Hay un solo camino: hacer las cosas bien, con conocimiento, talento y voluntad sincera.
Qué alivio tan grande hemos sentido todos, en este inicio del Año Nuevo, dubitativamente convencidos de que iba a ser mejor que el fatídico y pasado dos mil veinte; aunque la única pista certera que teníamos, era la vacuna contra la COVID, que ya estaba administrándose. En lo demás, todo eran interrogantes, hipótesis negativas o pésimos augurios. Pero, lamentablemente, pronto se han despejado las dudas, y ya nos encontramos con una situación semejante o incluso peor a la del pasado año. De lo que no hay duda, es de lo ocurrido hasta ahora. Los españoles, hemos demostrado una actitud admirable y un comportamiento extraordinario, solidario y ejemplar; aunque con excepciones puntuales, que no pueden ensombrecer las acciones loables e incluso heroicas, de sanitarios, profesores, policías, bomberos, camioneros y de toda la ciudadanía en su conjunto.
La crisis actual presenta unas características muy distintas de las anteriores, por lo que también requerirá unas respuestas diferentes. Mientras las otras tenían un carácter estrictamente económico, con sus correspondientes secuelas sociales, y afectaban básicamente a la razón, esta de hoy, originada por el coronavirus, tiene unos efectos mucho más graves, más significativos y afecta antes al corazón que a la razón. Cuando la muerte planea sobre todos nosotros, cuando nos sentimos dolidos por la pérdida de amigos, familiares o conocidos, cuando nos vemos obligados a vivir aislados, a evitar cualquier contacto físico o emocional, a no compartir encuentros, espacios o espectáculos, etc. la situación cambia radicalmente. No nos queda otro remedio que preguntarnos y decir: esto no puede ser, así no podemos vivir, algo importante tenemos que hacer o cambiar. El consumismo, el hedonismo, el materialismo, el egoísmo personal y colectivo, etc. no son en nada saludables, no caben en ninguna sociedad, en un mundo mejor y menos en un espíritu de fraternidad universal.
La situación que estamos viviendo en el mundo, en Europa y, sobre todo en España, está demostrando que las barreras interiores entorpecen la gestión de los grandes asuntos y más aún cuando se trata de problemas graves o urgentes, como está ocurriendo con esta pandemia, que puede no ser la última.
La situación que estamos viviendo en el mundo, en Europa y, sobre todo en España, está demostrando que las barreras interiores entorpecen la gestión de los grandes asuntos y más aún cuando se trata de problemas graves o urgentes, como está ocurriendo con esta pandemia, que puede no ser la última. En tiempos de fusiones bancarias y empresariales, de alianzas y asociaciones profesionales, de necesidad de medicamentos o de equipos tecnológicos de alto coste, de ahorro en la prestación de servicios, de intercambios y desplazamientos intensivos de la población, etc. que exigen una dirección y unas normas únicas; ¿qué sentido tiene la disgregación, la separación, el establecimiento de fronteras, cuando a la vez se pide la desaparición de las mismas en todo el mundo?
La crisis de 2008, tuvo un origen financiero. Una quiebra bancaria motivada por una mala gestión, que desencadenó una espiral de caídas bursátiles, afectando en última instancia a la economía real y con ello a toda la sociedad. Las soluciones y controles para evitar este tipo de situaciones en el futuro proceden de las recomendaciones de los expertos (Comité de Basilea, bancos centrales, reguladores bancarios, etc.). Del mismo modo y con esta misma lógica, la actual crisis, mucho más grave y difícil de solucionar, por su fondo ético, ideológico y cultural, tendrá que ser abordada también por expertos en estas materias: educadores, filósofos, pensadores, profesores, etc. Estamos ante una crisis de conductas, de comportamientos erróneos, de prácticas sociales equivocadas o abusivas, de una grave falta de información rigurosa y veraz a la ciudadanía, que se encuentra completamente desconcertada y desorientada, por la mala gestión del gobierno y la actitud de la mayoría de los políticos, más preocupados por sus intereses personales, que por los de los ciudadanos. Un gobierno poli partito y diecisiete micro gobiernos endogámicos; con el agravante y el peligro de un progresismo, que más que resolver la situación, parece querer agravarla, para conducirnos a los paraísos cubano, venezolano o norcoreano.
Es el momento de la dignidad, del compromiso, del acuerdo y de los intereses generales de todos los españoles, no de unos pocos. Hay un solo camino: hacer las cosas bien, con conocimiento, talento y voluntad sincera.
Por todo ello, hoy, más que nunca, existe una necesidad perentoria, un deseo generalizado, un imperativo de esperanza de toda la población, en superar esta crisis, esta situación insostenible. La reivindicación es clara, el terreno está abonado, los empresarios desesperados, los trabajadores desocupados, pero con los brazos abiertos, los funcionarios y sanitarios trabajando como locos, toda la ciudadanía expectante a las decisiones de las administraciones (central, autonómica y local). La pelota está en el tejado de los políticos; estamos comenzando el año, atentos a los acuerdos, a las decisiones importantes; la manipulación ya no funciona, todos nos enteramos de todo; afortunadamente, ya no existe ningún analfabetismo en nuestro país. Permaneceremos observantes a todos nuestros gobernantes, de cualquier partido. Es el momento de la dignidad, del compromiso, del acuerdo y de los intereses generales de todos los españoles, no de unos pocos. Hay un solo camino: hacer las cosas bien, con conocimiento, talento y voluntad sincera.
(Este artículo de Antonio Luis García se ha publicado en la edición impresa de IDEAL correspondiente el 21 de enero de 2021)
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Catedrático y escritor