Dicen de los andaluces que somos excesivamente verbosos –“abundantes y copiosos de palabras” (RAE)–. Y aunque los términos que se escuchan habitualmente en la calle son otros –entre muchos: parlanchines, bocazas, charlatanes, etc.–, hay uno que me llama especialmente la atención: cotorras.
Pero no penséis, en ningún caso, que yo esté de acuerdo con esta tesis. Todo lo contrario, pues podría dar mil y un ejemplo de cómo mis paisanos, con mayor o menor acento, usan el léxico no sólo con cierta exactitud (a pesar de los mal llamados “dialectos”), sino que (dejando a un lado las abreviaturas) abundan los maestros en el arte de escuchar.
Así, entenderéis que mantenga que a quien tendríamos que aplicar, especialmente, esta forma del vocabulario es a determinados integrantes de algunas sociedades o instituciones de ámbito nacional.
Prestad atención a cualquier espacio de radio o televisión, principalmente a los que cuentan con invitados político-tertulianos, y decidme si sois capaces de comprender en toda su extensión el significado de las “peroratas que nos endiñan”. Y nos os digo nada cuando todos intentan hablar a un mismo tiempo.
La sinopsis es una virtud, como lo es también la adecuación del “verbo” al público al que nos estamos dirigiendo.
Ahora, quizá os preguntéis el por qué de todo lo escrito… Pues bien, resulta que comienzo a estar cansado de considerar todos aquellos discursos insustanciales que no nos llevan a ninguna conclusión ni responden a las cuestiones planteadas con fundamento. No estamos para “irse por los cerros de Úbeda” (frase que en el reinado de Fernando III se usaba para expresar cobardía).
Como anécdota, os referiré la contestación que el entonces ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, dio a un compañero de profesión –tras una “pregunta-respuesta” de más de cinco minutos de duración– y que siempre llevo en mi acerbo periodístico: “Efectivamente, ya lo ha dicho usted todo”.
Leer más artículos
de
Ramón Burgos
Periodista