Suelen aparecer a finales de curso, noticias de alumnos con un expediente académico extraordinario. Produce una gran satisfacción comprobar que los buenos estudiantes son valorados y que la sociedad conozca la noticia. El esfuerzo personal de esos estudiantes debe ser difundido, pues son demasiadas las noticias sobre el fracaso escolar. Siempre pienso que la mayor parte de nuestros jóvenes colabora día a día en la formación académica que se le ofrece.
Cada fracaso también nos duele y sobre todo al propio estudiante y a su familia. Para tal valoración sobre el trabajo aportado por el estudiante se acude a la nota numérica como parámetro normalizado en casi todos los ámbitos escolares. Hasta este punto todo parece correcto.
Ahora bien, ¿qué podemos decir del estudiante, por ejemplo, cuyo caso acabo de conocer y detallo?: Su profesor o profesora de inglés solamente pone como nota máxima 7,5, porque a él/ella le «da la gana». Estos alumnos tendrán peor expediente, aún siendo igual de trabajadores en la asignatura, al ser comparados con quienes reciben 10, porque su profesor o profesora valora sobre 10.
Ese expediente académico acompañará al estudiante que no lo podrá modificar y le podrá privar de becas u otras ayudas al estudio. Como mínimo, pensará que no hizo el esfuerzo suficiente.
Es impresentable que los superiores del centro educativo no supervisen esas malas prácticas de profesores ‘destroza currículos’ que no cumplen con su deber y que, en contrapartida deberían se valorados con la misma medida que aplican a sus alumnos.
Ahí dejo el tema para reflexión de quién corresponda en cada comunidad educativa.
JOSÉ MARÍA TORRES CASADO
(NOTA: Este texto se ha publicado en la edición impresa de IDEAL, correspondiente al 04 de julio de 2022)