El dogma ético que pretenden imponernos, basado en lo inclusivo, lo equitativo y lo competencial no es sino una manera organizativa de repartir miseria intelectual
Cómo cambian las cosas. En el libro de Antonio Guerra, Notas para una biografía. Felipe González Socialismo es libertad (1978), el autor nos ofrece una pequeña biografía de un hombre muy joven, el entonces primer Secretario General del PSOE, cuando aún no había alcanzado la Presidencia del Gobierno de España. Pues bien, al hacer referencia a la escuela pública, nuestro estadista hacía las siguientes declaraciones: “la enseñanza debe ser pluralista. Para ello debe estar controlada y orientada por la comunidad escolar sin interferencias condicionantes de entes ajenos, sean el Estado u otros. El protagonismo corresponde pues a profesores, alumnos y padres. Ello comporta el respeto a la libertad de conciencia y sin duda el respeto a las reglas del juego establecidas en la Constitución democrática”.
¡Qué lejos nos encontramos hoy de aquellos ideales! ¡Madre mía la que nos ha caído encima con este neosocialismo! El dogma ético que pretenden imponernos, basado en lo inclusivo, lo equitativo y lo competencial no es sino una manera organizativa de repartir miseria intelectual y emplear los recursos del Estado al servicio de un igualitarismo absurdo, cuyo resultado, hasta ahora, está provocando el descarrío de jóvenes sin ideas propias y desconcentrados en sus estudios, porque no conocen ni mínimamente el significado ni el valor de las palabras.
Así, nos enfrentamos, en la actualidad, con un paisaje educativo en las aulas desolador: chicos y chicas que reciben una formación que les reporta muy poco o nada. Por tanto, mucho me temo que, como sigamos así ,la figura del profesor en poco tiempo dejará de tener sentido y casi sería mejor que aprendieran con tutoriales. Les describo con una pizca de ironía, aunque con mucha tristeza el alumnado al que se tiene que enfrentar diariamente el profesorado: el “Bernard” es un zangolotino de 13 años, algo holgazán, de pelo desteñido hasta el blanco roto, cuyo tabique nasal se encuentra atravesado por un aro metálico, las cejas igualmente perforadas por otros piercings narigueros; flacucho, pero muy bravo ante la autoridad educativa, ya que es consciente de que él reparte el bacalao dada la familiaridad que mantiene con el profesorado. Dicho de otra manera: mantiene un buen “colegueo” con los docentes; también es frecuente encontrarse con una Jenifer, cuyas expectativas consisten en casarse con un capo y, cuando expresa tal deseo, se ríe con cara de bobalicona; o el Jonathan que lleva zapatillas de 270 euros, vive en la época del pastoreo y, sin embargo, le encantan los botellones, el reguetón y cree que todos los profesores son fascistas y, cómo no, nunca podría faltar en el aula la que posee una mayor clarividencia de horizontes: la Marta, cuya máxima aspiración es ser striper.
Otra parte importante de los alumnos y las alumnas de aula no hablan, porque se les han agotado las palabras de tanto jugar en la consola, pero siguen con gran alborozo y mayor bullicio las chuscas gracietas de sus compañeros con cómplices risotadas y aplausos desatalentados. Por el contrario, una minoría -con buena actitud ante el trabajo, estupendas aptitudes, muy constantes, bien educados y con mucho talento- no se atreve a meterse en los dominios de nadie para evitar que les caiga una rociada de imprecaciones o lo que les venga.
Y un servidor, que se ha manifestado siempre en favor de la enseñanza pública, cuando observa el horrible abandono en que se está dejando la inteligencia de nuestros niños y adolescentes, tiene que poner -ante la impotencia- a buen recaudo el sistema nervioso para evitar agitaciones que le provoquen subidas de tensión o alergias innecesarias. Los nuevos valores están más enfocados en “descubrir el sexo a lo grande” que en saber expresar un sentimiento de amor, aunque sea mínimamente. Aquí lo importante es ir despatriarcando masculinidades, despatriarcando las parejas, despatriarcando lenguajes y despatriarcando cuerpos, tal y como lo recoge la guía sexual de la Alcaldesa socialista del Ayuntamiento de Getafe bajo el lema o título : ¡apaga la tele y enciende el clítoris! Pues, según esta señora, con este programa se ayudará a las niñas de colegios e institutos a “disfrutar del sexo sin límites” que, al parecer, es la forma que mejor legitima el sistema educativo. Un asco, ¿qué se puede añadir a esto?
Ante este estado de cosas uno entiende que muchos padres aboguen por un modelo educativo cuyos componentes básicos se alejen de todo aquello que signifique adoctrinamiento político o religioso, tal y como lo expresaba el que fuera dirigente socialista en el libro “Socialismo es libertad”: “la enseñanza estatalizada es propia de modelos totalitarios que rechazamos y que paradójicamente hemos soportado en España”, sin duda a través de las instituciones privadas de enseñanza (…)” Sin embargo, en este momento, la enseñanza estatal se dirige por vericuetos muy peligrosos, en donde comienzan a naturalizarse todas las miserias del ser humano. Por esto no me extraña que la victoria de Ayuso en las urnas fuera aclamada con el grito de ¡libertad!
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