David Kessler, fundador de grief.com, una web que ofrece ayuda y estrategias para superar el duelo, y autor de Sobre la pena y el duelo: encontrar el significado del dolor a través de las cinco etapas de la pérdida, asegura que nuestros padres son nuestra primera relación, cuando uno de ellos muere, es como si nos quitaran un ancla.
Cuando el padre muere, se necesita reconocer la pérdida y abrirse al dolor, reubicarse en un nuevo plano, en un nuevo rol, ya que el anterior, el de “hijo de” se ha difuminado. Se trata de observar la vida desde un ángulo muy distinto, donde las cosas jamás se verán tan claras como cuando las veíamos a través de los ojos de nuestras “anclas”.
Los padres son faros, el vínculo con ellos proporciona un equilibrio en todos los sentidos, incluso en el campo profesional, ya que son las figuras a las que más tendemos a imitar.
“Te has ido y no te entiendo, soy un puzle blanco. ¿Dónde están ahora tu voz y la mía? Me comprendo como una niña que no ha crecido para mantenerte así, intacto.
No te entiendo, no llego a escucharte, no estás, lo sé. Se nos ha quedado la vida silenciada, tú expandías mi mundo, mis venas-atlas nacen de ti y de todos lo que antes de ti fueron y que, en definitiva, somos. No sé por qué estoy hablando sola y no debatiendo contigo todo esto”.
El dolor por la pérdida del padre es un proceso íntimo y particular, aun en relaciones dañadas o inexistentes, su muerte nos arrebata una parte muy importante y deriva nuestra vida. Revive los recuerdos de nuestra infancia, sobre quiénes éramos, sobre qué pretendíamos ser y finalmente somos.
Es un proceso también de aprendizaje, cuando el dolor se abre y se abraza, de alguna manera aceptamos la finitud que nos envuelve, aceptamos nuestra propia muerte.
“El cataclismo que engendro me sacude el espinazo, no sé qué soy ahora en el mundo, qué lugar ocupo. Sé que no estarás en todos mis días, aun así, seguirás hablando conmigo y con todos los pensamientos que me engendraste: eres mis ideas, mis valores, alzas mi voz y me entiendo mejor que nunca. Comprendo tus lecciones en mis actos, tu genialidad en mis proezas. Todas las cosas que amo están en ti, en cada cosa que representas; en tu carisma, en tu alteza, en la brillantez de tu personalidad, tan amplia, tan generosa, tan inteligente, tan justa”.
El padre de una persona maravillosa se nos fue, todo esto me ha convulsionado y me ha hecho pensar en la pérdida, en lo breve y fugaz de nuestra existencia, en la fragilidad que somos.
Todavía tenemos tiempo, amemos mucho a nuestros padres por que se nos van, sí, se nos van. Un día nos quedaremos solos, de verdad solos, más que nunca. Cuidémoslos y busquemos su risa, abracemos nuestro pasado, ya sea para reconciliarse o abrirse a éste.
La muerte es así, nos da la ventaja de hacer las cosas bien hasta que viene.
“Padre, existes como un hombre ejemplar, querido y valorado, existes en mí y en toda la excelencia que dejas”.
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Psicóloga especializada en Mindfulness y
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