Ya os dije que, como “gato panza arriba”, me resistía a reflexionar sobre la Semana Santa en cualquiera de sus aspectos –lúdicos, religiosos, etc.–. Pero la insistencia de algunos de vosotros, y la celebración que ha comenzado, me hacen entender, como razones suficientes, ponerme a la labor una vez más (con la promesa, por ahora, de mantenerme como simple espectador-activo).
Desde el punto de vista de un “cofrade” –intentando ponerme en su lugar– podría hasta asimilar cualquier forma de lloro o desesperanza por no realizar la “deseada estación de penitencia”, siempre y cuando durante todo el año el interfecto se hubiese ocupado de mantener y desarrollar las virtudes propias de su compromiso: fe, esperanza y caridad.
Sacar los “santos a la calle” no es un fin, sino un paso más de una forma de vivir y hacer presentes los convencimientos.
En mi pregón –el Oficial–, que, según dicen las buenas lenguas, no “gustó ni mucho ni poco a los trompeteros” –término que no entiendo como despectivo–, perseveraba en que “La estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral no era entonces, ni ha sido nunca para mí, el afán por saludar a izquierda y derecha, de pasar erguidos ante la Tribuna Oficial o de enseñar obras de arte o realizaciones de artesanos ejecutadas con mayor o menor acierto”, apoyándome en las palabras monseñor Méndez Asensio: “(…) que las Hermandades y Cofradías actúen según los criterios propios del Evangelio y de la vida de la Iglesia. Entre estos sobresalen la necesidad de una formación cristiana coherente con el Ministerio que pasean por la calle y la vinculación, como asociaciones eclesiales, con la vida y sentir de la Iglesia, y en concreto con las actividades de las Parroquias”.
Y hoy, me permito invocar algo más, sin que nadie se sienta ofendido: cuando oigáis “Semana Santa”, oíd también “Granada”… Cuando escuchéis “Granada”, escuchad también “Semana Santa”; que ambas van unidas y son parte inseparable para creyentes, para admiradores del arte o para buscadores del descanso (que de todo, y de todos, hay en la viña del Señor; y a todo, y a todos, se les puede sacar un gran partido).
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de
Ramón Burgos
Periodista