“En general, los hombres juzgan más por los ojos que
por la inteligencia, pues todos pueden ver, pero pocos
comprenden lo que ven.” (N. Maquiavelo)
“Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé…” Así comenzaba el tango “Cambalache”- invito a los más jóvenes a escucharlo detenidamente- que en 1934 componían Enrique Santos Discépolo y Raúl Seixas y que, lejos de pasar el tiempo por la composición, pareciera adquirir cada vez mayor vigencia con el transcurrir de los años. Porque, efectivamente, una de las más siniestras consecuencias de esta “modernidad líquida” –por emplear la terminología de Zygmumt Bauman– es esta insoportable turbidez que todo lo envuelve, que todo lo enmascara y que todo lo corroe y destruye. Díganme, si no, si la política, la justicia, la economía, los grandes negocios y multinacionales… no nos dan suficientes datos a diario como para que no tengamos esa contrastada percepción. La codicia y, su correlato más inmediato, la insolidaridad, campan a sus anchas por la faz de la tierra dejando a la intemperie a todos los desheredados de la misma.
Y otra vez, una más, la aparición de los de los papeles del oprobio y la indignidad, los ”Papeles de Pandora”, en los que salen a la luz el perverso funcionamiento de los paraísos fiscales y a los que el editorial de un diario de tirada nacional califica, y muy acertadamente, como Paraísos Podridos. Y ahora entenderán ustedes mejor todas esas proclamas de la derecha más rancia y bananera contra la izquierda democrática, contra el control del Estado y contra el estado del bienestar. Proclamas de todos estos trumpistas neoliberales y libertarios de toda índole -que en filosofía política usan el término como eufemismo- cuyos principios democráticos resultan más que dudosos: si rechazan el Estado, difícil será que crean en el estado del bienestar. Porque no piensen que toda esta gentuza trabaja con calderilla: según Tax Justice Network el importe de la evasión en dinero negro alcanzaría la nada desdeñable cifra anual de 370.000 millones de euros ¡Nauseabundo! Desde Putin a Pastrana –invitado, por cierto, a la reciente convención del Partido Popular- todo es turbio, como turbios son estos artistas de marketing, por no hablar de estos endiosados personajillos que se mueven en el mundo del fútbol y cuya principal aportación social es dar patadas a un balón, o de los Legionarios de Cristo -¡menuda legión!
Muchas son las reflexiones que los países democráticos tendrán que hacer en el seno de sus distintos Estados, si no quieren que el monstruo del totalitarismo acabe con ellos. Toda la maquinaria de estas sanguijuelas está debidamente engrasada y en marcha para tal fin y creo que merece la pena luchar por, lo que hoy ya parece una utopía, crear estados democráticos fuertes y justos que puedan mirar de frente a sus ciudadanos sin sonrojarse. Sin complejos de ninguna índole habrá que abordar, con iniciativas parlamentarias, medidas más drásticas contra la evasión fiscal, un mayor y más eficaz control sobre esos paraísos fiscales o plantearse muy seriamente hasta qué punto los sectores estratégicos de un país pueden estar en manos de la iniciativa privada.
Y es en esta turbiedad donde los perfiles se difuminan y poca gente en la actualidad es quien dice ser. Ahí tienen al tertuliano Carmona, tan ecuánime él, tan equidistante en ocasiones,, fichando por Iberdrola, nada menos que como vicepresidente. Él, que tantas lecciones éticas nos ha impartido a través de la pantalla de televisión –confieso que a mí no me ha llegado a engañar jamás- , tan locuaz, tan moderno y progresista, resulta ahora que además de esos principios tenía otros: y que los mostrara valían casi medio millón de euros al año ¡Puff!
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