Día 23 de noviembre, un lunes como otro cualquiera, si bien las circunstancias que estamos viviendo desde hace ya más de nueve meses son especiales.
El pasado 20 de noviembre era una fecha señalada en el calendario, una efeméride que nos lleva a rendir un merecido homenaje a todos los niños del mundo. Es cierto que hemos avanzado notablemente en pro de paliar esas diferencias notables existentes entre el denominado PRIMER MUNDO y aquellos países que siguen viviendo en condiciones tercermundistas. Pero, no es menos cierto que hemos de concienciar a las personas para que nos contagiemos todos de un virus que no es malo (a diferencia del que convive con nosotros, éste tiene el amor y la solidaridad como sus dos grandes efectos).
Hago un llamamiento a todos /as para combatir las enormes injusticias aún existentes en nuestro planeta. A mi juicio, la sonrisa de un niño no tiene precio, por lo que debiéramos contribuir en la medida de nuestras posibilidades para construir un mundo impregnado de VALORES, sin menores explotados como mano de obra barata ni mercaderes sin escrúpulos. Conozcamos las distintas formas de colaborar para que los derechos de la infancia no sean una utopía en algunos enclaves y sí una realidad constatable.
Todo niño tiene derecho a ser bien tratado, sin que nada ni nadie le ocasione daño alguno. De igual forma, el derecho a una educación ha de estar presente, sin olvidarnos de una adecuada alimentación, higiene, vestimenta y sanidad.
Porque los niños merecen y tienen derecho a recibir protección, vivir y crecer en libertad, así como han de ser cuidados y respetados (nunca discriminados o dañados), apelo a nuestra responsabilidad como adultos.
Espero y deseo que mis deseos no caigan en saco roto.
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Profesor de ESO-Bachillerato