El gran escritor y actor parisino Jean Baptiste Poquelin, Molière, nació en enero de 1622 [lo bautizaron el 15 de enero] y fue algo insólito en el teatro francés de su tiempo al conectar texto, música y danza; era hijo de un tapicero y a los diez años perdió a su madre, ello no le impidió cursar estudios en uno de los mejores centros de París: el mítico y famoso colegio de los jesuitas Clermont desde donde partiría Orleans para su formación en leyes pero que no llegó a concluir.
Tras conocer a los cómicos de la familia Béjart en 1643 acabarían formando la compañía del Illustre Théâtre, los contratiempos que tuvieron que soportar apenas les permitió sobrevivir y acabaron endeudados. Dos años más tarde de esa aventura la compañía se disolvía y Molière abandonaba la capital de la luz camino de las provincias.
En esa nueva etapa de su vida prácticamente se pasea por todo el hexágono y actúa, entre otros escenarios, en Burdeos, Albi, Carcasona, Grenoble, Aviñón, Toulouse, Rouen, etc. Sus farsas, tras más de una década de vida por toda la geografía gala, iniciaban la cuesta ascendente que, tras más de trece años de ausencia, le devuelven a la capital francesa.
Su primera representación en esta nueva etapa fue el 24 de octubre de 1658 y fue ante el monarca Luís XIV, en esa oportunidad con Nicomedes y la farsa del amor médico, le salió redondo y el rey concedía al comediógrafo y cómico el uso del Salón Petit Bourbon, donde alternarían sus espectáculos con los representados por los italianos. Allí conocería días de gloria con El atolondrado, Las preciosas ridículas, Sganarella o el carnudo imaginario poco antes de la demolición del edificio, pasaría a una sala del Palacio Royal donde continuaría su estela de éxitos.
Su obra no quedó exenta de polémica, la división de gustos y opiniones tampoco. Podríamos colegir que muchos de sus trabajos ponían la puntilla a la sociedad del momento y, ciertos problemas, como ahora, tampoco se podían airear en público. Ahí tenemos que encuadrar sus obras que rompieron esquemas en aquella sociedad, por ejemplo La escuela de mujeres [le acabaron acusando de impío e incestuoso] pero en realidad hería a los hipócritas y a los falsos devotos, algo que aún tenemos entre nosotros, pero él lo denunciaba con el estreno de El Tartufo el 12 de mayo de 1664, todo el beaterío se le echó encima hasta que lograron sacarla de escena, a pesar de gozar del favor del soberano, la petición de Ana de Austria y el Arzobispo de París pudieron más, peor a pesar de todo, todavía realizaría otra representación bajo el nuevo nombre de El Impostor.
La sociedad no dejó de atacarlo aunque deberíamos precisar que en esos momentos era el mundo eclesiástico el más beligerante, el que presionaba, de una u otra manera quería seguir conservando prebendas y fortunas así que Molière se las vio y deseó para seguir con su trabajo, su comicidad o su acerado humor que volcó sobre títulos que han llegado hasta hoy, algo que indica que era un adelantado a su tiempo, que disfrutaba con la profesión que había elegido y que vivió con pasión; casi murió en una de sus representaciones, concretamente en la cuarta puesta en escena de El enfermo imaginario, era el 17 de febrero de 1673, sucedió mientras estaba en el escenario, gracias a su profesionalidad, logró aguantar el sufrimiento que le llevó a casa y fallecía en la más absoluta soledad, ni tiempo hubo para que llegaran sus familiares, la tuberculosis del momento se lo llevaba a los 51 años.
Molière, en fin, no buscó personajes concretos, sino retratar a ciertos tipos como el hipócrita, avaro, misántropo, médico… Trataba de dibujar las miserias del ser humano retratando, con valentía, la sociedad de su tiempo y que, parece ser, no eran tan ajena a lo que nos ha tocado vivir. Hizo reír y, partiendo de la simple farsa o comedia, se acercó a lo trágico de la cotidianidad hasta producir una mueca de incredulidad que aún hoy lleva su legado gracias a la pervivencia de la Comédie-Française y, recordemos, la comedia era, en realidad, “un poema ingenioso que mediante lecciones agradables, reprende los defectos de los hombres” [Prólogo de El Tartufo].
El correo checo le dedica un sello de 23 coronas con motivo del 400 aniversario de su natalicio. El ejemplar vio la luz el 20 de enero de 2022, el diseño lo realizó Karl Zeman y el sobre Jaroslav Tvrdon; en la ilustración del sobre vemos una escena inspirada en su obra El enfermo imaginario que, en su caso, no lo era ya que fallecía unas horas después de abandonar su representación, como si en realidad fuese una consecuencia de sus actos y la ley natural cumpliera su objetivo: de imaginario nada, una realidad letal.
La impresión se realizó en offset, hojas de 50 efectos y una tirada de medio millón de ejemplares que iniciaron su andadura el pasado enero. En el matasellos nos encontramos un sol risueño detrás de la clásica máscara de teatro, en cierto sentido Tvrdon quiere mostrar la fiesta, la risa o la sátira, pero podríamos colegir que el astro rey representa al monarca que tanto le ayudó en su vida teatral, en definitiva al Rey Sol, el soberano Luís XIV.
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Maestro de Primaria, licenciado en Geografía
y estudios de doctorado en Historia de América.
Colaborador regular, desde los años 70, con publicaciones especializadas
del mundo de las comunicaciones y diferentes emisoras de radio internacionales.