Decía el escritor Giovanni Boccaccio que los lazos de la amistad son más estrechos que los de la sangre y la familia, y en el caso de mi buen amigo Antonio Aneas acertó de pleno.
Más de 50 años contempla la amistad que tenemos, yo visitaba diariamente a mi abuela Carmen en el Portichuelo y él vivía en la Calle Antequera, juntos iniciamos una infancia muy feliz y una adolescencia prometedora, incluso llegamos a crear un equipo de Futbol, los Carburos F.C. con fichas, fotografías y todo.
Nuestra amistad era como el Guadiana, aparecía y desaparecía a lo largo de los años, pero siempre estaba ahí, fiel a su curso, creando unos surcos profundos e indelebles. Yo me trasladé del Portichuelo, de la calle Cristo y de la calle Fábrica Nueva; me casé, me fui a vivir Almería, a Granada, pero siempre que volvía a Salobreña, allí estaba el bueno de Antonio, siempre con su amistad y su mano tendida.
El tiempo ha transcurrido inexorablemente, pero el bueno de Antonio sigue siendo un ejemplo de caballerosidad, amabilidad y sobre todo buen amigo.
-Mañana» -digo- ‘llamaré a… ‘ Solo para demostrarle que si me acuerdo de él pero el mañana vino y se fue, y la distancia entre los dos crece día a día, a la vuelta de la esquina!
Antonio Aneas, es de las personas que hacen que uno quiera ser mejor, aunque solo sea para poder pagar en algo todo el cariño y aprecio que te regala, sin esperar nada a cambio.
Si alguien quiere buscar una persona trabajadora, sencilla, conciliadora, fiel a su gente y a su pueblo, que se pase por La Bahía y pregunte por Antonio, seguro que lo conoce.
Y como sé que le gusta Machado, van por él estos versos…
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Un fuerte abrazo amigo.
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