Blas López Ávila: «El abrazo»

«No hay que creer que el diablo tiente sólo a los hombres
de genio. Sin duda, desprecia a los imbéciles, pero no des-
deña su concurso. Al contrario, funda en ellos sus grandes
esperanzas».
Charles Baudelaire: Diarios íntimos

He salido a mi jardín a fumar un cigarrillo y a apurar el último trago del escocés que, de vez en cuando, me gusta saborear a últimas horas del día. La noche está en calma, un perfume de azahar y rosas envuelve el ambiente nocturno y, entre un claro de nubes, la luna riela sobre el mar, allá al fondo, y platea los caminos del mar y de la tierra. No he podido evitarlo: hasta mi mente has llegado nítida, rutilante, esplendorosa, Luna. A tus veinte años tu abrazo tan espontáneo como acogedor, tan maternal como protector, se ha convertido en todo un icono de nuestro tiempo, haciendo del mundo que habitamos un lugar un poco más amable, un poco menos inhóspito. Tus brazos y tu corazón han dado toda una lección de SOLIDARIDAD que será difícil olvidar.

Claro que también has cometido tus “graves errores” –pero a ver qué queremos si eres demasiado joven-: tu “buenismo” hizo que te pasara desapercibido que al ser humano al que abrazabas y al que enjugabas sus lágrimas, que caían sobre la arena, era un “abusador” que se aprovechaba de “la turgencia de tus senos”. Tenía los cargos irrefutables de las pruebas: el color de su piel y su pobreza extrema. Tampoco nadie te explicó a ti, ni a los niños-bala del dictador marroquí, que el Leviatán no se ocultaba en los abismos marinos sino tierra adentro. Tampoco nadie te explicó que ese monstruo bíblico vomitaba el fuego del odio más extremo intentando arrasar cualquier atisbo de compasión y empatía.

Con tu gesto de humanidad, Luna, hoy has alumbrado ese mundo de sombras siempre agazapado, dispuesto siempre a sembrar su semilla de odio y confrontación. Has sacado a la luz a todos aquellos hipócritas que durante meses y meses enviaban toda clase de bulos y “memes” sobre “el coletas”, con la manida cantinela de no querer una república bolivariana –“no queremos extremismos”, tronaban- , y ahora, ante los repugnantes “tweets” de alguno de los dirigentes de Vox, guardan el más cobarde, sepulcral y cómplice de los silencios. Digamos que se sienten más cómodos con una dictadura filonazi, nada extremista como sabemos Con tu gesto de solidaridad, Luna, sin banderas y sin himnos –el himno y la bandera eres tú misma- hoy has dejado a todos esos españoles profesionales con las posaderas al aire; a todos los que tan desahogadamente llaman feminazis a las mujeres que han luchado y siguen luchando legítimamente por la igualdad de derechos –con todos sus excesos si se quiere, que también los hay- pero cuyo despectivo término ha definido mejor que nadie Cristina Seguí, una de las fundadoras de Vox, para arremeter contra Luna en su red social. No cabe mayor miseria moral, ética e intelectual que la de estos sujetos despreciables cuyos ansias de poder, disfrazados de liberales, no san tan distintas que las de este dictador de Marruecos.

Ahora, desde la calma y desde el silencio de este cielo estrellado –se han disipado las nubes- sólo me resta pedirte que no cambies jamás. Sé que has tenido que cerrar tu cuenta por los insultos que has recibido de toda esta chusma, pero quiero que sepas que no estás sola. Que somos muchísimos a los que nos has conquistado y que te llevamos en nuestro corazón. Somos muchísimos los que no creemos en esta libertad etílica ni en esta democracia de berberechos. Y piensa que la verdadera víctima es el “delincuente negro y pobre” del que muy probablemente nunca más sabremos.

 

 

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