Cuando pensaba que me acercaba a los 100 artículos en Ideal en clase hice recuento. Y resulta que estaba equivocado: no recordaba que algunos escritos enviados a Ideal, a la sección de Cartas al director, habían sido también publicados en el suplemento educativo que desde hace años dirige Antonio Arenas y que, en consecuencia, esa cifra la alcancé hace una semana con el artículo dedicado a la enfermería.
Por tanto, mi primera publicación en este medio fue el 22 de enero del 2018, cuando escribí en defensa de dos grandes libros publicados por excelentes profesores granadinos compañeros míos y que habían sido víctimas de cierto maltrato en esta cainita ciudad (*). Luego vino la carta en recuerdo de otro profesor, compañero y querido amigo como era Manolo Román, al que una cruel enfermedad se llevaba con solo 56 años. El vacío fue enorme y mis palabras de homenaje salieron el 17 de octubre de ese mismo año, aunque también fue Antonio Arenas el que decidió su publicación en Ideal en clase —que tanto le agradezco— sin yo saberlo.
Igual pasó con mi carta “No al pin parental”, del 28 de enero del 2020. Y poco después empezó la pandemia, con el confinamiento durísimo que todos sufrimos. Fue entonces, sumido en la impotencia y en el aburrimiento, como tantos, cuando me acordé de un interesante material que tenía sobre una escuela que durante la II República hubo en la Gran Vía: el grupo escolar Mariana Pineda —junto a los jesuitas— y decidí, por distraerme, hacer un breve artículo sobre él y enviarlo directamente—ya sí— a Ideal en clase. Mi sorpresa fue colosal cuando lo vi publicado al día siguiente. Antonio Arenas, además, había añadido unas imágenes perfectas para facilitar al lector la ubicación del centro, que desapareció al inicio de la guerra. Ante esta rapidez pronto vi que tenía para más artículos y, en pocos días, le envié otro, titulado “La Transición en cuatro escenas taurinas”. Volvió a salir en 24 horas: era el 19 de abril y seguíamos todos confinados. Antonio debió intuir mis ganas de escribir y me propuso hacer una colaboración semanal, que acepté y que empezó, ya con regularidad, con el artículo “Canciones de la Transición (I)”, del sábado 25 de abril del 2020.
Han pasado casi dos años y, como empezaba diciendo, van más de 100 “sábados”. He escrito de muchas cosas: de historia, de cine, de enseñanza, de arte, de los jóvenes de la “generación Z”, de recuerdos familiares, de viajes, de paseos, … y, sobre todo, de Granada, de la de ayer y de la de hoy, con sus calles, plazas, barrios, hoteles, campanarios y gentes. También han aparecido nuestros pueblos: Motril, Salobreña, Santa Fe, Canales, Víznar, Lanteira, Pinos Genil, Nigüelas, La Caleta, Calahonda,… Me he remontado a todas las épocas: a la Prehistoria del Castellón Alto —en Galera—, a la Antigüedad de la Dama de Baza, al Medievo de Carlomagno, a la Edad Moderna, cuando fue el hundimiento de la flota en La Herradura y, especialmente, a la Era Contemporánea, a la que he dedicado múltiples escritos sobre hechos y protagonistas de los siglos XIX y XX, desde nuestros reyes exiliados y nuestros presidentes asesinados hasta Alcalá Zamora, Franco y Adolfo Suárez. También a granadinos: Mariana Pineda (en Estrasburgo), Eugenia de Montijo (en el canal de Suez), Fernando de los Ríos (en la Rusia “sovietista”) y Carlos Cano (en Nueva York).
Todos los artículos me han permitido disfrutar, especialmente cuando los estaba escribiendo. Pero incluso después, cuando veía, en Facebook, que acumulaban bastantes “me gusta” o estaban siendo compartidos. Sin embargo, a veces me han dado otras alegrías más profundas y emotivas, como las que les voy a contar:
La primera fue a propósito del artículo “También en Granada mató ETA”, que salió el pasado 19 de junio, cuando se cumplían treinta y cuatro años de la masacre del Hipercor de Barcelona, donde murieron asesinadas 21 personas. En él, además de referirme a esta tragedia, hacía una visión de los tres atentados de la banda en Granada —uno en realidad en Montillana— y citaba con nombres y apellidos, edad y año de su asesinato a todos los granadinos, la mayoría policías y guardias civiles destinados en el País Vasco o en Madrid, que habían sido víctimas mortales de los terroristas vascos.
