Esta vez, y deseo que no sólo sea por hoy, la conversación con un doctor en medicina -buen amigo y consejero- no podía tener otro tema: las enfermedades del cuerpo que afectan a la mente y su ‘divulgación’ en nuestra sociedad globalizada.
La charla, por razones que sería difícil detallar, derivó de lo humano a lo divino, cuando surgió una pregunta que ambos consideramos clave (‘¿y del alma?’) sobre los efectos de todo ello en el ‘espíritu’, y, de manera especial, sobre el desconsuelo, al recordar una publicación de Hilde Sánchez Morales: «Y la tristeza, calificada por algunos analistas como ‘enfermedad del alma’, es consecuencia, al tiempo que también puede estar en el origen, de los procesos de apartamiento de lo social, de la pauperización en el ámbito relacional y personal y, consecuentemente, de la inmersión del individuo en el desarraigo e indigencia sociales».
¡ Cuántas veces tendré que repetirlo ¡ Somos -por mucho que algunos pocos se empeñen en ser ermitaños insociables- seres nacidos para la vida en común; con ideas y proyectos diferentes; pero fusionados por la supervivencia universal.
Y sólo así conseguiremos perdurar, pues como mantenía en reflexiones atrás -y lo seguiré manteniendo-: el crédito que nos dan nuestros congéneres no depende de petulancia alguna; al igual que la formación integral es enemiga de cualquier forma de copia… ¡ Que para imitar las falsedades de otros -o sustentar las propias- ya hay suficientes ‘payasos’, y no precisamente tan honestos y profesionales como los que trabajan en los circos ! Fuera de hora -hasta la tecnología se encarga de marcarnos el tiempo- nuestra coloquio (no os he dicho que lo hacíamos por videoconferencia) finalizó con otro recuerdo de Cyntia Font de la Vall: «Los sentimientos no expresados, o desbordados, claman por ser atendidos. Nos envían señales, en forma de dolores o enfermedades, para hacerse escuchar».
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de
Ramón Burgos
Periodista