El poeta cántabro se plantea quién de los dos es el verdadero: el que se aplica en la creación o el que queda reflejado en sus palabras.
Nacido en Torrelavega, (Cantabria) en 1959, Carlos Alcorta suma un título más a una bibliografía extensa que, aunque se reparte en varios géneros, es el poético el que despierta más admiración. Es autor de los poemarios Lusitania (Biblioteca del Vigía, 1988), Condiciones de Vida (Editora Regional de Extremadura, 1992), Cuestiones Personales (Colección Árgoma, 1997), Compás de Espera (Servicio de Publicaciones de la Universidad de Zaragoza, 2001), Trama (Algaida Poesía, 2003), Corriente Subterránea (DVD Ediciones, 2003), Sutura (Poesía Hiperión, 2007) Sol de Resurrección (Calambur, 2009) y Vistas y panoramas (Eclipsados, 2013), Ejes cardinales. Poesía escogida 1997-2012 (Renacimiento, 2014), Ahora es la noche (Valparaíso Ediciones, 2015) y un gran número de plaquettes: Doureios Hippos (Scriptvm, 1986), Un lugar en la memoria, (Publicaciones de la Librería Anticuaria El Guadalhorce, 1988), Pormenor (La Horadada, 2005), A la intemperie (Centro de la Generación del 27, 2007) y Ritual de la luz (Ediciones del 4 de agosto, 2008).
Ahora, bajo el sello de la editorial valenciana Calambur, nos llega Aflicción y equilibrio. En él, el poeta afronta la realidad, su verdad, y la palabra –en su constante travesía por el desierto de ser hombre– se erige como un espacio salvador en cuanto a ser auténtico y no pareceres que alivian pero no consuelan. Y lo demuestra el mundo que comparte con el lector, un universo regulado/reglado por la vida doméstica, las preocupaciones de un padre ante la etapa adolescente de su hijo en un centro privado religioso, o las inquietudes por mantener el negocio que sustenta a la familia, en el trajín acelerado del estrés urbano.
En ese juego de espiral continua que permite el ejercicio literario, el poeta se plantea quién de los dos es el verdadero: el que se aplica en la creación o el que queda reflejado en sus palabras (p. 28).
Carlos Alcorta indaga en el lenguaje prosaico aunque no narrativo, con coloquialismos (“nos sorprenden con las manos en la masa”, “paño de lágrimas”) en extensísimos periodos oracionales.
Desde un lenguaje fresco y natural que acerca la cotidianeidad en sus gestos como en sus objetos y lugares al terreno poético, los amplios grupos estróficos con escasos puntos no son óbice para que el poeta cántabro, haciendo uso de los recursos propios del género poético, muestre con nitidez y honestidad la capacidad del lenguaje de volver real aquello que solo se escribe, el compromiso del arte con las catástrofes (“El olfato del buitre”), la crítica al sistema capitalista, el retrato del padre y su enfermedad crónica que le conducen a una reflexión serena sobre la muerte, la historia personal de sus progenitores, el sentimiento cristalino de un hijo cuando es padre…
Un tema recurrente en Aflicción y equilibrio es el de la transfiguración del ser en la escritura, que lo alienta y vivifica como lo corrobora el poema “En ningún lugar como en casa”.
Quien más quien menos busca la verdad en la realidad, y algunos en el ejercicio introspectivo de la escritura. Y quien menos quien más se remonta, como Carlos Alcorta, a la infancia y encuentra dolor, sufrimiento y consternación. Pero afortunadamente, aunque parece ser que siempre hay un motivo para la pesadumbre también hay muchos lugares también para la ilusión y la esperanza.
El conjunto poemático de Carlos Alcorta se cierra con una composición que da título al libro y de la que se extrae una enseñanza alentadora: “Pasada la aflicción, empieza el equilibrio”.
Más información:
https://carlosalcorta.wordpress.com/
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Profesor de Educación Secundaria y Bachillerato