Hace solo unos meses, cuando se cumplían diez años de que ETA anunciara el fin definitivo de su actividad armada, dije a todos mis alumnos de Historia de España que leyeran mi artículo, como actividad voluntaria, y que podrían conseguir una calificación positiva tras contestar a unas breves preguntas que les pondría en clase sobre él. La última de estas preguntas era “Explica a qué se debe que numerosos granadinos hayan sido víctimas de ETA” y esta fue la respuesta que me dio un alumno:
“Granadinos policías, guardias civiles y granadinos con altos cargos perdieron la vida trabajando en contra del terrorismo de ETA. El caso de mi abuelo es uno de ellos. Él era policía nacional y se ofreció como escolta en Madrid para ganar más dinero y así costear los estudios de sus hijos. Fue el último granadino mencionado en su artículo, Jesús Escudero García (53), 2000”.
Recuerdo que cuando lo leí, en mi casa, quedé casi en estado de shock. Nunca había pensado que incluso entre mis alumnos podría encontrar a un nieto de una víctima mortal de ETA. Nunca se me había ocurrido que el sufrimiento pudiera estar tan cerca, pero así es. Hablé con él unos días después y tuve la impresión de que le había gustado encontrar en el artículo el nombre de su abuelo y de que, por tanto, le había gustado leerlo. Y esa fue mi gran satisfacción.
Poco más tarde, en noviembre, asistimos a un funeral en la iglesia de San Justo y Pastor. Al salir, un pariente político lejano, al que conozco desde hace años pero con el que nunca había tenido mucho trato, se me acercó y me preguntó, muy amable, si había podido leer algo mío sobre la memoria histórica. Le contesté, con cierto temor a que él estuviera en contra de ella, que sí era posible. El caso es que entramos en esa cuestión y llegamos, sin que ahora recuerde cómo, al tema del nazismo y los campos de exterminio. Pronto vi que le apasionaba, por lo que le comenté que también sobre ello había escrito un pequeño artículo, llamado “Dachau”, resultado de mi visita a este lugar en el 2018 y que había salido publicado el 27 de marzo del pasado año. Mi sorpresa fue también mayúscula cuando este hombre, granadino de nacimiento y sevillano de adopción, me confesó que su abuelo había muerto en el campo de concentración nazi de Mathausen y que su abuela había vivido siempre cobrando una pensión del gobierno alemán. En solo unos días había conocido la terrible historia familiar de dos allegados míos. Ambos tenían un pasado de dolor que yo ignoraba y que salía a la luz para mí gracias a estas colaboraciones en Ideal en clase.
Ya muy recientemente ha habido dos artículos que me han dado también una gran satisfacción. Han sido los escritos con el móvil durante mis días de paciente “invitado” en el Virgen de las Nieves: “Viaje al corazón del sistema hospitalario” y “Y ahora al corazón de la enseñanza”. Jamás habría imaginado escribir postrado en una cama de hospital. Sin embargo, así fue en ambos casos. Nadie me obligaba. No había ningún compromiso. Cuando redacté el primero ni siquiera podía levantarme. Pero fueron curativos para mí. Me hicieron sentir, estando tan mal, que era capaz de hacer algo y, además, me conectaron con el mundo. Porque la escritura tiene eso: te conecta con el mundo. Es una forma de expresar tus emociones y de contar cosas. Y todos tenemos algo que contar y muchos sentimientos para “contagiar”.
( * ) ‘La Alhambra con regla y compás’ y ‘Paseos Matemáticos por Granada’: libros que buscan las raíces científicas de la arquitectura granadina”.
Ver artículos anteriores de
Profesor de Historia en el IES Padre Manjón
y autor del libro ‘Un maestro en la República’ (Ed. Almizate)
Comentarios
4 respuestas a «Daniel Morales Escobar: «Sorpresas y alegrías de mis primeros 100 artículos en IDEAL EN CLASE»»
Don Daniel. Cuando esta tarde he activado mi ordenador y entrado en IDEAL EN CLASE, del que soy asiduo navegador y novato colaborador, de este espacio cultural que me hace llenar mucho de mi tiempo de jubilado lo cual agradezco al gran Antonio Arenas, ya que en mí se dio causa similar a la suya que me enganchó a las filas de colaboradores de IDEAL que tan bien organiza y gestiona. Cuando encontré su escrito algo me atrajo y al leerlo quede sorprendido, por varios motivos. Por la calidad y agilidad de su escrito, por la acertada exposición de hechos relatados y por la sorpresa satisfactoria que entre sus ordenadas letras y palabras, he hallado.
