Bajo la aparente sencillez, el poeta utiliza el lenguaje con rigor. Es la suya una poesía sustantiva en un doble sentido: porque apenas hay adjetivos y, en consecuencia, el autor va sin remilgos a la esencia, a lo esencial.
Con El mar en las cenizas (Rialp, Madrid, 2019), José Alcaraz (Cartagena, 1983) se hizo acreedor del accésit del Premio Adonais de Poesía en 2018. Magnífico libro que el autor nos ofrece como un cuaderno, alegoría de la lectura que hacemos de la vida y de lo que a ella aportamos y esta nos reporta. Ya el título nos sugiere la ceniza de las palabras, que si bien nos convierten en islas, también nos aferran como un ancla a la vida. El poeta muestra aquí sus credenciales al ofrecer al lector, en la misma portada del libro, una inversión de la lógica, que no será la primera ni la última porque ya en el interior del poemario nos topamos con estas otras: “como un cielo que vuela / hacia los pájaros” (p. 11), “La humedad de mis ojos hace que le duelan / los huesos a la muerte” (p. 13).
En metros muy variados, destaca el asunto metaliterario, la atemporalidad del verbo, en reflexiones sugerentes e ingeniosas como “Libros cosidos, / ¿qué heridas cerráis?” (p. 20). Pero también el paso del tiempo y la infancia, el vivir moderadamente, y la conciencia de la escritura bajo el signo de la imagen repetida del negro sobre blanco (p. 9), en ese empeño de fijar mediante la palabra todo signo y conciencia de lo efímero.
Bajo la aparente sencillez, el poeta utiliza el lenguaje con rigor. Es la suya una poesía sustantiva en un doble sentido: porque apenas hay adjetivos y, en consecuencia, el autor va sin remilgos a la esencia, a lo esencial.
La antítesis se erige como una de las principales señas de identidad del estilo propio de José Alcaraz y con las que se va moviendo en ese vasto territorio que son las emociones, nunca con arrebato, sino con un sentido estoicismo. Antítesis que encandilan en cuanto desconciertan en una sorprendente naturalidad: “te olvidé mucho antes de conocerte” (p. 16), “¿Con qué palabras / se manda callar al silencio?” (p. 25).
Hay imágenes plásticas, entrañables, que se gestan desde una admirable capacidad de síntesis: “Si venimos de la nada, / somos siempre el niño que corre / hacia los brazos de su madre” (p. 32).
Tampoco faltan juegos de palabras, tan del gusto del autor: “¿Y qué hago / si todo lo que hago es nada / y todo cuanto quieren todos / está hecho de todo / menos de nada?” (49). Y este otro: “Cantos que no canten / lo que es digno de no ser cantado” (p. 56).
José Alcaraz propone una lectura abierta, desnuda y personal, de modo que no sugiere título alguno; notable hondura con escueta naturalidad.
En esa deliberada libertad formal, de entre los sesentaiún poemas breves que componen El mar en las cenizas, hay algunos que contienen un simbolismo sentimental que va más allá de la pura anécdota, cuando el poeta adopta un lenguaje casi telegráfico y conversacional, pero suficiente para su comprensión y efecto.
Si bien José Alcaraz se mueve con facilidad en el versolibrismo, esto no es óbice para que el ritmo y la cadencia sean piedra angular en su concepto poético que arraiga en esquemas como el ritmo paroxítono (“La humedad de mis ojos hace que le duelan los huesos a la muerte”, p. 13). la anáfora, el paralelismo, estructuras trimembres, ocupando un lugar preferente la aliteración.
En este sentido, una prueba de la solvencia que el autor tiene sobre el ejercicio literario es esta composición de cinco versos, donde el espacio del poema es conquistado por la envolvente sensación rítmica y conceptual que, en este caso, produce la repetición del sonido nasal. Versos que delatan reposo y sosiego ante la imagen siempre inquietante de la muerte:
Escribo mucho en la cama.
Bajo las mantas se amontonan los poemas.
Simularán mi cuerpo dormido, comprendo,
cuando me marche del mundo
y aún alguien crea que sigo soñando. (p. 48)
El gran reto del poeta es poner al límite la significación de la palabra y así lo demuestra José Alcaraz en El mar en las cenizas.
(FOTO: El poeta José Alcaraz en la entrega de los Premios Adonais, 2018. Foto: Biblioteca Nacional)
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Profesor de Educación Secundaria y Bachillerato