Leandro García Casanova: «La Presa del Cura»

El 17 de enero, mi paisana María Fresneda colgó un video en su perfil de Facebook, sobre un tramo del rio Guardal (viene del árabe, Wadi al-Hardal, río el Ardal), a unos dos kilómetros de Castilléjar.

 «Esta es la Presa del Cura, tiene unos cortados considerables y me da miedo asomarme. Mi Manolo siempre venía a bañarse aquí, pero yo es la primera vez que vengo», dice María. En esta parte del Guardal hay un recodo, que hace un ángulo recto, donde el rio ha ido recortando el terreno y la altura del acantilado impresiona. En los años sesenta aquí había un remanso de algo más de un metro de altura y era el lugar ideal para bañarnos los zagales. Con nueve o diez años, muchas tardes de los meses de verano iba a bañarme con los amigos y la imagen que recuerdo de la primera vez que fui es que los mayores (tendrían unos tres o cuatro años más que nosotros) estaban sentados en pelota, tomando el sol sobre las losas del recodo. El agua estaba templada y entonces era transparente, yo a veces solía abrir los ojos cuando me sumergía y aguantaba casi un minuto sin respirar. También había un poco arena en la parte izquierda del río, en la solana, de manera que allí nos tostábamos al lado de los melocotoneros. Pero estaba claro que no iba a ser un paraíso la Presa del Cura.

Yo solía ir con Javier, el de la Nati (falleció hace dos años, a muchos nos asociaban con el nombre del padre o de la madre, una herencia de los árabes) y alguno más, pero a veces, cuando nos vestíamos para regresar, venían unos zagalitrones (siempre los mismos) y nos echaban cieno en la espalda, de manera que otra vez al agua, patos, a quitarnos el barro. Pero los malafollás volvían a las andadas y entonces no nos quedaba otra que coger los trapos y salir a escape por el río arriba, perseguidos por los susodichos, que no paraban de tirarnos pegotes de cieno mientras se reían. Lo pasábamos bastante mal, “¡que me dejes ya, que no me tires más barro, leche!”, les decíamos inútilmente, porque, cómo te presentabas en tu casa hecho un adefesio (nuestras madres utilizaban mucho este término, se ve que viene de la famosa “Carta de San Pablo a los efesios”, y de ahí a adefesio sólo hay un paso), porque entonces eran peores el alpargate y las broncas. Cuando cesaba la persecución, hacíamos las abluciones en el río y nos quitábamos las pellas. Otras veces, nos echábamos en la arena para tomar el sol y resulta que algún bromista había enterrado unas matas de pinchos. Eran las travesuras de los zagales y conticoneso ibas aprendiendo con los unos y con los otros. Pero, en la Presa del Cura se pasaba muy bien por las tardes, era como una piscina pública donde a veces teníamos que soportar pesadas bromas pero allí nos sentíamos libres en medio de la naturaleza y del agua, y lejos de las sempiternas órdenes de nuestros padres.

Un poco más abajo hay una especie de rampa en el cauce del río, donde se oye el rumor del agua al bajar, a la vez que se refleja la luz del sol. Sin embargo, el paisaje ha cambiado bastante, porque entonces había álamos y hierba en la ribera del río y los campos estaban plantados de melocotoneros, pero unos años más tarde los agricultores los arrancaron porque no se costeaba venderlos a los murcianos, porque les ofrecían una miseria. Los melocotones de Castilléjar tenían fama en la comarca de Huéscar por su excelente sabor. Ahora los bancales y la ribera están abandonados, hay muchos carrizos, cuando antes no había un trozo de tierra que no estuviera cultivado porque la mayoría de los habitantes vivían de la agricultura, pues prácticamente no había otro medio de vida, y tampoco existía el desempleo. Incluso el agua tiene un color azulado, cuando antes era transparente, pues en las fuentes del Guardal había truchas.

María sigue grabando el video mientras camina por la verea que discurre por la parte baja de los Barrancos. Estos cerros ofrecen un paisaje desértico, donde sólo crecen las atochas, y toma un color marrón dorado con los últimos rayos del sol; centenares de castillejanos se ganaban la vida cogiendo esparto, un trabajo bastante duro porque hay que arrancar las matas con el cogeor. Hace un par de años propuse en Facebook hacer un monumento al espartero, pero el alcalde dijo que no había dinero, cuando sí lo ha habido para otras cosas. Los esparteros forman parte de la historia de Castilléjar y es precisamente lo que nos diferencia de los pueblos limítrofes, es más, hoy muchos trabajadores siguen cogiendo esparto para cobrar las peonadas del desempleo. Recuerdo que, desde la calle del Rosario, yo veía al atardecer las reatas de caballerías por los Barrancos (a unos tres kilómeros de distancia), con los esparteros que regresaban al pueblo después de echar una dura jornada. Por eso digo que sería un bonito homenaje a esos cientos de castillejanos que tuvieron que emigrar en los años sesenta, muchos de ellos fallecieron ya, pero todavía viven paisanos que me cuentan las penalidades que pasaban. En Granada está la estatua del aguador, que es una atracción turística, en Cúllar Vega la estatua del cultivador de tabaco y así en muchas ciudades.

«Aquí está la cueva del Cura, ya no vive nadie, esperemos que algún día las cuevas se llenen de gente como antes. Esto es una hazaña, yo vivo en una cueva al otro lado del rio…», dice María. Recuerdo que una tarde, después de bañarnos, varios niños entramos en esta cueva, creo que por una ventana, y nos encontramos ocho o diez pájaros dentro. Nosotros tratamos de cogerlos, tirándoles las sandalias y lo que teníamos a mano mientras volaban por las habitaciones, aquello fue un todo espectáculo para nuestras mentes infantiles y traviesas. Al estar vacía la cueva, los gorriones habían hecho sus nidos allí. Ignoro por qué se llaman la Presa y la Cueva del Cura, puede que pertenecieran a un cura, como ocurre con la aldea de el Cortijo del Cura. En otro video, María Fresneda nos muestra el Puente de las Junta (lo están arreglando), llamado así porque el río Galera, que viene de Orce y de Galera (aquí se le une el rio Barbata, de Huéscar), se junta con el Guardal, que nace en la Sierra Seca. Hace años el río Galera bajaba sucio, pues llevaba las aguas fecales de este pueblo, pero es que también vertían las aguas fecales de Castilléjar al Guardal, hasta no hace mucho, que instalaron una depuradora. ¡Cuántas tardes de diversión les debo a estos dos ríos, en ellos aprendí a nadar y a estar muchas horas con los amigos de la infancia, donde pescamos muchos cangrejos y por eso estábamos delgados como juncos de tanto bañarnos! Mi padre me retenía en casa, a duras penas, hasta que hiciera la digestión, incluso un día nos dio un dolor fuerte de barriga a Javier y a mí; entonces pensamos que era un corte de digestión y que nos íbamos a morir de un momento a otro, al lado del río Galera, precisamente donde nuestras madres solían lavar las tripas de los marranos, de manera que nos pusimos a rezar padrenuestros y avemarías, esperando lo peor. Sin embargo, al otro día ya no nos acordábamos de nada y vuelta a las andadas.

María Fresneda termina el video con estas palabras: «Cada provincia de España tiene su encanto, unos terrenos maravillosos y únicos». Esta frase me ha recordado al poeta Antonio Machado, que dejó escrito: «Todas las ciudades tienen su encanto, Granada el suyo y el de todas las demás».

Posdata: Las fotografías están sacadas del video de María Fresneda, salvo la de los Barrancos.

 

 

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