En estado de shock, al igual que Vd., yo también he quedado. Jesús Escudero García, mi amigo de muchos años de nuestras vidas. Toda una niñez y su posterior juventud unidos. Compañeros de juegos. «Camaradas» de mil aventuras en calles y plazas del pueblo que siempre, por capricho de los elementos meteorológicos, en él se da: «El amanecer con humo». Por ello fuimos «bautizados» como, «Los Ajumados» de Benalúa d las Villas, nuestro pueblo, en donde Jesús y yo y otros amigos, organizamos muchos guateques, en casas de pueblo y hasta en cortijos. Era Jesús, enamoradizo, le gustaba mucho el baile y siempre que con chica guapa bailaba, jamás se olvidaba de, como en mi aldea se dice, «pretenderla». Era buen amigo, muy buena persona y muy correcta.
Cuando me enteré de su «relevo final» de su último servicio, un frío latigazo fustigó mi cuerpo y entonces más que ahora, pero también… he quedado un rato en silencio.
En su capilla ardiente, en el palacete del Gobierno Civil, coincidí con mi también colega paisano y amigo, comisario, José L. Pozo, ambos muy afectados por las circunstancias del triste hecho, quedamos en qué a las autoridades de nuestro pueblo, pedir que a una calle o plaza le pusieran nombre. Y, ¡se consiguió!
El policía Nacional DON JESÚS ESCUDERO GARCIA, tiene su calle en Benalúa de las Villas, que honra su memoria, también la del pueblo y la de todos los «Ajumados» que lo pueblan.
Gracias D. DANIEL MORALES, por su recuerdo.
Gregorio Martín García, Inspector jubilado del Cuerpo de Policía Local de GRANADA
Estimado D. Gregorio, muchísimas gracias por sus palabras. Solo ellas hacen que el artículo haya merecido la pena. Es de esas satisfacciones que te llenan emotivamente. Cuando escribes, nunca sabes quién va a leerte, pero a veces te encuentras con sorpresas muy agradables, como la que yo me he llevado esta mañana. Le deseo lo mejor entre nosotros, estaré pendiente de sus colaboraciones y le aseguro que, en cuanto pueda, iré a Benalúa a buscar la calle del policía nacional D. Jesús Escudero García, su amigo, abuelo de mi alumno y servidor de todos en este país.
D. Daniel Morales. Le tomo la palabra, y si Vd. no tiene inconveniente, me ofrezco para hacer de «orejas», -a cicerone aún no he llegado-, e ir a Benalúa de las Villas, mí pueblo, darnos unas vueltas, ver la calle de Jesús, tomarnos una birra acompañada de algo y venirnos tan agustito a Granada. ¡Aaah! Se me pasaba decir que a tan arriesgada aventura y si así él lo considera oportuno, que sí lo va a considerar, que lo sé yo, D. Antonio Arenas, culpable de esta peligrosa hazaña, nos acompañará para que sufra en carnes propias lo que ‘habemos’ de sufrir nosotros. A la espera quedo de la resolución de tan buena jornada que nos hemos inventado. Un afectuoso saludo.
D. Daniel Morales. Le tomo la palabra, y si Vd. no tiene inconveniente, me ofrezco para hacer de «orejas», a cicerone aún no he llegado, e ir a Benalúa de las Villas, mí pueblo, darnos unas vueltas, ver la calle de Jesús, tomarnos una birra acompañada de algo y venirnos tan agustito a Granada. ¡Aaah! Se me pasaba decir que a tan arriesgada aventura y si así él lo considera oportuno, que sí lo va a considerar, qué lo sé yo. D. Antonio Arenas, culpable de esta peligrosa hazaña, nos acompañará para que sufra en carnes propias lo que habemos de sufrir nosotros. A la espera quedo de la resolución de tan buena jornada que nos hemos inventado. Un afectuoso saludo.