Psicóloga especializada en Mindfulness y
Terapia de Aceptación y Compromiso
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