CAMPANA
En la torre
amarilla,
dobla una campana.
Sobre el viento
amarillo,
se abren las campanadas.
En la torre
amarilla,
cesa la campana.
El viento con el polvo,
hace proras de plata.
F. García Lorca
Para este sábado propongo a los lectores un juego de pistas que les lleve a conocer seis de los más bonitos campanarios de nuestra ciudad. Por tanto, en vez de informar yo aquí de cuál es cada uno, los numeraré y daré solo unos pocos datos, suficientes, junto con las fotografías, para su correcta identificación y poder a continuación hacer el recorrido artístico.
El número 1 es una espectacular torre del siglo XVIII que parece aproximarse hasta casi “tocar” la cúpula levantada sobre el crucero de esta céntrica iglesia que fue la del colegio San Pablo, de la Compañía de Jesús. Como corresponde al estilo barroco, su decoración es clásica pero abundante, igual que la de la bóveda: órdenes, entablamentos y arcos, como se aprecian en la foto de portada de este artículo, tomada desde el claustro lateral y no desde la plaza en la que se encuentra. En el interior del templo, al fondo del altar mayor, se dispone un retablo muy especial que recomiendo visitar: al disponer de un mecanismo móvil su decoración puede cambiar según la festividad religiosa (aunque rara vez se activa hoy día), por lo que en algún momento podemos encontrarlo con esculturas talladas en madera y relicarios mientras que en otros predominan las pinturas.
El segundo campanario (o número 2) no está lejos del anterior, aunque sí resulta distante en el tiempo y en el estilo: nos remontamos a mediados del siglo XVI y a una construcción donde lo mudéjar se pone de manifiesto en el ladrillo y en el reducido alicatado del último cuerpo, que constituye la única decoración de toda la torre. El interior del templo, de cubierta artesonada de madera, habitual en este tipo de iglesias, nos sorprende por su recargado retablo, de un barroquismo tardío. También llama fuertemente nuestra atención un carruaje “aparcado” en la primera capilla lateral que encontramos al entrar a la derecha. Se trata de una carroza eucarística, usada en otras épocas para llevar la comunión a enfermos y moribundos.
El tercero es de la misma época y presenta unos rasgos mudéjares muy similares, con el ladrillo como elemento constructivo y el alicatado para la decoración sobre los arcos superiores de la torre. No obstante, hay más motivos ornamentales, como la ventana inferior con unos pequeños arcos geminados, las columnitas adosadas y el entablamento que enmarcan el arco solitario del penúltimo cuerpo y los discos vidriados que se encuentran bajo el alero del tejado. Desgraciadamente, la iglesia a la que pertenece está cerrada al culto desde hace años y no se puede visitar, pero en su exterior presenta otro elemento curioso: un aljibe situado justo en el pequeño compás de entrada al templo, construido, como tantos otros en Granada, en el solar de una anterior mezquita medieval.
El cuarto es especial, porque se trata realmente de un primitivo alminar, convertido en campanario cristiano por el simple procedimiento de aumentar su altura añadiendo un piso superior (en ladrillo) para ubicar las campanas. Es, por lo tanto, el de origen más antiguo de los que propongo, pudiéndose remontar incluso al siglo XI. En la parte inferior, además, se reutilizaron viejos sillares romanos, lo que se comprueba a simple vista cuando se hace la visita. Como el anterior, conserva un aljibe a sus pies, también herencia islámica, al igual que el arco de herradura que vemos a media altura, probablemente el único en un campanario granadino. Lástima que esté en una estrecha calle poco transitada y no en una plaza, lo que le habría dado mayor vistosidad y popularidad.
El quinto campanario es también, como varios de los anteriores, del siglo XVI, aunque de sus últimos años. Su aspecto es muy austero, pero imponente, destacando, en lo ornamental, solo la cornisa que separa el cuerpo superior de los inferiores, el alfiz rehundido, casi imperceptible, sobre cada uno de los arcos y el alero del tejado. Porque lo que embellece esta torre es claramente su entorno, totalmente espectacular. Aquí confluyen lo natural y lo humano para crear un espacio único en el que el campanario es un elemento más pero que nos permite, si ascendemos a lo alto, disfrutar desde otra óptica de este histórico rincón granadino. La iglesia y su placeta delantera (o atrio) han sido, además, el inicio de un sobrecogedor camino procesional en la noche de cada Jueves Santo.
Por último, algo alejado de todos los demás, el sexto campanario pertenece a otra iglesia del siglo XVI, pero construida en el solar de una sinagoga judía derribada. También su decoración es totalmente distinta a la de los restantes, porque la torre está entera pintada con trompe-l’oeil que finge, no solo los sillares, sino incluso una balaustrada en la parte superior, las volutas de las esquinas, las dovelas de los arcos y hasta una “ventana” a la que, en vez de campana, se “asoma” una cruz.
Faltan muchos, porque Granada es una ciudad llena de iglesias, y no están los campanarios más conocidos, como la torre inacabada de la catedral. Por el contrario, he intentado destacar algunos de los menos visibles; por eso tampoco he recogido el de Santa Ana o los de la basílica de las Angustias. Habrían sido demasiado fáciles, lo que no significa que no sean, cada una de ellas, unas torres excepcionales.
Animo a hacer el recorrido para verlas todas, aunque es cierto que puede ser en varios momentos diferentes. Pero Granada no solo tiene una gran herencia del Islam medieval, sino también del Cristianismo posterior. No dejemos que las fabulosas torres de la Alhambra ensombrezcan a las demás. La fisonomía de nuestra ciudad sería muy diferente y, sin duda, peor, sin todos estos campanarios que se elevan sobre nuestras calles y plazas, orgullosos, para que hoy día los admiremos.
¿Has reconocido los seis campanarios?
Nº 1:
Nº 2:
Nº 3:
Nº 4:
Nº 5:
Nº 6:
(Daniel Morales dará a conocer la solución el próximo sábado)
Ver artículos anteriores de
Profesor de Historia en el IES Padre Manjón
y autor del libro ‘Un maestro en la República’ (Ed. Almizate)