Juan Franco Crespo: «¿Son seguros los seguros?»

Uno, que ya peina canas, no deja de sorprenderse de la serie de cosas que le van sucediendo. Hoy tocó el tema del seguro multirriesgo. Toda la vida pagando para descubrir que en la primera necesidad (no provocada por uno sino por el alto nivel de delincuencia que nos asaetea de manera constante) que uno tiene de usarlo se queda con dos palmos de narices.

Bien, llegar a casa, ver reventada la ventana mediante el sistema de palanca, llamar a la Policía, esperar que venga la Científica y, finalmente, tras los papeleos correspondientes, poner en conocimiento de la aseguradora que en 48 debe tener todos los papeles para iniciar el expediente.

Hasta aquí todo perfecto y en orden. El problema viene cuando ésta realiza la peritación y valora, no a precios de mercado, sino que minusvalora todo a una quinta parte del coste soportado en su momento. En algunos casos, expresamente, quedan exonerados de responsabilidad porque no se habían “asegurado” esas piezas con prima adicional.

Resultado: debemos dar gracias porque las cosas no fueron peor. Pero, como resultado, medio siglo pagando el seguro para descubrir que, si hubiese ido guardando lo que religiosamente y en plan alemán, cada primero de enero carga en cuenta para hacer frente al mismo; habría tenido para pagar los destrozos y “voladas” al menos cuatro veces. Ergo he salido perjudicado en ¾ partes y se me ha quedado una cara de bobo que no desengaña a nadie.

En definitiva: Son seguros ¿los seguros? Podríamos colegir que, en cierta medida, las aseguradoras te bombardean de manera constante con esa necesidad pero que, lo mejor de un seguro, es no usarlo nunca. O como decía un colega de juegos en el patio de la escuela sobre los amigos: Sólo sabes si son buenos o malos después de haber tenido que usarlos. O pongamos por paradigma la seguridad de los frenos de un coche, sólo, tras tener que usarlos, sabes si efectivamente son buenos.

Vaya que esto es como los préstamos automáticos que cada dos por tres te envían para que “piques” y luego la gente se sorprende de la “pasta” que estos especialistas del “trinqueo” realizan con la mayor tranquilidad. Demasiada letra pequeña y, en definitiva, podríamos colegir que viene a ser una especie de estafa como los de deceso que, cuando se produce, te ha costado el entierro cuatro veces lo que en realidad hay que pagar y que tampoco deja para muchas alegrías aunque ¿para qué pagarse esa servidumbre si el sistema ya te ha esquilmado?

¿De verdad los seguros pueden permitirse el lujo de infravalorar los bienes por modestos que sean? En algunos casos la respuesta de la aseguradora ha sido más baja que ir al mercadillo dominical. ¡País!

 

Juan Franco Crespo

Maestro de Primaria, licenciado en Geografía

y estudios de doctorado en Historia de América.

Colaborado regular, desde los años 70, con publicaciones especializadas

del mundo de las comunicaciones y diferentes emisoras de radio internacionales.

Juan Franco Crespo

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