El psicólogo Hans Eysenck en los años cuarenta, postuló la ya famosa clasificación de los tipos de personalidad existentes: la introspección, el neuroticismo y el psicoticismo. Según su teoría, la personalidad no se puede modificar. El carácter no se hereda y es modificable. El temperamento nos viene en el ADN, podríamos concluir.
Con demasiada frecuencia algunos hombres sacrifican el ser al ser distintos. (Julián Marías).
Sin embargo, desde la perspectiva de la neurociencia, Richard J. Davidson, basándose en diferentes estudios sobre las bases neurales de la emoción, ha creado una clasificación alternativa de nuestro perfil emocional en seis dimensiones que guardan una relación directa con distintos sistemas cerebrales: resiliencia, actitud, intuición social, autoconciencia, sensibilidad al contexto y atención. Lo novedoso radica en el hecho de que, aunque exista un condicionamiento genético y una clara influencia de los primeros años de vida en la conformación de los circuitos neuronales, nuestro esfuerzo consciente puede alterar el perfil emocional. Mediante el fenómeno conocido de la neuroplasticidad y con la aplicación de estrategias sencillas, nuestro cerebro puede cambiar.
El atractivo y el magnetismo de la personalidad del hombre es la consecuencia de su resplandor interno. (Yajurveda).
Algunas de estas estrategias, es la técnica psicológica denominada reestructuración cognitiva y otra, la meditación: a través de éstas, sí es posible cambiar el perfil emocional. Por una parte, nos podemos hacer más resilientes, mejorar nuestra actitud ante los acontecimientos, modificarla, ver las cosas desde distintas perspectivas, podemos convertirnos en personas más empáticas, alcanzar una mayor autoconciencia, un conocimiento más profundo de uno mismo, es posible volverse más sutil a los que pasa a nuestro alrededor.
Lo que alimentas dentro de ti es lo que crece. (Johann Wolfgang von Goethe).
¿Podemos cambiar nuestra personalidad, pues? Según el psiquiatra Carlos Álvarez Vara y el catedrático de Psicología y experto en personalidad Manuel Juan Espinosa, la intensa huella que el amor marca en nuestro cerebro unida al refuerzo positivo que supone una relación amorosa sí tiene el poder de hacernos cambiar.
El amor constituye la única manera de aprehender a otro ser humano en lo más profundo de su personalidad. Viktor Frankl
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Psicóloga especializada en Mindfulness y
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