Antonio Luis Gallardo: «El niño de Estepa»

Ahora que ya ha pasado un mes desde la Navidad, comento con mi mujer y mis nietos Ramón y Marcos, cómo ha cambiado la vida en estos tiempos, pues aún quedan mantecados en el cesto.

Y eso que el abuelo Antonio Luis es muy glotón y le encanta este tipo de dulces. Desde que Mercadona ideó que a partir del día de la Virgen de Pilar ponía en sus estanterías los dulces de Navidad, vengo sistemáticamente año tras año comprando prácticamente cada semana unos cuantos mantecados surtidos.

Les comento a mis nietos, cómo la Salobreña del año 1965 olía a dulce y polvorón casi todo el mes de diciembre. La calle Cristo, donde nací y me crié, teníamos la suerte de tener el Horno de Castilla a tan solo unos metros de casa y cada día iban las distintas familias y hacían sus latas llenas de ricos polvorones, de esos que se te pegaban al paladar y era casi imposible despegar.

Mi madre, cada año encargaba también por correo una caja de mantecados y dulces surtidos de Estepa, que nada más abrirla tenía un gran almanaque del Corazón de Jesús; eran pocos los sitios para esconder la caja, justo para que durara hasta la nochebuena. Recuerdo los escondites, debajo de la cama y en lo alto del armario. Eligiese el lugar que fuera, siempre sisábamos unos cuantos o unos muchos. Pues el deseo y las ganas eran muchas.

El tiempo pone a cada uno en su sitio y a mí me puso en la cuna del mantecado, Estepa. Cuando empecé a viajar por mi trabajo, cada vez que iba a Sevilla, tenía que pasar obligatoriamente por Estepa, no había entonces autovía. El ver toda una carretera o calle principal del pueblo llena de fábricas y tiendas con escaparates llenos de ricos dulces de Navidad. Hacía que este glotón parara el coche y una tras otra iba llenando la bolsa, mantecados de almendra, alfajores, roscos de vino, fruta escarchada, etc. Y porque paraba, si no me los compraba todos.

Y es que los tiempos han cambiado que es una barbaridad, ahora los niños no se pelean por un mantecado, ya nadie esconde en lo alto de un aparador una caja de dulces, quizás sea que están pasados de moda o que ya no tienen tanta aceptación como hace 50-60 años, pero yo aún encuentro motivo para contarles a mi Ramón y Marcos, cómo era el abuelo Antonio Luis, más conocido por “El Niño de Estepa”.

 

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