¿De dónde eres? De mi añorado mundo de la infancia rescato una breve historia como preámbulo a mi compañera Sagrario.
En cada amanecer madruga el sol en Cádiz, ¡Es verano! Mientras la luz avanza por la dorada arena, el mar despierta de galopar toda la noche, sube la marea con un exaltado rumor de olas, la playa amanece engalanada en su virginidad, hay un tránsito continuo de gaviotas de la lejanía a la orilla. ¡Siempre el mar! Por el que navego desde mi infancia buscando el ansiado puerto.
El tiempo parece detenido en mi memoria hecha de recuerdos, el sonido del quebranto de las olas, me traslada a mi primera playa con cinco años, la playa chica, un recodo junto a la inmensa playa de los Lances en Tarifa. Este rincón pausado de mar, entre el puerto y el camino a la isla de las Palomas, donde la mar se muestra menos furiosa.
Para los ojos infantiles, los fragmentos impactantes siguen viviendo con su vida frenética en el laberinto de mi memoria. Aquella mañana se mostró diferente a las otras, la playa chica bullía de gente del pueblo y el mar con pequeña barcas, algo extraordinario ocurría en el pacifico lugar. No podía entender la razón de tanta algarabía, como un volcán en erupción emergió el miedo invisible y la curiosidad insaciable, apreté la mano de mi padre como refugio y él tiro de mí, “Rafalín vamos a ver qué pasa”. Atravesamos el muro humano y nos encontramos en medio de la arena un hombre gigante de pie, todo musculado y con el pelo rapado, a su alrededor un ayudante le juntaba pegotones de grasa en el cuerpo, hablan un extraño idioma desconocido para mí, el fotógrafo dispara fotos. Mi primera impresión era de un forzudo del circo, tan común en los años 60. Mis ojos en plenitud no perdían detalles, de la lata seguían extrayendo grasa viscosa y su cuerpo brillaba al sol como una foca. Con un paso parsimonioso caminó a la orilla y se lanzó al mar, toda la playa aplaudía. Él se alejaba en continuas brazadas, en un mar picado de olas, las barcas de maderas le seguían empujadas por sus remos.
Mi boca seguía abierta de asombro, en mi pequeño universo, no me resultaba obvio que el alemán se adentrara a una desconocida aventura llenas de peligros: imprevistos tiburones (marrajos), las desordenadas olas, la frialdad y soledad del mar. El seguía nadando cada vez más adentro hacia el esperado encuentro de la otra orilla en África.
Curioseando en internet, he descubierto que antes de este nadador, una mujer fue la pionera en cruzar el bravo estrecho, la inglesa Mercedes Gleitze desde la misma playa Chica de Tarifa, en 1928.
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Sagrario Luna Polo, natural de Cabra (Córdoba)
Del mar a la tierra interior, después de la curiosa anécdota le doy paso a la compañera y amiga Sagrario Luna Polo, del Primer Ciclo del Aula Permanente de Formación Abierta de la Universidad de Granada. Ella es una mujer de plenitud de lo vivo, su dinamismo la lleva a embarcarse en continuos proyectos, hechiza con su amabilidad siempre dispuesta para ayudar o colaborar con los demás, su buen humor es un agua clara que nunca se detiene, una alegría para estos tiempos complejos.
Sagrario en sus multifacetas: de madre, estudiante, conferenciante de historia del arte, vocal de cultura en la asociación de alumnos ALUMA, nos deja su personal historia de su pueblo Cabra (Córdoba).
Tras la petición de mi querido compañero y amigo Rafael Reche, al cual admiro en la misma proporción que respeto, he decidido tras hacerme mucho la remolona, escribir sobre mi pueblo.
“Mi pueblo y yo “lo voy a titular, viniéndome a la cabeza y como si se tratara de una burda copia la genial obra maestra de Juan Ramón Jiménez.
Mi pueblo está situado en el centro geográfico de Andalucía es la puerta del parque natural de la Subbética y sin ningún rubor por mi parte me atrevo a decir que es el más bonito de la provincia.
En este pueblo de nombre “Cabra” o Egabro según su etimología árabe, nací yo cuando la giralda era aún una droguería.
La verdad es que me siento muy orgullosa del lugar donde nací, tuve la mejor de las infancias a pesar de haber crecido huérfana de padre y sin mi madre que víctima de la posguerra tuvo que emigrar a Madrid como tantas almas en aquella penosa época.
