Un gran amigo -diría que ‘hermano’ (desgraciadamente la ‘sangre’ no siempre es la mejor consejera)-, Abel Fernández, me ha recordado una sentencia de Richard Feynman, Nobel de Física en 1965, que, sin lugar a dudas, resume mucho de lo que nos está pasando en lo que podríamos denominar como ‘casero’: «El problema no es que la gente carezca de educación. El problema es que las personas están lo suficientemente educadas para ‘creer’ lo que se les ha enseñado, pero no están lo suficientemente educadas para ‘cuestionar’ nada de lo que se les ha enseñado».
En nuestra Andalucía, y hoy, especialmente en nuestra Granada, a la hora de escribir esta reflexión, lo hogareño -entendido como educación familiar- se está asemejando a un curso avanzado de amaestramiento… Me explicaré con un relato que corre por las redes sociales: «En una ocasión, el demonio se apareció a tres monjes y les dijo: si os diera potestad para cambiar algo del pasado, ¿qué cambiaríais?». Los dos primeros contestaron recurriendo a intentar cambiar lo antiguo lo ocurrido-. «El tercero de ellos era el más simple y, en vez de responder al tentador, se puso de rodillas, hizo la señal de la cruz y oró diciendo: ‘Señor, libérame del demonio de lo que pudo ser y no fue’. El diablo, dando un grito estentóreo y estremeciéndose de dolor se esfumó».
Tras las correspondientes explicaciones a sus hermanos en la fe, el religioso sentenció: «De todos los demonios, el que más atrapa a los hombres y les impide ser felices es el de lo que pudo ser y no fue. El pasado queda a la Misericordia de Dios y el futuro a su Providencia. Solo el presente está en nuestras manos».
Y es que, dejando a un lado de nuestras creencias, si es que ello fuera posible -y debiera de serlo en determinados momentos y situaciones-, nuestra lucha más eficaz está en levantar el día a día con espíritu social de futuro comunitario.
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de
Ramón Burgos
Periodista