Juan Franco Crespo: «La mítica ruta de la seda: Jiva, 1»

Tras la estancia en Tashkent había que continuar ruta, tocaba recoger bártulos y enfilar hacia el aeropuerto en el microbús de DOLORES [Sí tal cual, toda una leyenda en Uzbekistán, por lo visto era una sevillana que en la INCIVIL marchó, jovencita, a la URSS y allí con el avance de los alemanes los metieron en los trenes y desplazados fuera del frente europeo]. La chica conoció a un uzbeco, se casó, tuvo descendencia y hoy sus herederos gestionan una de las más prestigiosas firmas que mueven al turismo por el país. El vuelo nos llevaría a Urgench (provincia del Jorezm) desde donde continuaríamos por carretera hasta Jiva, una de las joyas del viaje y la más occidental de las tres visitadas en Uzbekistán.

El guía nos obsequió con una vuelta por esa desangelada ciudad que debe de andar por los 200.000 habitantes: grandes avenidas, inmensos jardines, campos de algodón y árboles frutales, menos mal que estamos en el desierto. Se cometieron ciertos destrozos ecológicos que cambiaron mucho el aspecto de esta región; digamos que el desastre no comenzó con el período soviético, sino que se iniciaba en el XVI con el desvío del curso del Amur-Darya que acabó dejando sin agua a la población, de esa guisa apareció la nueva ciudad en las orillas del curso fluvial que teóricamente dejaba sus aguas en el hoy prácticamente seco Mar de Aral el otrora caudaloso río, hoy no llega a completar la totalidad de su recorrido, los últimos tramos a través del territorio de Karakalpakia.

Parte del grupo en las murallas ::J.F.C.

Por el camino brigadas de limpieza por doquier, la carretera limpia y las cunetas saneadas. Vaya que el aspecto era igualito a los que solemos encontrarnos por las vías españolas en cualquier momento del año. Allí se da trabajo al personal, aunque salga más caro, la gente no estaba ociosa y, además, orgullosa de ganarse el sueldo. Una multinacional sólo sirve para empobrecer a los más débiles, así que ese coste lo pasamos al sector servicios y con lo que nos ahorramos en salud y servicios, resulta que el sistema es más económico, era el razonamiento de Russland, nuestro guía. En cierta medida me devolvía a la Alhama de mi infancia cuando en una de las hazas de mi padre en el Val de Játar, estaba Llamas, el peón caminero, al que cada año le cultivaba un trozo para su autoconsumo y él mantenía varios kilómetros de carretera bien limpios de maleza: la época del plástico todavía no había hecho su aparición.

Jiva, arteria principal ::J.F.C

El viaje proseguía y en poco más de media hora estábamos en la recepción del hotel para descargar los equipajes e iniciar inmediatamente la visita, aprovechando que todavía había fresco, apenas eran las diez de la mañana. Cualquier adjetivo es poco para calificar a esta joya de adobe en el desierto uzbeco. La región tiene varios puntos de interés, pero si vas con paquete cerrado la cosa no es muy recomendable, salvo que se tenga un interés especial, Jiva ya satisface al viajero y, además, lo introduce en un mundo que en nada se parece a la cotidianidad en España. Los más osados, con tiempo, emprenden desde aquí visita a las viejas fortalezas en el desierto para dormir en un campamento de yurtas y a la que se tercia, escapar al Mar de Aral para comprobar el desastre.

De acuerdo con las informaciones del guía, Jiva [Khiva en uzbeco] pasa por ser una de las ciudades que mejor preservó su centro histórico, madrasas las que quieras [más de cincuenta] y, en la muralla que rodea la ciudadela, estaba nuestro flamante hotel ASIA que por lo visto había sido una granja en tiempos soviéticos, bien gestionado compensaba su silencio, en pleno desierto, algo realmente reparador para el viajero que a unos centenares de metros tiene las tierras de cultivo que proveen de sus frutos a los residentes en pleno secarral.. 

Es un entorno para patear, poca vida nocturna, algunos cafés y sobre todo tés. Poco más para el viajero que, si busca algo, tendrá que acudir a los hoteles, no sólo para resguardarse del implacable sol, sino para hidratarse o simplemente disfrutar de su peculiar arquitectura. Jiva no tiene un largo pasado, aunque los primeros documentos la citan en el X. Fue con el janato cuando realmente entraba en la leyenda por el mercado de esclavos que se mantuvo activo hasta el XIX, ese janato, de una u otra forma, perduró hasta 1920 cuando el general Frunzé lo anexionó a la URSS junto al de Bujara.

Camisa que confeccionó la chica sordomuda en un par de horas ::J.F.C

Los amantes del terror tienen aquí ejemplos para recrearse y hacer una novela, por ejemplo, imaginar cuando en 1717 llegaron 4.000 soldados enviados por el Zar de Rusia en auxilio del Jan, éste los acogió, pero al día siguiente los pasó a todos por las armas y envió la cabeza de su comandante, Alexander Bekovich, al emir de Bujara como muestra de belicosidad de los jans de Jiva. El ZINDÓN o prisión puede darnos una idea de la crueldad que se gastaban aquellas gentes y sus refinados métodos para eliminar a los cautivos. Evidentemente, los que se sorprenden de la violencia del XXI, deberán de abstenerse ante la ingente cantidad de métodos y el refinamiento con los que finalizaban su vida aquellos desgraciados, cualquier guía suele recrearse en esos momentos tan duros que forman parte de otra época; aunque, para refinamiento, el COVID que nos mata a domicilio y como moscas.

 

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Juan Franco Crespo

Maestro de Primaria, licenciado en Geografía

y estudios de doctorado en Historia de América.

Colaborador regular, desde los años 70, con publicaciones especializadas

del mundo de las comunicaciones y diferentes emisoras de radio internacionales.

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