Al hilo de lo publicado la semana pasada –y habiendo leído con detenimiento las “Indicaciones” emitidas por algunos obispos sobre el tema–, debo deciros que han sido bastantes las opiniones recibidas –positivas y negativas; de todos los colores y formas–.
Por ello, permitidme que aclare algunas de mis reflexiones en aras de la independencia (libertad de expresión) de la que siempre he procurado hacer gala y resguardar.
¡No os confundáis! No he dicho que no exista un orden en las cosas. No he dicho que no reconozcáis, apoyéis y obedezcáis a vuestros “conductores”. No he dicho que os apartéis de los “primeros en dignidad y gobierno”.
Os digo, amparándome en la Lumen Gentium, que: “Procuren los seglares, como los demás fieles, siguiendo el ejemplo de Cristo, (…) aceptar con prontitud y cristiana obediencia todo lo que los sagrados Pastores (…) establecen en la Iglesia actuando de maestros y de gobernantes (…)”. Y “Los sagrados Pastores, por su parte, reconozcan y promuevan la dignidad y la responsabilidad de los laicos en la Iglesia. Hagan uso gustosamente de sus prudentes consejos, encárguenles, con confianza, tareas en servicio de la Iglesia y déjenles libertad y campo de acción (…)”.
Por ello, no me importa insistir: con decretos o mandatos no se hace familia, sólo se construyen dictaduras, que el tiempo, siempre finito, convierte en cárceles que, ciertamente entiendo, no son propias a los seguidores de Cristo.
Considerando lo escrito, no os debe llamar la atención que sea machacón al defender el “libre albedrío”, especialmente cuando “se acortan las fronteras del mismo ante el error, el insulto y la mentira” –y no me refiero sólo al ámbito de las cofradías o hermandades, sino a la total esfera del “cuerpo católico”–.
Así, y como aviso a navegantes –nunca como amenaza–, sabed que en mi tintero, hoy ordenador, están guardados diversos episodios, vivencias, anécdotas y algún que otro pálpito que “atesoro” para el libro que todos queremos escribir… Y que, según dice un buen amigo y mejor “conservador de recuerdos”, el día que vea la luz, si es que hay editor que con él se atreva, tendré que volver a exiliarme.
Ver también:
Ramón Burgos: «Semana Santa, I»
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Ramón Burgos
Periodista