¿Y si tuviéramos ocasión de conocer a nuestros artistas favoritos, ver cómo el mismísimo Coret, ya canoso, trabaja ensimismado en plena ejecución de su “Recuerdo de Mortefontaine”, sentado en una silla baja, con un paraguas y una pipa en la boca?
Obra de uno de los maestros del manga, el japonés Jiro Taniguchi, la editorial Ponent Mon nos ofrece un verdadero regalo para los sentidos y el entendimiento, un maravillo álbum-cómic titulado Los guardianes del Louvre, de cuya traducción se ha encargado Víctor Illera Kanaya.
No era la primera vez que el protagonista del cómic visita París. Esta tercera vez lo hace con motivo de la celebración del Festival Internacional del cómic de Barcelona. Ya en las instalaciones abarrotadas del Museo del Louvre, entre fiebre y alucinaciones de pronto se le aparece una señora que dice ser uno de los guardianes del Louvre que vela cada una de las obras que el museo custodia. Su nombre, Niké de Samotracia.
Al día siguiente, al protagonista le viene un pensamiento espontáneo: ¿qué habría motivado en Roka Tokutomi la obra titulada “El paisajista Corot”? Lo que iba a ser una visita placentera y desinteresada se convierte en una toda intensa indagación sobre todo en la obra “Recuerdo de Mortefontaine” y en la magistral profundidad de los retratos del artista francés.
Junto al presente del protagonista japonés se producen saltos retrospectivos como el de 1889 en la primera exposición de arte Mejiji o en los años de aprendizaje del pintor japonés Chu Asai (de finales del siglo XIX) que en el mismo Louvre se aplica a reproducir obras maestras. Aturdido, el protagonista siente como que se ha trasladado a una época remota.
Pero las transportaciones hacia otro lugar le conducen ahora al Museo Ueno Takenodai, donde de nuevo se encuentra con Niké y en las que se exponen las obras europeas de Chu Asai.
Al día siguiente, el protagonista sigue su excursión artística hacia la población francesa Auvers-sur-oise, donde van Gogh pasó sus últimos meses de vida. Allí se encuentra con el artista neerlandés y tiene la ocasión única de visitar donde se hospedada, tomada por multitud de cuadros. Su periplo continúa hasta el Museo Daubigny. De este artista francés vuelve el protagonista a gozar de su obra en el Louvre.
Además de la historia en sí, Los guardianes del Louvre es todo un recorrido por algunas de sus salas laberínticas así como parada en nombre ilustres como los franceses Camille Corot, Georges de La Tour, Delacroix, Théodore Géricault; o los italianos Antonio Fontanesi, Leonardo da Vinci…
Aparte los saltos en el espacio también hay superposición de tiempos históricos pues si ha historia comienza en mayo de 2013, el protagonista se verá con la misma ropa en 1939 en la ciudad de la luz, cuando el depósito del museo está siendo vaciado semanas antes del comienzo de la II Guerra Mundial, poniendo a buen recaudo las piezas artísticas embaladas con dirección a Rouvignies y el palacio de Versalles entre otros, mientras otras joyas por su peso era imposible de trasladar, se escondieron en el sótano. Y conoce al escritor Saint-Exupéry, mientras la marea sin compasión de la barbarie se activaba dispuesta a aniquilar con su implacable insensibilidad.
Esta obra viene a compilar en su conjunto conceptos a valorar en las artes plásticas: la composición, el tratamiento de la luz, la armonía de los colores, la importancia del boceto, etc., a lo largo de los cinco capítulos, encontramos de manera magistralmente conducida la intriga y la belleza plástica, el didactismo en Arte e Historia, y con la fascinación artística del Louvre también la transfiguración de su esposa Keiko fallecida tres años atrás.
Entre el sueño y la realidad, el alma que habita en las cosas, la majestuosidad inefable del arte…
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Foto principal tomada de https://www.youtube.com/watch?v=8ifIJMMVGvU
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Profesor de Educación Secundaria y Bachillerato