Tomás Moreno Fernández: «Indiferencia e insolidaridad ante el sufrimiento»

Recientemente, hemos leído en IDEAL dos noticias referidas a sendos dramáticos sucesos –narrados con inusual sensibilidad y compasión por sus cronistas periodistas— sobre los que merecería la pena reflexionar unos instantes.

En una de ellas se aludía al cruel asalto que, el pasado domingo, 23 de enero, le costó la vida al exconcejal granadino José Miguel Castillo Higueras, persona ejemplar, solidaria y queridísima por todos aquellos que lo conocieron. Vilmente atacado por un delincuente, permaneció inconsciente en el suelo de una muy céntrica calle granadina, durante algo más de media hora, sin que nadie lo socorriera. La otra, titulada “El triste adiós de René Robert. Asesinado por la indiferencia”, hacía referencia a otro trágico evento acaecido el pasado 19 de enero: la muerte por hipotermia de un conocido fotógrafo francosuizo de 85 años, tras sufrir una caída en una calle de París sin que ningún transeúnte “durante nueve horas” (¡) se acercara a atenderlo o recurriera a los servicios de urgencias para auxiliarle.

En ambos casos, asistimos a algo parecido a lo que Hannah Arendt llamó la “banalidad del mal”. Hechos tan repudiables y conductas tan despiadadas e irresponsables como las mostradas en ambas situaciones ante las víctimas por parte de conciudadanos “normales” —que simplemente “miraron para otra parte”, sin ocuparse de ellas, tan necesitadas de auxilio y de ayuda fraternal —, son una señal evidente de la amoralidad culpable que anida en el seno de nuestra sociedad occidental, tan avanzada tecnológica y económicamente y tan retrasada moralmente.

La indiferencia e insolidaridad ante el sufrimiento del “Otro” —mujer u hombre, anciano o niño, conciudadano o inmigrante— van siendo, por desgracia, demasiado habituales en nuestro entorno urbano. Olvidada del legado cristiano de la compasión y del “llamado evangélico” a la misericordia (ejemplificados en la parábola del “Buen samaritano”) y carente de cualquier otra ética solidaria sustitutiva, laica o cívica, bien arraigada, nuestra actual “sociedad del espectáculo”, se encamina si no corrige su rumbo deshumanizado e insolidario hacia la barbarie: a un mundo en el que la insania violenta campará por doquier y la vida humana carecerá de valor, dignidad y respeto. Si estos hechos no interpelan gravemente a nuestra conciencia, y siguen colgándose en “redes sociales” para divertimento de cuatro sádicos, el futuro que nos aguarda será sombrío. Todavía estamos a tiempo de evitarlo.

(Nota: Este texto se ha publicado en la edición impresa de IDEAL, Sección Cartas al Director, (pág. 19), correspondiente al día 1 de febrero de 2022)

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Tomas Moreno Fernández

Catedrático de Filosofía

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