Mi abuela y mi tia se convirtieron en mi padre y mi madre, la calle y mis amigos, mi mejor escuela a pesar de estar educada en un colegio de “señoritas” como decía mi abuela. Estudie en Las escolapias adoraba a sor María Jesús, una monja joven que llego de Alcalá de Henares, lugar ajeno a mi por completo y al cual acabaría marchando yo unos años después, fíjense en la paradoja. Ella me enseñó a leer. Nunca se lo agradeceré lo suficiente. Ya que ello me llevó a descubrir un mundo nuevo.
Me crie corriendo por las calles, Cogiendo morera de los árboles para alimentar a mis gusanos de seda. Cogiendo caracoles boyunos tras la lluvia que limpiaba las calles y dejaba ese perfume a tierra mojada que ni “Chanel número 5 “conseguía igualar.
Un día se me escaparon de la caja donde los tenía y se comieron durante la noche las maravillosas plantas que mi tía cuidaba con tanto esmero en su espectacular patio. Me puso el trasero como un tomate y nunca más tan preciados habitantes cornudos volvieron a regentar la caja de latón del Cola Cao que yo tan airosamente había destapado para que respiraran.
Que de donde soy me preguntan muchas veces, – de Cabra digo yo- ¿del Santo Cristo?
– No, contesto, ¿en Jaén hay un pueblo que se llama así, no? – pues claro, pero yo soy de un pueblo de la provincia de Córdoba, ahhhh. ¿oye y los de Cabra como se llaman? – ¡¡boto a bríos que hay me entra la vena de la niña del exorcista!!!, me calmo y contesto, – Pues nos llamamos como todos, Juan, María, José. Nooo mujer quería decir de gentilicio. – Lo sé, lo he pillado, pero estoy cansada de esta bromita,” egabrenses “nos llamamos egabrenses. No cabrenses, ni como el macho de la cabra. ¡Bueno, no te enfades mujer ¡- Si llevaras 60 años escuchando lo mismo ya te digo yo si es para enfadarse o no. Fuera de eso, mi pueblo está lleno de fuentes, de flores, de gente amable que vive esperando y deseando que llegue el día 4 de septiembre porque ese día es la “bajá” de la Virgen de la Sierra, patrona de Cabra. Ese día, yo Sagrario Luna, esté donde esté, vuelvo a mi pueblo a respirar el polvo del camino que comparto con miles de almas que regresan lo mismo que yo, sedientos de nuestras raíces. Ése, queridos amigos, es mi pueblo, del cual me siento muy orgullosa.
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Rafael Reche Silva, alumno del APFA
y miembro de la JD de la Asociación
de estudiantes mayores, ALUMA.
Premiado en Relatos Cortos en los concursos
de asociaciones de mayores de las Universidades
de Granada, Alcalá de Henares, Asturias y Melilla.
Comentarios
12 respuestas a «Rafael Reche «¿De dónde eres? Mi pueblo y yo, contado por Sagrario Luna Polo»»
Maravilloso.
Un fuerte abrazo.
Rafael Reche, precioso texto y por decir más: alegre, sencillo, simpático, de los que llenan el alma de recuerdos, que hacen evocar «mi pueblo» con distinto nombre pero cargado de imágenes de raíces vivas y detalles humanos.
Gracias amigo Domingo , pronto hablaramos de la maravillosa tierra de Gran Canaria.
Gracias amigo Domingo, no te pierdas el próximo articulo del 29 de julio. Un fuerte abrazo
Mis felicitaciones a ambos por seguir a pesar de estar de vacaciones, alegrando las nuestras con vuestras vivencias.
Un abrazo y gracias.
Gracias Ana por tu comentario, es cierto la dificultad de escribir en verano pero recompensa si alegramos este verano caluroso y aún de pandemia. Un abrazo
Sagrario me ha encantado tu articulo sobre tu pueblo, Cabra. Muy bonito.
Gracias por darlo a conocer y a ti Rafael por poner tantas cosas para no perder el contacto.
Gracias Maria Exposito, te deseo un buen verano
Magnífica continuación del ciclo que has iniciado recientemente. De una u otra forma todos nos identificamos con las vivencias tuyas y de Sagrario. Bellísimos recuerdos de nuestra infancia que agradecemos sinceramente. Enhorabuena Rafael y sigue adelante con tus entrañables artículos.
Gracias amigo Diego, espero que este ciclo de relatos cortos sobre los pueblos entrañables contado por sus propios protagonistas tenga buena acogida. Un abrazo desde Cádiz.
Muy bien escrito nos trae tantos recuerdos de esa edad en el pueblo yo entonces era mucha nieve y unos sabañones terribles
Amigo Antonio, el pueblo te ha curtido como buena persona . Un abrazo