El impacto del afrancesamiento trajo a España la energía para hacer lo que muchos ya venían considerando como necesario: “ Innovar o renovarse, ejercer el tradicionalismo frente al modernismo. Y así , en el mundo de las letras estaban aquellos escritores que querían mirar a Francia como guía, pero sin renunciar a las tradiciones propias, que fue la llamada renovación tradicionalista. Confluían los movimientos literarios que atacaban la decadencia de los herederos del barroco, y aquellos otros que defenderían el gusto libre y original que dio tanta vida a las letras españolas en los dos primeros tercios del siglo XVII.
Nos encontramos en una centuria que sitúa sus gustos entre dos fuegos el gusto de los adversarios del reformismo y aquellos que deseaban impulsar los modelos ilustrados, más intelectuales.
Entre esos pensamientos que confundían un tanto a la sociedad literaria, en Granada surgió un fenómeno interesante promovido por el ambiente culto de la Abadía del Sacromonte que reunidos en torno a un noble y modesto mecenas, el Conde de Torrepalma y un puñado de clérigos de la Abadía del Sacromonte instituyeron la ACADEMIA DEL TRÍPODE.
Aparece este grupo en torno a los años treinta del siglo XVIII aunque es muy probable que hubiera existido antes, con un espíritu poético muy activo y con un claro propósito : la adoración de lo gongoriano, el respeto por lo amoroso y en definitiva la restauración del siglo de oro. Un intento final en una época que caminaba inevitablemente a clausurar todo lo que este representó. Pero la existencia de un grupo como el Trípode granadino fue un eslabón indispensable para suavizar el cambio y para lograr que se crearan obras poéticas muy interesantes y de gran calidad que pusieron en el ambiente literario de la palestra a escritores como Porcel y al propio Conde, Alonso Verdugo.
Granada era una ciudad ligada todavía a los modos de vida tradicional, como ocurría en aquellas provincias alejadas de la Corte. En las tertulias sin duda, aún se hablaba en esa época de los Reyes Católicos, de las sublevaciones moriscas, de la guerra de las alpujarras, de la reciente guerra de Sucesión, de héroes y acciones extraordinarias, mitológicas, fantásticas y aventureras.
Fue Alonso Verdugo Castilla, tercer conde de Torrepalma, junto a un grupo de clérigos, entre los que se encuentra Diego Nicolás Heredia Barrionuevo, nacido en Zújar en 1701 y algunos hidalgos más los que reuniéndose unas veces en la Abadía y otras en la Carrera del Darro daban lectura a sus creaciones atraídos por el estilo poético del siglo de oro. Es probable que este movimiento existiera anteriormente en Granada en el seno del Colegio y la Abadía a modo de modestos grupos devotos de la poesía. Sin duda Diego Nicolás Heredia y Barrionuevo, canónigo de la misma tenía el perfil ideal para desarrollar e impulsar ese tipo de reuniones. En las que se cultivaba un talante poético capaz de generar obras, que se leían en el transcurso de dichas reuniones, que significaban el encuentro de las principales corrientes del momento: barroquismo, neoclasicismo, y la renovación de la tradición.
Granada y la Academia Trípode dieron sentido al camino de la transición a la época del gusto neoclásico. Los poetas que acuden a leer sus obras en las sesiones celebradas lo hacen bajo nombres ficticios y llaman al lugar de la reunión “ El Castillo de las Mutaciones”.
Poco o nada se escribe de esta grupo en los libros oficiales de texto que maneja el alumnado de secundaria. Circunstancia que nos invita a poner de manifiesto la necesidad de que este tipo de obras sean divulgadas y conocidas por los jóvenes granadinos y que al mismo tiempo que estudian las obras de los excelsos autores del siglo XVII o XVIII, cobren importancia los frutos literarios de este importante periodo granadino.
Trasladémonos por un momento a alguna de esas sesiones en las que los protagonistas de la Academia del Trípode bajo seudónimos como “El Caballero del Yelmo de Plata“, “El Caballero Acólito Aventurero“, “El caballero de la Peña Devota”…. asistirían a ellas para leer su obra leen su obra en las que se daba lectura a esas bellísimas obras que confieren importancia a los poetas granadinos el primer tercio del siglo XVIII.
Una muestra representativa la tenemos en la Fábula de Alcione y Ceis de Heredia Barrionuevo de la que dejamos este fragmento en el que se aprecia el estilo culto y la devoción por lo mitológico:
—Si mi amargo lamento
los votos suspender puede sagrados,
no al líquido elemento
confíes hoy mis hados y tus hados ;
deja, oh mi caro Ceis, la dura entena
y ambos pisemos la beocia arena.
Triste la imagen veo
del enojoso ponto y ya la muerte
en su semblante veo,
adivina del mal: la extrema suerte
a tu vida prepara el insidioso
de Hipocrates abuelo tormentoso…..
Agradecemos a D. Juan Sánchez Archivero de la Abadía del Sacromonte que nos haya animado a la lectura de la obra de este canónigo del que Granada se debe sentir orgullosa por haber biografiado a la persona que fundó la Abadía y a la influencia que la misma tuvo para la ciudad.
(*) Elisa Isabel Sampelayo López. Licenciada en Filosofía y Letras- Psicología
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Fuentes
-Marin, Nicolás: Poesía y poetas del setecientos . Torrepalma y la Academia del Trípode.
Universidad de Granada Secretariado de Publicaciones. 1971
-John H. R. Polt Poesía del Siglo XVIII. Clásicos Castalia. Madrid 1994